Réquiem por Hernando Giraldo | El Nuevo Siglo
Martes, 10 de Septiembre de 2013

El jueves último, a sus 85 años de edad, dejó de existir en su pequeña chagra de La Mesa, Cundinamarca, el veterano periodista caldense Hernando Giraldo Álvarez, recordado por su polémica “Columna Libre”, de El Espectador, que sostuvo diariamente durante casi 30 años.

 

Una semblanza. En el refranero popular abundan los aforismos que utilizábamos para describirlo: Cuando ponía a funcionar el opinador, no tenía pelos en la lengua; no cargaba agua en la boca; no había venido al mundo en el mes de los temblores; llamaba al pan, pan, y al vino, vino y no perteneció a la generación de los nerviosos.

La primaria y la secundaria. Nacido en Neira, pueblo de eternas mayorías conservadoras situado donde comienza el norte de Caldas al que prefería llamar “Godorra”, el 28 de julio de 1928, en el hogar formado por Camilo Giraldo Peláez y María Álvarez Jaramillo, batió en su juventud todo un récord de planteles para coronar el bachillerato: tres años en la Escuela Apostólica de Santa Rosa de Cabal, con los padres vicentinos; año y medio en el Seminario conciliar de Manizales: cuatro años en el Instituto Universitario de Caldas y dos en el Colegio de nuestra Señora, de Manizales: !casi no acaba la secundaria!

El derecho. Cursó cinco años de derecho en la Universidad Javeriana, de Bogotá, en los tiempos del padre Gabriel Giraldo, y pese a que hizo, además, el año de judicatura rural en Boyacá, no se graduó de abogado, “no sé si por bruto, o por demasiado inteligente”, según sus propias palabras.

Giraldo, quien no tuvo parentesco alguno con “Los gorilas” Iáder y Alberto Giraldo, llevaba desde su retiro de la actividad periodística una vida casi monacal, en una pequeña finca en el municipio de La Mesa, cerca de Bogotá. Una decisión parecida tomó al establecerse en las afueras de Mosquera, Cundinamarca, lejos del mundanal ruido de la metrópli bogotana, su amigo y coterráneo David Manzur, el notable pintor.

Mendicante. Invitado a definir su profesión u oficio de muchos años, don Hernando dijo: “La mía fue la de mendicante del columnista y cronista. Como diez años en La Patria, de José Restrepo Restrepo; cinco años en La República, bajo los auspicios del ilustre y hoy olvidado Silvio Villegas, y como veinticinco años en El Espectador, por obra y gracia de don Gabrielito Cano”.

Otros columnistas. El neirano compartió  páginas de opinión en el otrora diario de los Cano con Lucas Caballero Calderón, Klim; Antonio Panesso Robledo, Panglos; Abelardo Forero Benavides, Lucio Duzán, Darío Bautista, Fabio Lozano Simonelli, Alfonso Castillo Gómez, Luis Lalinde Botero, Lino Gil Jaramillo, Gonzalo González, Gog, y Manuel Drezner.

Un chascarrillo. Hernando Giraldo, quien además de su firma de aseo “Casa-limpia”, formó parte de una sociedad dueña de “El Zaguán de las Aguas”, conocido restaurante del centro de Bogotá, solía reconocer ante sus amigos que “los precios de su negocio eran tan altos que allí valía  más un ala de pollo que un ala de avión”.

Paz en su tumba.