José Félix de Restrepo, un sólido intelectual y jurista | El Nuevo Siglo
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Viernes, 1 de Abril de 2022
Redacción Cultura

En su conferencia, el exministro de Hacienda, Juan Camilo Restrepo, en Sabaneta, Antioquia, sobre José Félix de Restrepo, recordó que fue un sólido intelectual y jurista.

… La comunicación del libertador al presidente del Congreso de Cúcuta, fechada el 14 de julio de 1821 decía lo siguiente:

“La sabiduría del Congreso está perfectamente de acuerdo con las leyes existentes de favor en la manumisión de los esclavos: pero ella pudo haber extendió el imperio de su beneficencia sobre los futuros colombianos, que recibidos en una cuna cruel y salvaje, llegan a la vida para someter su cerviz al yugo. Los hijos de los esclavos que en adelante han de nacer en Colombia deben ser libres, porque estos seres no pertenecen más que a Dios y a sus padres, y ni Dios ni sus padres los quieren infelices. El Congreso general autorizado por sus propias leyes, y aún más por las de la naturaleza, puede decretar la libertad absoluta de todos los colombianos al acto de nacer en el territorio de la República. De este modo se concilian los derechos posesivos; los derechos políticos, y los derechos naturales.

“Sírvase Vuestra Excelencia elevar esta solicitud de mi parte al Congreso General de Colombia, para que se digne concedérmela en recompensa de la batalla de Carabobo, ganada por el Ejército Libertador, cuya sangre ha corrido sólo por la libertad.

Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años.

“Bolívar”

A la cual comunicación don José Félix de Restrepo, y ya una vez aprobada por el Congreso de Cúcuta la ley de manumisión de esclavos de su autoría, pudo responder a Bolívar el 23 de enero de 1822 diciéndole:

“Libertador ilustre, tus votos están satisfechos. Dentro de poco el sol de Colombia no iluminará cadenas ni grillos. Proseguid a completar tu grande obra de la perfección de la República, acabando de arrojar de su suelo los enemigos de la libertad. Nada temas en medio de los combates. El Dios de la humanidad estará siempre a tu lado; y los espíritus protectores de millares de generaciones que van a ser libre por tus esfuerzos, hablarán siempre en tu favor delante del trono del Omnipotente. Tú no combates por dominar y oprimir: tu verdadera gloria es, y debe ser siempre, libertar a los americanos de la servidumbre exterior, y a los esclavos de la tiranía doméstica. El fruto de tus victorias sería para nosotros insípido, y aun amargo, si lo hubiéramos de gustar al lado del desconsuelo y lágrimas de nuestros hermanos. Recibid pues la enhorabuena que os tributan la gratitud y la humanidad. El hombre de los guerreros se olvida presto; el de los bienhechores dura tanto como los beneficios”.

El discurso con el que José Félix de Restrepo sustentó ante la magna Asamblea de 1821 su proyecto de ley sobre la manumisión de esclavos – que, como lo hemos dicho no difería sensiblemente del que se había preparado en Antioquia 7 años antes como colaborador de don Juan del Corral - es talvez la pieza de oratoria más elocuente que se conserva de don José Félix de Restrepo. Es un enjundioso estudio sobre la historia de la esclavitud a través de los siglos y un convincente argumento de cómo era una institución que empezaba a caer en desuso, y que por lo tanto, correspondía al congreso fundacional de la República decretar su abolición. Además, agregó Restrepo en aquel documento, que sería una incongruencia para la joven República romper las cadenas con España, pero no hacerlo con las de los esclavos. “Es un egoísmo criminal pretender para nosotros la libertad e independencia de España, si no la queremos dar a nuestros esclavos”.

Cuenta la historia que cuando la revolución francesa resolvió en una memorable noche derogar todos los derechos feudales de un solo tajo, muchos de los asambleístas que tenían origen noble y que hacían parte de la asamblea nacional procedieron en un gesto de entusiasmo a renunciar a sus prerrogativas como señores feudales, aún antes de que se sancionara y se promulgara la ley que derogaba los derechos de feudalidad que era la columna vertebral del antiguo régimen.

Algo similar sucedió entre los asambleístas que escucharon llenos de entusiasmo y emoción el discurso en favor de la abolición, sustentado por el Señor José Félix de Restrepo en Cúcuta. En el libro de actas del Congreso de Cúcuta puede leerse lo siguiente:

“Leído el proyecto de ley sobre manumisión de esclavos, dice el acta de ese día, tomó la palabra el señor Félix Restrepo, y en un discurso elocuente y enérgico, pintó con los colores más vivos los males de toda especie que sufren los esclavos, las razones urgentes de justicia que haya para darles su libertad y el bien que resultaría de ellos a la República, para lo cual adujo textos de la Sagrada Escritura, principios elementales de la ciencia política y de moral. Después descendió a explanar el proyecto sometido al Congreso y a manifestar la exactitud, justicia y tino de que se halla adornado, pidiendo en conclusión que Vuestra Majestad cumpla el voto de los buenos, llene los deseos de los infelices y satisfaga a la expectación del mundo, que contempla sus operaciones.

“Varios señores Diputados hablaron sucesivamente, tributando las gracias en nombre de la humanidad al venerable defensor de los derechos conculcados en los esclavos, apoyando el proyecto de decreto y discurriendo sobre todos y cada uno de sus artículos…


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“El señor Fernández de Soto dijo que se hallaba convencido de las reflexiones que había oído en contra de la esclavitud, y tan tocado estaba de la suerte miserable de los esclavos, que renunciaba solemnemente de ahora a todos los suyos por libres de hecho, como que ya lo eran por derecho, para cuando el Congreso sancionase la presente Ley; y un aplauso universal indicante de la gratitud que merecía este rasgo de liberalidad y de justicia, fue la contestación decorosa y sublime que se dio en la filantropía y la munificencia.

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“Entonces el señor Pereira pidió licencia al Congreso para declarar en aquel acto libre al esclavo único que tenía y era su criado; y el señor Domingo Briceño protestó que desde aquel instante declaraba también libre a catorce que poseía y que formaban su patrimonio. El señor Fernández de Soto volvió a tomar la palabra para manumitir en el acto a todos los suyos haciéndolos desde ahora absolutamente libres. El señor Pedro Carvajal dio también libertad al que tiene, y fue seguido del señor Don Fernando Gómez, que manumitió igualmente a las cuatro que posee; y el señor Bautista Estévez , anegados los ojos en lágrimas de una dulce ternura, conmovió su corazón al considerarse miembro de un Cuerpo que tiene hijos tan ilustres, espíritus verdaderamente filantrópicos, declaró que desde este instante era libre de hecho la única esclava que tenía, estimable por sus virtudes y sumamente necesaria para el desempeño de sus negocios domésticos. Se repitieron, sucesivamente, aplausos sobre aplausos a todos los manumisores y al venerable autor del proyecto de emancipación; pidieron los señores Gual y Ballén que el Congreso mismo los felicitase, que se decretara acción de gracias para ellos y que la imprenta diera a entender inmediatamente al público quiénes eran los Representantes de Colombia”.

“El señor presidente habló entonces y observó que ni Roma, ni Esparta, ni Atenas, ni ninguna República de las recientes podía enorgullecerse con mayor motivo que la de Colombia; que sus Representantes no se contentaban con amar teóricamente la justicia, lo cual es tan fácil, sino que tenían placer en cumplir sus saludables preceptos; y que podía esperarse que, imitado este ejemplo, mil seres desgraciados renaciesen repentinamente para la libertad y la sociedad.”

La ley que se aprobó en Cúcuta, como es bien sabido, proclamó lo que se conoce como libertad de vientres. Es decir, a partir de la expedición de la ley de 1821 instantáneamente nacían libres todos los hijos de las esclavas que dieran a luz. Con relación a los esclavos nacidos con anterioridad a la expedición de la ley de 1821 se preveían diversos mecanismos para que gradualmente fueran accediendo a la libertad que no tuvo vigencia instantáneamente.

Esta, por lo demás, fue una constante de casi todas las leyes abolicionistas que se expidieron en aquella época y de las cuales la de Cúcuta fue pionera.

El trabajo esclavo era fuente patrimonial principalísima y haberlo abolido bruscamente habría llevado probablemente a un colapso económico importante puesto que no existían en aquella época actividades o fuentes económicas provistas para sustituir de un día para otro el significado económico del trabajo esclavo. Esto se lograría 30 años después sin mayores traumatismos cuando en 1851 el discípulo de don José Félix de Restrepo, el presidente José Hilario López, sancionara la ley que decretó la libertad absoluta y sin condicionamientos de toda la población esclava que vivía en Colombia a la mitad del siglo. XIX.

El profesor Leopoldo Uprimny pudo escribir lo siguiente, en su libro sobre el Pensamiento Filosófico y Político el Congreso de Cúcuta:

“Las sabias medidas dictadas por el Congreso de Cúcuta hicieron posible que la completa liberación de los esclavos, decretada en 1851, se efectuara sin grandes trastornos económicos”.

Por una parte, en 1851 ya no había sino esclavos mayores de treinta años, porque los nacidos después de 1821 estaban libertados por ministerio de la ley.

Por otra parte, los dueños de esclavos estaban ya contando con la total liberación de éstos, de manera que estaban preparados para ello.

Y, finalmente, se había efectuado en muchos casos la manumisión de esclavos por sus dueños, tanto la prevista en la ley del Congreso de Cúcuta como manumisiones voluntarias.

En efecto, la abolición definitiva de la esclavitud, según relata el doctor Salvador Camacho Roldán, “fue especialmente promovida por una carta que los redactores de El Siglo, señores Antonio María Pradilla, Medardo Rivas y el autor de estas memorias, dirigieron a varias personas de la capital pidiendo una suscripción para celebrar el próximo 20 de julio con la manumisión de algunos esclavos. Acogida esta idea con alguna aprobación, se obtuvieron fondos suficientes para manumitir treinta y un esclavos, fondos que, unidos a los que existían en la tesorería de manumisión, alcanzaron para dar libertad en ese día memorable a cuarenta y cuarto ilotas, elevados así a la categoría de ciudadanos. El general López, presidente de la República, contribuyó con la suma necesaria para dar libertad a cuatro seres humanos. Los señores general Joaquín París y Lino de Pombo emanciparon cada uno una antigua esclava de la familia. Este ejemplo fue seguido después en toda la República, no sólo en la celebración del 20 de julio, sino en la comidas y bailes, en los casamientos, en el bautismo de niños y en otras funciones semejantes. Ya se deseaba ver terminada una vez esa institución inicua.

En resumen: puede decirse que el Congreso de 1851 no hizo sino terminar la obra empezada en 1814 por la legislatura de Antioquia y en 1821 por la sabia ley del Congreso de Cúcuta, con la cual Colombia se adelantó a la casi totalidad de las naciones en que la esclavitud tenía importancia económica.

En estas circunstancias, es verdaderamente admirable que el Congreso de Cúcuta hubiera establecido, como en efecto estableció, la abolición gradual de la esclavitud, en un país en que ella era de grande importancia para la minería y la agricultura de tierra caliente, dos de sus industrias principales. Y es todavía más admirable que hubiera sido Antioquia, tierra de minas, la que decretara ya en 1814 tales medidas y que un antioqueño, el doctor Félix de Restrepo, hubiera sido el promotor y principal defensor de la ley en Cúcuta”.

A modo de conclusión:

José Félix de Restrepo fue un ilustre antioqueño nacido en estos parajes donde hoy sostenemos esta significativa reunión.

Fue un sólido intelectual y jurista que desde sus cátedras en Popayán y Medellín en las que explicó a una pléyade de ilustres alumnos no solo la filosofía, sino las ciencias naturales; y fue autor de importantes políticas como el documento que de su puño y letra redactó trazando las bases para la educación en Antioquia. Puede llamársele en justicia como el primer gran maestro de juventudes que tuvo Colombia.

Como fiscal de la primera alta Corte de justicia de la República creada en Cúcuta, dejó testimonios imperecederos de lo que es el buen ejercicio del juez que, con rigor pero sin fanatismos, vivió siempre apegado a la aplicación de la justicia más que al vericueto del inciso.

Don José Félix de Restrepo muere en Bogotá en septiembre de 1832, después de haber sido miembro del que se conoció como “Congreso admirable de 1830”, en lo que vino a ser su última responsabilidad pública cuando ya se habían destruido los sueños de grandeza del libertador de la Gran Colombia.

Se cuenta que sus últimas palabras fueron para su hijo Manuel a quien dijo: “Tú serás llamado algunas veces a juzgar; que la justicia dirija todos tus actos; si es necesario una injusticia para que no se trastorne el universo, deja que se trastorne antes que cometer la injusticia”.

A José Félix de Restrepo se le recordará ante todo como el padre de la liberación de la esclavitud en Colombia.

Si la Constitución de Cúcuta fue la Carta fundamental de nuestra nacionalidad, como lo fue la Constitución de Filadelfia para los norteamericanos que debieron esperar sin embargo 80 años para resolver el problema de la esclavitud en los campos de batalla de la terrible guerra civil norteamericana, a José Félix de Restrepo podemos llamarlo con toda justicia EL ABRAHAM LINCOLN DE COLOMBIA.