El norte de la descentralización
Mucho eco en sectores de la academia y los gremios tuvieron las respuestas del precandidato presidencial de la coalición Equipo por Colombia y exministro Juan Carlos Echeverry a la carta que le dirigió un grupo de economistas, conocido como “Consenso de Bogotá”, a todos los aspirantes a la Casa de Nariño. Por ejemplo, Echeverry expuso una tesis sobre la urgencia de la descentralización, ya que en su concepto “la economía actual sucede básicamente en 49 municipios de Colombia donde hay alto valor agregado. En los restantes, 1.073, ocurre muy poco valor agregado. Que los 49 municipios relativamente ricos prosperen y crezcan no parece ser suficiente. Se necesita ‘crear’ nueva economía en todo el territorio nacional, en especial en los de bajo valor agregado”.
“Estado ombliguista”
Según Echeverry “… esto requiere emplearnos a fondo en las provincias, con ofertas de vías, crédito, centros logísticos de pos-cosecha y frío, aduana, tecnología, logística y reducción de costos. Para esto hace falta mucho más que reformas y leyes. Se necesita una transformación económica con apuestas regionales, sumada a un agresivo cambio en la gerencia y la gestión estatal y gremial de identificación de potenciales milagros regionales, apertura de mercados, asociatividad y apuestas competitivas… Esto implicaría una transformación a fondo del Estado actual, ineficaz, ombliguista, entorpecedor y centralista. Fuerza además una descentralización urgente para que las cosas sucedan en el territorio y no en modelos de Bogotá”.
Cocina y política (I)
Pero no fue la única diferencia de fondo entre Echeverry y las recomendaciones del grupo de economistas. “… Mi diferencia más profunda con el Consenso de Bogotá es sobre el papel de las llamadas ‘recomendaciones de política’: recetas, leyes, normas, estudios, etc. Para explicar la diferencia usaré el símil de las recetas de cocina. Hay un asombro en Colombia y América Latina de que la comida preparada con buenas recetas sabe mal y alimenta poco. Olvidan que entre la receta y el sabor del plato preparado media la calidad del cocinero. Un buen cocinero es riguroso en las proporciones de la receta, la mezcla en el orden y momento preciso, aplica la temperatura indicada, por el tiempo señalado, la saca del fuego oportunamente y la sirve tal como especifica la receta. Esa es la diferencia entre los buenos y malos restaurantes que venden la misma comida. Es el chef, no la receta. Claro, un buen chef además innova y mejora la receta, pero no entremos en eso”.
Cocina y política (II)
Tras esa explicación, el exministro conservador y hoy precandidato independiente señaló que “… las instrucciones de los economistas se traducen en transformaciones adecuadas de la realidad económica y social si son aplicadas por una persona o grupo de personas suficientemente consistentes, persistentes, concienzudos, éticos y dedicados, para garantizar que se dé el resultado esperado. La clave está en la calidad de los funcionarios, de los equipos de gobierno, la claridad de su liderazgo, la consistencia en seguir un derrotero hasta obtener el resultado… el tiempo dedicado a entrenar continuamente a los equipos para ‘cocinar bien’ las políticas públicas; en fin, hay muchas formas de malograr una buena política pública; y tal vez sólo una de acertar. Esa, para mí, es en buena parte de la diferencia entre Alemania, Japón, Corea, de un lado, y Colombia o América Latina, del otro. No tanto las recetas, sino los cocineros”.