Alemania teme que su imagen de eficiencia se vea perjudicada por las reiteradas demoras en el aeropuerto de Berlín y los problemas en otros grandes proyectos que también fueron postergados indefinidamente.
"Eso es malo para nuestra imagen", se lamentó el portavoz de la Federación Alemana de la Electrotecnia (VDE), Walter Börmann, al ser interrogado por la AFP, después del anuncio el lunes de que por cuarta vez no se respetaría la fecha de inauguración del aeropuerto, prevista para el 27 de octubre de 2013.
Para los industriales alemanes, proveedores de sistemas, que tienen intenciones de participar en grandes proyectos de infraestructuras en las megalópolis asiáticas, estos contratiempos afectan al prestigio de "fabricado en Alemania".
Esta semana se publicaron varios artículos en la prensa alemana e internacional burlándose del nuevo aeropuerto de Berlín.
"Los problemas son muy graves", reconoció el director técnico del aeropuerto internacional Berlín Brandeburgo Willy Brandt (BER), Horst Amann, en una entrevista difundida el martes por la radio. A tal punto que ahora se niega a fijar una fecha de apertura antes de seis meses.
Sin embargo, "2014 es una buena fecha, pero por ahora no puedo comprometerme", afirmó Amann, que fue nombrado en agosto de 2012 después de la partida forzada de su predecesor, debido a reiteradas averías.
La causa principal de la postergación es el sistema de detección de incendios, explicó, sin descartar la posibilidad de tener que destruir partes ya construidas para resolver los problemas.
Inicialmente, este aeropuerto debía ser inaugurado a fines de 2010, con el objetivo de convertirse en el tercer aeropuerto del país, después de Fráncfort y Múnich, y de dar a la capital alemana la influencia económica internacional que le falta.
Más de 20 años después de la reunificación, Berlín sigue contando con dos pequeños aeropuertos, Tegel (oeste) y Schönefeld (este), vestigios de la división de la ciudad durante la Guerra Fría. Entre los dos reciben un total de 24 millones de viajeros por año.
"¿Los alemanes se han vuelto incapaces de terminar con éxito grandes proyectos prestigiosos?", se preguntó la televisión pública ZDF.
Este canal destacó que, al igual que Polonia, que tuvo dificultades para abrir a tiempo el estadio de fútbol de Varsovia para el Campeonato Europeo de fútbol en 2012, Alemania tiene varios proyectos inconclusos: las obras faraónicas y muy controvertidas de la estación de Stuttgart (sudoeste) y la Filarmónica de Elba, prevista en Hamburgo (norte), cuyos costos se dispararon.
"Para esos proyectos, nosotros no logramos establecer un consenso más allá de las divisiones políticas", se indignó el director de la Federación Alemana de la Industria de la Construcción, Michael Knipper.
El urbanista Karlheinz Rössler adjudica este problema al sistema de gobernanza. "Los políticos hacen construir monumentos. Pero en la mayor parte de los casos, ya no están en el puesto cuando los costos del proyecto que lanzaron se han disparado", explica.
Por el momento, las demoras en el aeropuerto berlinés no provocaron la caída de responsables políticos.
La presión sobre el alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, y sobre el jefe del gobierno del Estado regional de Brandeburgo -que rodea a la capital alemana- Matthias Platzeck, es cada vez más fuerte.
Los dos socialdemócratas deberán enfrentar -Wowereit el jueves y Platzeck el lunes próximo- la cuestión de la confianza ante sus respectivos parlamentos regionales.
Pero como ninguno de ellos tiene un rival de envergadura, es muy probable que ambos dirigentes permanezcan en su puesto, para no trastornar los equilibrios políticos cuando faltan nueve meses para las elecciones legislativas alemanas.
Los conservadores, involucrados en esta cuestión al nivel del gobierno federal, también se sienten preocupados por la magnitud del fracaso.
AFP