Renata Tebaldi, la voz italiana que llevó la ópera al mundo | El Nuevo Siglo
A esta artista, nacida en febrero de 1922, una enfermedad temprana en su infancia la impulsó a concentrarse en la industria de la música, tomando clases de canto y piano. Hoy en día se considera una de las más grandes intérpretes del género clásico.
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Domingo, 6 de Febrero de 2022
Redacción Cultura con AFP

En medio de la década de los 40 una “voz de ángel”, como la catalogaron muchos a lo largo de la trayectoria de Renata Tebaldi, resonaba junto a la ópera de Rovigo: una de las “divas” del género lírico que conquistó la escena del mundo después de la Segunda Guerra Mundial.

A 100 años del natalicio de esta soprano italiana, EL NUEVO SIGLO repasa su vida, sus pasos en la ópera y su rivalidad con la también cantante María Callas, para rememorar el legado que dejó esta figura insignia.

Su debut

Nacida en febrero de 1922 en Pésaro, un municipio ubicado al centro de Italia, creció en un ambiente musical, pues su padre era un profesor de violonchelo, su más fuerte influencia. En su infancia sufrió de poliomielitis, una enfermedad que le generó algunas dificultades para caminar, por lo que dejó a un lado las actividades físicas para concentrarse en la música.

La artista participó en un coro y tomó clases de piano. A sus 15 años, Tebaldi ingresó al Conservatorio de Parma y luego de tres años decidió estudiar en el de Pésaro. Estando allí participó en varios cursos, perfeccionando su estilo musical con la supervisión de maestros como Carmen Melis, Giuseppe Pais, Brancucci y Campogalliani.

Debutó en 1944 en la ópera de Rovigo con el papel de Elena en “Mefistófeles” de Arrigo Boito y ese mismo año cantó en “Parma” y “Trieste la Desdémona en Otelo” de Verdi.

Pero se hizo famosa a nivel internacional luego de ser elegida en 1946 por el director de orquesta Arturo Toscanini para el concierto de reapertura de la Scala de Milán, bombardeada en la guerra, donde lució su voz varias temporadas.

Un timbre cálido

Durante su carrera, cantó en los más prestigiosos teatros de ópera del mundo, entre ellos el Metropolitan de Nueva York, antes de retirarse del escenario a mediados de los años 1970, a causa de una serie de problemas en sus cuerdas vocales.

El repertorio de La Tebaldi se centraba en la lírica de finales del siglo XIX, pero a veces representó los mismos personajes que La Callas. Pese a estar dotada de una voz con un timbre cálido que la hacía atractiva, Tebaldi carecía del sentido dramático de María Callas, que obligó a las nuevas generaciones de cantantes líricos a interpretar la ópera como si de una obra teatral se tratase.

A medida que su repertorio se iba enriqueciendo, La Tebaldi conquistó los teatros de ópera occidentales. Cosechó muchos éxitos con sus interpretaciones en su país, en la Scala, la Fenice de Venecia y San Carlos de Nápoles, pero también en Lisboa, Londres, París o Buenos Aires, e incluso logró seducir al exigente público de Nueva York.

Durante su vida profesional, la acompañaron los principales maestros de su época, entre los que destacan Toscanini o Herbert von Karajan.


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María Callas: su eterna rival

La rivalidad Callas-Tebaldi, suscitada y alimentada por cierta prensa e incentivada por el público de incondicionales de cada una de ambas divas, se basó a partir de los años 50 en una comparación que no hubiera debido hacerse.

María Callas dio sus cartas de nobleza al bel canto romántico con un temperamento dramático excepcional. Por su lado, Renata Tebaldi centró su carrera en la opulencia de una “lírico spinto”, puesta al servicio de obras de la segunda mitad del siglo XIX, las óperas veristas de Puccini, Cilea y las de la madurez de Verdi (“Otello”, “Aida”, “La fuerza del destino”).

Sin duda, las dos “prima donna” tuvieron papeles en común, como la Violetta de “La Traviata” de Verdi. Así mismo, hubo de por medio algunas frases desdichadas, verdaderas o apócrifas, de María Callas referidas a su colega, como el famoso: “no se compara el champaña con la Coca Cola”.

Todo ello complicó las cosas. Al punto que cada una de ellas terminó por definir sus propios territorios, ya que para Tebaldi, era el Metropolitan Opera de Nueva York donde cantó hasta 1973 y, para Callas, la Scala de Milan, donde Tebaldi volvió a cantar, pese a todo, en 1958 hasta 1959 y de 1959 hasta 1960, en el momento en que comenzaba a vacilar la estrella de Callas. También volvió al templo del bel canto italiano en 1976 para su concierto de despedida.

La carrera de La Tebaldi duró cerca de 30 años. La untuosidad y el calor de su timbre, su belleza elegíaca, la distinguían de sus colegas. Además evitó, en la medida de lo posible, quedarse en un papel que no le convenía, imponiéndose por el contrario por la probidad de su estilo y dirigida por grandes maestros, de Toscanini a Solti, pasando por De Sabata, Karajan y Giulini, entre otros.

“Voz de ángel”

El reflector de la soprano, aclamada por el público del mundo como “La voz de ángel”, se apagó a sus 82 años, ya que falleció en el 2004, en su casa de San Marino, cerca de la costa Adriática, en Italia. Su muerte fue causada por una enfermedad con la cual estaba luchando desde hacía varios años.

Su legado fue inmortalizado en el castillo de Torrechiara, cerca de Parma, donde se puede encontrar un museo en el que se exponen algunos de los objetos que pertenecían a la cantante italiana, así como algunos trajes que usó en varias de sus presentaciones, durante su prodigiosa trayectoria.

 “Más que ‘voz de ángel’, persona angelical diría yo, junto a todos los que han tenido el privilegio de tenerte cerca y conocerte bien”, dijo el tenor Luciano Pavarotti el día que supo la noticia de la muerte de Tebaldi, a quien le dedicó su debut como director de ópera con la obra “La Boheme”, ese mismo año.