El nuevo presidente de Malí, Ibrahim Boubacar Keita, fue elegido en la segunda vuelta de las presidenciales de Malí con 77,61% de los votos frente a los 22,39% de su adversario, Soumaila Cissé, según datos oficiales publicados este jueves.
La participación en la segunda vuelta, que se celebró el 11 de agosto, fue del 45,78%, con cerca de 93.000 votos nulos (frente a los 400.000 de la primera vuelta del 28 de julio), según las cifras del ministro malí de Administración Terriorial (Interior), Moussa Sinko Coulibaly.
Ibrahim Boubacar Keita (IBK), de 68 años, ex primer ministro del país, se convirtió en presidente después de que su rival, Soumaila Cissé, exministro de Finanzas, reconociera la derrota.
Tendrá la difícil tarea de reconciliar a un país traumatizado y debilitado por 18 meses de profunda crisis política y militar.
De los 3.033.601 de votos depositados, IBK, cacique de la vida política malí, obtuvo 2.354.693 frente a los 679.258 de Soumaila Cissé.
Keita había negociado su alianza en la segunda vuelta con 22 de los 25 candidatos eliminados en la primera.
El lunes en la noche, Soumaila Cissé reconoció su derrota, trasladándose con su familia al domicilio de Boubacar Keita en Bamako para felicitarlo y desearle "buena suerte para Malí".
Cissé había anunciado el martes que dada "la fragilidad" de la situación en el país, no introduciría recurso alguno ante la Corte Constitucional, que debe validar los resultados dados por el ministerio del Interior.
El candidato derrotado preconizó "un comportamiento virtuoso" para "una verdadera reconciliación en los corazones y en los espíritus" en su país.
La presidencia francesa, en un comunicado, destacó que "la amplitud de la victoria de Ibrahim Boubacar Keita le dará toda la legitimidad necesaria para emprender el esfuerzo de recuperación nacional y de desarrollo del país (...) y Francia permanecerá al lado del Malí democrático".
La investidura de Keita, quien no se ha pronunciado desde el domingo, está prevista en septiembre. Una pesada tarea lo espera ahora.
Deberá tomar rápidamente medidas concretas para devolver la confianza a los malíes, traumatizados y divididos por la profunda crisis política y militar que acaban de atravesar.
Dicha crisis comenzó en enero de 2012 con una ofensiva de los rebeldes tuaregs en el norte, suplantados rápidamente por grupos criminales e islamistas armados vinculados a Al Qaida que tomaron el control de esta región, poco después de un golpe de Estado militar el 22 de marzo de 2012.
Los grupos yihadistas y criminales perpetraron todo tipo de barbaridades antes de ser expulsados con la ayuda de la intervención militar franco-africana que todavía se mantiene.
El conflicto sumió a Malí en la recesión, agravó la pobreza, reavivó las tensiones entre las comunidades tuareg, árabe y negra y provocó cerca de medio millón de desplazados internos y refugiados.
Los soldados franceses y los de la misión de estabilización de la ONU en Malí (Minusma) dieron su apoyo al ejército del país para garantizar la seguridad de las dos vueltas de la elección presidencial.