TRAS LOS comicios parlamentarios y presidenciales del primer semestre se pensaba que el nuevo mapa político ya había quedado delineado y que este marcaría sin mayor sorpresa la conformación de los bloques de gobierno, independientes y contradictores, a la luz del debut del Estatuto de Oposición.
Sin embargo, desde el 17 de junio, cuando Iván Duque se convirtió en presidente electo, a hoy, ese mapa político que se creía casi definitivo ha sufrido mutaciones que nadie presupuestó cuando culminó la campaña proselitista.
La política de “cero mermelada” anunciada por el nuevo Ejecutivo, el pulso por las directivas del Congreso, el ajedrez de la conformación de la coaliciones partidistas oficialistas, independientes y de oposición, así como las mediciones de poder alrededor de elecciones determinantes como las del Contralor General y los magistrados del Consejo Nacional Electoral generaron un sismo en ese mapa político dejado por los comicios y tienen a más de un partido en crisis.
Por ejemplo, la sorpresiva determinación de 25 senadores y representantes de La U de ingresar a la coalición de gobierno, generó un cisma con 16 parlamentarios que, considerando que no podían apoyar un Ejecutivo que siempre criticó el acuerdo de paz de Santos, eran partidarios de declararse independientes y hacer, junto a Cambio Radical y los liberales, un bloque político determinante para tramitar la agenda legislativa y forzar a la Casa de Nariño a negociar políticamente.
En medio de denuncias de ofrecimientos de “mermelada” a los parlamentarios gobiernistas a nivel regional y de institutos, agencias y departamentos administrativos, La U se dividió e incluso el bloque ‘rebelde’ habló de armar toldo aparte, tramitando una escisión partidista ante el CNE. Ante la dificultad de esta última ruta, esta semana el bloque de los 16 parlamentarios pro-independencia, con Roy Barreras y Armando Benedetti a la cabeza, enviaron una carta al presidente Duque planteándole una interacción directa del Gobierno con ellos, para definir qué se podía apoyar de la agenda legislativa y qué no.
Pero si por las toldas de La U llueve, por las del liberalismo no escampa, e incluso podría decirse que soplan vientos huracanados. La división en torno a la permanencia de César Gaviria como timonel del partido, que era evidente desde tiempos de la estruendosamente fallida candidatura de Humberto de la Calle, explotó esta semana. Un grupo de 24 exministros, exviceministros y dirigentes nacionales y regionales rojos, con Juan Fernando Cristo a la cabeza, renunciaron a la oficialidad del partido, alegando que su actual rumbo es equivocado y suicida. Culpando directamente al expresidente de toda la crisis, reiteraron que era necesario buscar nuevos escenarios para ambientar las verdaderas ideas liberales, más aún ahora que los comicios regionales están a un poco más de un año.
Mientras que la facción disidente dice que por lo menos 8.000 dirigentes de distinto orden se apartaron de la oficialidad roja y que algunos parlamentarios solo se quedan porque Gaviria manejará los avales para las elecciones regionales, tanto desde la Dirección Nacional como desde la bancada se minimiza la escisión, señalando incluso que fueron apenas 24 “personas” las que se apartaron y que se trata en su mayoría de exministros y exaltos funcionarios santistas que quieren lanzarse a la oposición a Duque.
En otras toldas…
En el Partido Conservador también hay vientos de inconformismo. Se dice, por ejemplo, que el expresidente Andrés Pastrana, que semanas atrás se pensaba que iba a asumir las riendas de la colectividad, volvió a tomar distancia porque el actual Directorio Nacional no quiso cambiar la terna que había presentado al gobierno Duque para la Alcaldía de Cartagena. La decisión presidencial de designar a Pedrito Pereira como mandatario encargado de La Heroica generó críticas del exmandatario no solo contra este sino contra el propio Duque. Por ahora se desconoce si habrá distanciamiento permanente del expresidente con la Casa de Nariño.
Tampoco hay aguas calmadas en el Centro Democrático, ya que cada día son más evidentes las señales de inconformismo de una parte de la bancada con las decisiones políticas, económicas, de proceso de paz y en otros campos del presidente Duque.
Distanciamientos que van desde la negativa (reiterada esta semana por el propio Álvaro Uribe) a ampliar el IVA en la canasta familiar, hasta protestas puntuales por las designaciones en algunos altos cargos y el ‘olvido’ de muchos uribistas que trabajaron duro en la campaña. Aunque el propio exmandatario ha pedido que no se critique públicamente a Duque, ya varios parlamentarios han lanzado duros dardos a la Casa de Nariño.
Y como si lo anterior fuera poco, en el partido Farc hay un riesgo alto de cisma entre dos bandos claramente diferenciados alrededor de la crisis en la implementación del acuerdo de paz, el cumplimiento de los compromisos con la JEP, el peligroso fortalecimiento de las disidencias, el creciente grado de incertidumbre en la base de los desmovilizados y cómo reaccionar ante la judicialización de los reincidentes criminales. De un lado está Rodrigo Londoño, alias ‘Timochenko’, y del otro alias ‘Iván Márquez, exjefe negociador de quien hoy no se sabe su paradero ni si continúa fiel al acuerdo de paz.
En el resto de colectividades no asoman, por ahora, mayores síntomas de crisis o división. Hay los normales roces internos y diferencias de criterios, pero se manejan sin sobresaltos ni ultimátum, a diferencia de los casos anteriormente expuestos en donde, es claro, que soplan vientos huracanados y se navega por aguas turbulentas, pese a que hace pocas semanas se creía que el mapa político estaba ya delineado y no habría mayores cambios.