El Vaticano, en plena tempestad "Vatileaks", abrió este jueves a la prensa internacional las puertas de su Instituto para las Obras de Religión (IOR), objeto de todos los fantasmas, para intentar convencer que solo es el brazo financiero de sus obras de caridad.
Convincente o no, el ejercicio, arbitrado por el director general del IOR, Paolo Cipriani, atrajo a 55 periodistas, la mayoría de medios italianos, también extranjeros, llegados en algunos casos ex profeso a Roma. Otros se quedaron sin poder entrar por falta de sitio.
"Nada de grabaciones, ni audio, ni imágenes", rezó la consigna.
Una operación de relaciones públicas en medio de una tensión ligera aunque palpable, cuando se asocia al IOR con escándalos como la quiebra del Banco Ambrosiano, reciclaje de dinero de la mafia, servicios secretos, logia masónica, etc.
Un ejercicio de normalidad más indispensable si cabe ya que el Estado del vaticano sabrá a primeros de julio si ha superado con éxito las pruebas de transparencia de los expertos del Consejo de Europa, y pude integrar la "Lista Blanca" de los Estados eficaces contra el blanqueo de dinero.
En el fondo, se trata de desmontar una imagen de "Da Vinci Code" cuando el Estado más pequeño del mundo es víctima de una filtración de documentos confidenciales sin precedentes y el expatrón del IOR, el mediático Ettore Gotti Tedeschi, fue despedido bruscamente a finales de mayo.
Los diplomáticos fueron invitados durante la primavera a realizar unas visitas para familiarizarse con las finanzas vaticanas.
Inexistencia de códigos numerados, condiciones estrictas como la autorización del superior para abrir una cuenta individual, falta de relación con los bancos "off-shore", obligación de señalar operaciones sospechosas a la Autoridad de Información Financiera (AIF) creada en 2010, revisión del presupuesto anual por el gabinete de auditoría Deloitte, fueron algunas de las reglas de transparencia enunciadas por Paolo Cipriani. "Se trata de un control a 360 grados", aseveró.
A primera vista, el IOR parece una ciudadela inexpugnable y misteriosa: una masiva torre de piedra de sillería, de la época medieval.
En una sala alta, redonda y abovedada, unas ventanillas esperan a los contados clientes. La decoración es clara, sobria, elegante y confortable. Una cruz y un reloj se dan la cara en las paredes.
Más abajo están las cajas fuertes. El IOR -112 empleados- dispone de fondos por valor de 6.000 millones de euros, que corresponden a 33.000 cuentas de unas 25.000 entidades diferentes (congregaciones, etc).
Solo un 5% de esta suma está invertido en productos de bajo rendimiento. "Sin afán especulativo", proclama Cipriani, que expresa varias veces su "emoción" por tener que revelar los detalles de los arcanos del instituto que dirige desde hace cinco años.
Un 77% de clientes del IOR vienen de Europa, un 7% del Vaticano. El IOR está supervisado por una comisión de cardenales y solo contrata a católicos practicantes.
Entre las preguntas seleccionadas por el portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi, la más previsible: "¿El Papa tiene una cuenta?": "Non".
Cipriani asegura que el IOR colabora plenamente con una investigación de la justicia italiana que intenta determinar el origen -quizás mafioso- de transferencias al IOR.
La gestión del instituto, que "no es un banco", asegura Cipriani, fue una de las razones de su desacuerdo con Gotti Tedeschi.
Al final del ejercicio, exhibe una camiseta que lleva escrito "anti-money-laundering expert" con el dibujo de un recipiente para la colada tachado con una cruz negra.
AFP