En todo el mundo se descubrió una nueva especie de dinoflagelado bentónico, microorganismo conformado por una única célula que se ha denominado como Prorocentrum porosum y que había pasado desapercibido quizá porque su forma es similar a las otras especies del mismo género, pero mediante análisis moleculares se detectó su presencia en áreas distantes entre sí, como en la costa del Caribe colombiano, el noreste de Brasil y el sur de Japón.
Los dinoflagelados son microorganismos especialmente marinos que tienen un gran protagonismo en la productividad de los océanos; pueden tener características negativas o beneficiosas para el ecosistema en el que se encuentran y solo son visibles a través de herramientas como los microscopios.
Además se destacan por su gran diversidad de formas y hábitos de vida, por lo que han adquirido gran interés para los científicos por su papel como productores primarios en los ecosistemas marinos (cuando son autótrofos), como depredadores de otros organismos (heterótrofos), o siendo al tiempo autótrofos y heterótrofos (mixotrófos).
Así mismo, hay algunos con formas de vida libre: pueden ser planctónicos cuando viven en la columna de agua, o bentónicos cuando habitan en el fondo marino; estas se dan en asociación benéfica mutua con otros organismos (la más conocida es su asociación simbiótica con algunos corales), o parasitándolos.
De igual manera, el interés se extiende por la capacidad de algunos dinoflagelados de producir potentes toxinas que se han constituido en un grave problema de salud pública en todo el mundo.
P. porosum es una especie de comportamiento bentónico que se encontró habitando sobre fondos vivos -como algas y pastos marinos- e inertes, sobre los restos de un barco hundido.
Los análisis de toxicidad arrojaron que esta especie produce ácido okadaico, toxina que provoca cuadros de diarrea severa en humanos por el consumo de diferentes tipos de moluscos como ostras, mejillones y almejas, los cuales se contaminan con ella al alimentarse de los organismos que la producen.
Este hallazgo es el resultado de trabajo de Édgar Arteaga Sogamoso, doctor en Ciencias - Biología, de la Universidad Nacional (UNAL) Sede Caribe, con el que buscaba determinar la asociación de estos organismos con las variables ambientales, su comportamiento respecto a la fijación sobre sustratos y su presencia y toxicidad en el Caribe colombiano.
Otro resultado de la investigación es el primer reporte de la presencia allí de otra especie de dinoflagelado conocida como Prorocentrum borbonicum, cuyo análisis de toxicidad confirmó su capacidad como productor tanto de borbotoxinas como de la “42-hidroxi-palitoxina” (42-OH-PLTX), una poderosa toxina que por primera vez se encontró en un microorganismo de este tipo.
Para el trabajo se usó la técnica PCR, o reacción en cadena de la polimerasa, que es una reacción química con la que los biólogos moleculares amplifican (crean copias) de fragmentos de material genético o ADN, ampliamente utilizada en la detección del COVID-19.
Aunque se desconocen los efectos directos que estas toxinas tendrían en los humanos, mediante experimentos se ha mostrado su letalidad en ratones y en camarones de salmuera. Por ejemplo, antes de morir, los roedores presentaron síntomas asociados con neurotoxicidad como postración, parálisis progresiva de las extremidades traseras a las delanteras, al afectarse el músculo esquelético, dificultad para respirar, convulsiones terminales, así como hemólisis de las células sanguíneas.
“Hasta ahora la 42-OH-PLTX solo se había encontrado en organismos como los zoántidos, animales coloniales de coloraciones vistosas parecidos a las anémonas pero más pequeños, así como en una cianobacteria y un alga roja marina”, explica el investigador Arteaga.
En su estudio, el experto también confirmó la presencia en el Caribe colombiano del dinoflagelado Gambierdiscus caribaeus, reportado como productor de ciguatoxinas y maitoxinas, causantes de ciguatera, intoxicación provocada especialmente por el consumo de peces marinos de la cual se han observado varios casos sospechosos en Colombia.
La intoxicación por ciguatera se manifiesta con síntomas como adormecimiento y hormigueo alrededor de la boca, en manos y pies, sensación térmica inversa (una ducha caliente se siente fría), náuseas, diarrea, vómitos, y dolor articular y muscular, los cuales pueden permanecer varios meses después de ocurrida la intoxicación.
El doctor Arteaga considera que estos resultados muestran la necesidad e importancia de continuar con el estudio interdisciplinario de estos interesantes organismos para conocerlos más detalladamente, no solo ecológicamente sino también para prevenir los potenciales eventos de intoxicación que causarían, sin descartar por otro lado el posible valor farmacológico y terapéutico que tendrían las toxinas que producen.