Un vicealmirante en uso de buen retiro que estuvo al frente del Comando Específico de San Andrés Islas y fue ex-director General Marítimo hace una radiografía muy cercana de las implicaciones del polémico fallo de La Haya y de los graves errores cometidos en Colombia.
Por vicealmirante (r) Jaime Jaramillo Gómez
Especial para EL NUEVO SIGLO
Sí… y ¿ahora qué? Esa es la pregunta que nos hacemos todos los colombianos en general y los sanandresanos en particular pero que nadie responde, porque nadie sabe qué responder. No obstante, nosotros como Cuerpo de Generales y Almirantes, nos hacemos algunas reflexiones sobre lo que vendrá y lo que deberíamos hacer.
Ante todo, hay que dejar de buscar el muerto aguas arriba y debemos analizar con cabeza fría: ¿Dónde se originó el problema que condujo esta vez a la pérdida de tan grande porción de mar territorial? ¿Acaso cuántos han pensado en qué momento surgió la primera amenaza lanzada por Nicaragua? ¿Alguien se acuerda de las declaraciones dadas por los nicas en 1980? Pues si alguien se acuerda, al parecer no lo dice, y no lo dice porque más que reconocer que tiene mala memoria, lo asalta la duda de cómo afrontar la vergüenza por no haber advertido sobre la estrategia bien estudiada de Nicaragua para lograr un objetivo, para ese entonces, de largo plazo.
Nadie quiere reconocer que ese país, por pequeño que sea, fue un David frente a la suficiencia y prepotencia de nuestras Cancillerías, de nuestros gobernantes y de nuestros negociadores, que han caído como Goliat ante la piedra bien lanzada de los abogados nicaragüenses ante la CIJ y ante la estrategia de largo plazo y la experiencia sumada por ellos ante ese Tribunal.
Subestimar a un enemigo por pequeño que sea, es un grave error que no fue calculado por nuestros Cancilleres y eso tiene una respuesta, la mayoría de ellos en los últimos tiempos, han sido Cancilleres políticos para pagar favores, porque como es bien sabido, aquí no hay una carrera diplomática, ni tampoco una Escuela de Diplomacia verdaderamente sólida y de permanente actualización para formar y mantener en el tiempo a las personas que trabajan en Cancillería, preparándose para afrontar temas como el de ahora. O ¿es que podemos decir que tenemos cuántos Julios Londoño, Enriques Gaviria, Rafaeles Nieto Navia en el país con ese conocimiento sobre fronteras? En el caso de Londoño, que no aprendió de ello por la preparación dada por el Ministerio de Relaciones, sino por continuar la herencia de su padre, el General Julio Londoño, es decir, por gusto propio, pero no porque el Estado se preocupe por la formación de expertos en este tipo de materias y los aproveche para asesorar al país en litigios de tales dimensiones.
Tampoco el Estado utiliza las herramientas que tiene a su disposición para poder preparar una estrategia en temas tan delicados. Allí nos caben otras preguntas: ¿Cuántas veces fueron llamados los órganos consultivos del Gobierno Nacional para analizar a sus expertos? Nos referimos a la Sociedad Geográfica de Colombia y a la Comisión Colombiana del Océano (CCO), para solo citar dos.
¿Quién responde? Pero la respuesta sería muy penosa pues, por ejemplo, la CCO, la preside el Vicepresidente de turno y la componen varios de los Ministros, que no solo son personas sin el conocimiento sobre este tema, sino que delegan en segundones su participación en estas juntas, no podríamos decir lo mismo de la Sociedad Geográfica.
¿Qué hacer?
Ante todo empezar a reestructurar la Cancillería. El Gobierno debe acercarse a sus organismos de consulta para buscar el apoyo requerido en hombres y mujeres estudiosos de los problemas fronterizos, como Juan Daniel Jaramillo. Y en la CCO, deberá empezar por volver ese organismo un ente técnico y no político, y quien presida dicha Comisión no puede ser un Vicepresidente que dura cuatro años y que tal vez no conoce del mar, salvo que su agua es salada. Allí deberá tener especial protagonismo la Armada Nacional, con sus ex Comandantes de Armada y ex Directores Marítimos, presidiendo y dirigiendo esta entidad, ya que nuestros marinos son los que verdaderamente conocen el archipiélago así como los isleños; también, un miembro de la Sociedad Geográfica de Colombia al menos, no los políticos y Ministros, que no son más que alfiles de la política del presidente de turno, y hasta que el Presidente de la República entienda esto y le dé el realce al tema, no tenemos más que ampararnos en lo que nos digan los abogados que se contraten para las defensas de nuestro territorio o de nuestro mar ante cualquier organismo jurídico internacional.
También, de manera paralela, se debe estar trabajando con el mejor grupo de asesores jurídicos que haya en el mundo (así como lo hizo Nicaragua), para buscar una salida legítima y presentar ante la CIJ las aclaraciones y las revisiones al fallo, pues ésta le debe dar a Colombia una respuesta a sus inquietudes y debe corregir sus desvaríos. Mucho se dice que la Corte presentó un fallo no ajustado a Derecho y que en este se encuentran vacíos e interpretaciones erróneas. Entonces Colombia debe presentar sus reclamaciones cuanto antes, pero soportadas en lo que le recomiende el mejor equipo de juristas y no un buen equipo de juristas. Podrá costar mucho dinero, pero sin duda, es mucho menos del que puede costar lo que estamos perdiendo en este momento, y si Nicaragua pudo contratar al mejor en su momento, no entenderíamos por qué Colombia no lo puede hacer.
Revisar otros casos
De otra parte, el Gobierno Nacional debe revisar para futuros casos cómo deberá adelantar su estrategia para pleitos similares, de cara al país y no de espaldas, como lo fue este.
Hacer una campaña permanente interior y exteriormente de divulgación, de la forma en que defendemos lo nuestro, de cómo sentimos lo nuestro, de cómo cada pulgada de nuestro territorio, mares y ríos son importantes para todos nosotros, y no salir como ahora a hacer aspavientos de fuerza y soberanía sobre lo que ya nos quitaron. Recordemos lo que dice una canción de extracción popular: "agua derramada, no hay quién la recoja".
Que no nos vayan a sorprender con otra entrega, ahora de tierra firme, con el secretismo de las conversaciones de paz con las Farc, de espaldas al país y a la opinión pública, y después tengamos que lamentarnos por otro despojo de soberanía.
Para terminar me pregunto: ¿Qué estará pensando hoy en su tumba nuestro máximo héroe naval, Almirante José Prudencio Padilla, al saber que por mal manejo de una situación tan delicada hemos perdido lo que él y sus valerosos marinos defendieron para lograr la independencia de los Mares Grancolombianos, cuya consigna, en los momentos más aciagos de la Batalla del Lago de Maracaibo el 8 de mayo de 1823 fue: Colombianos… “morir o ser libres”?