Las precarias condiciones de vida, el maltrato y los abusos fueron las principales razones que motivaron a los menores del Putumayo a dejar un campamento del frente 48.
Uno de los menores, de 15 años de edad, oriundo de Piñuña Negro, municipio de Leguízamo, desde hace tres años ha sido víctima del grupo terrorista que delinque en el sur del país, recorriendo las poblaciones ribereñas para atemorizar a sus pobladores, sembrar minas antipersona y reclutar forzosamente a niños y niñas que, bajo promesas falsas y engaños, ingresan a estos grupos con el anhelo de lograr una vida mejor, deseo que rápidamente se diezma con cada paso, cada noche en vela y palabra soez por parte de sus cabecillas.
“Yo me fui a la Farc porque alias “Mario Suarez”, capturado por la Armada Nacional el pasado mes de abril, me dijo que la vida en las Farc era mejor que en la civil, pero al poquito tiempo de llegar me di cuenta que fui un tonto al creerle, allá lo único que uno recibe es maltrato”, cuenta el menor.
Durante los más de 1100 días que duró este menor al interior de la tercera comisión del frente terrorista, liderada por alias “Pitufo”, recibió, junto a 50 menores entre los 12 y 16 años, entrenamiento en el manejo de diferentes tipos de armas y en la fabricación de artefactos explosivos improvisados para ser sembrados en veredas y corregimientos del medio Putumayo.
“Un camarada con el que me la pasaba, sembró unas dos mil minas cerca a mi pueblo, por eso cuando pasaban los días pensaba en que allá nos meten el cuento que uno lucha por la gente, pero es una gran mentira, porque todas esas minas es para hacerle daño a ese mismo pueblo” relató el menor.
Añade que durante su paso por las Farc, tuvo varias experiencias que marcaron su vida y lo hicieron desear volver a la libertad, pues los cabecillas guerrilleros le prohibían visitar a su familia y abandonar la estructura terrorista, pues amenazaban con quitarle la vida, como hicieron con otro menor. “Un muchacho quería escaparse porque estaba muy aburrido de los maltratos en las Farc, de no recibir nada a cambio por estar allá, sino sólo la comida. Por eso le contó a un compañero para que se fueran juntos, pero él lo traicionó, le contó al comandante y le hicieron consejo de guerra. Por eso yo sentía miedo, no quería que me pasara lo mismo”.