Si el 18 de junio pasado, un día antes de la segunda vuelta presidencial que enfrentaba a Rodolfo Hernández y Gustavo Petro, alguien hubiera dicho que fuera cual fuera el resultado de las urnas ese domingo, el país estaba a pocos días de ver a los principales líderes políticos sentados a la mesa, hablando de tramitar sus diferencias por la vía del diálogo y el respeto, así como avanzando la posibilidad de apoyar una agenda de “acuerdo nacional”, esa persona habría sido tildada de delirante.
Y no era para menos: ese sábado 18 de junio cerró una de las campañas más agresivas de este siglo en Colombia, en el marco de la cual el alud de precandidatos y candidatos se cruzaron las más duras acusaciones, hubo múltiples denuncias de estrategias de ‘guerra sucia’ y las redes sociales se volvieron un campo de batalla hora tras hora, generando un clima de polarización sin antecedentes.
Es más, la misma noche del 19 de junio, cuando se confirmó el triunfo del candidato del Pacto Histórico, la primera advertencia de los analistas y dirigentes políticos era que Petro recibía un país dividido, y la principal evidencia de ello era que si bien con 11,2 millones de votos se convertía en el primer mandatario de izquierda en Colombia, su rival había sumado 10,5 millones de respaldos.
Aunque desde el discurso de triunfo el mandatario entrante insistió en su propuesta de convocar a un “acuerdo nacional” y llamó a Hernández, al expresidente Álvaro Uribe, al excandidato Federico Gutiérrez, al también exaspirante Sergio Fajardo y a todos los partidos contradictores suyos a sentarse a la mesa y buscar consensos sobre el nuevo rumbo del país, pocos creían que esa convocatoria daría resultado. Por el contrario, se auguraba que los partidos de centro y centroderecha se lanzarían de inmediato a la oposición o, por lo menos, a la independencia frente al entrante Ejecutivo, sin mayor ánimo colaborativo.
Sin embargo, dos semanas después de las urnas el país asiste, entre atónito y medianamente optimista, a ese escenario impensable de ver a Petro reunido con sus principales contradictores políticos y recibiendo el apoyo, o al menos el anuncio de no oposición, de los partidos que estuvieron en su contra durante la campaña, las consultas internas del 13 de marzo, la primera vuelta del 29 de mayo y el balotaje final del 19 de junio.
Contra todos los pronósticos, en la primera semana después de ganar la sucesión en la Casa de Nariño el presidente electo logró consolidar una coalición mayoritaria en Senado y Cámara. Contando inicialmente con las curules de su partido (el Pacto), así como las de Comunes (exFarc), los indígenas y afrodescendientes, en cuestión de pocos días el bloque parlamentario petrista sumó el apoyo de la Alianza Verde, el partido Liberal y La U, todos los cuales indicaron que harían parte del bloque del nuevo gobierno.
De esta forma, Petro terminó su primera semana con el respaldo del 60% de las 107 curules del Senado y el 62% de las 187 de la Cámara de Representantes, porcentajes suficientes para poder sacar avante la mayoría de las reformas legales y constitucionales que plantea, las mismas que durante la campaña fueron catalogadas de radicales e inconvenientes por sus rivales.
- Le puede interesar: Hechos violentos ponen bajo lupa a Unidad Nacional de Protección
Reuniones y anuncios
Ahora, si la primera semana fue sorpresiva en cuanto a la forma en que el gobierno entrante logró consolidar una coalición mayoritaria en el Parlamento, esta segunda lo fue aún más, no tanto porque sumara nuevos apoyos a su bloque sino porque se tendieron puentes entre los principales líderes de la oposición e independientes con el presidente electo.
De un lado, Petro se reunió con Hernández, su rival en segunda vuelta y a quien le ganó apenas por 700 mil votos. De acuerdo con la oficina de prensa del ingeniero santandereano en el encuentro este “le reafirmó al presidente electo su compromiso para formar parte de un acuerdo nacional que conduzca a un cambio real en Colombia… También se revisaron las posturas tanto de Hernández como de Petro, sus semejanzas y diferencias, con el propósito de avanzar en políticas que impulsen la construcción del país".
Lo más importante es que quedó claro que Hernández no hará oposición desde su curul en el Senado y que coinciden en temas como la lucha anticorrupción. Sin duda una sorpresa para quienes hace 15 días sostenían que el ingeniero, con sus 10,5 millones de votos, sería el principal contrapeso político al nuevo gobierno.
Pero si la reunión con Hernández sorprendió, más lo hizo la que sostuvo Petro el miércoles pasado con el propio Uribe, su mayor contradictor político en la última década y media. Fue un encuentro, al decir de ambas partes, sereno, respetuoso y concentrado en cuáles serán las reformas que planteará el nuevo Ejecutivo y qué podría apoyar el Centro Democrático de las mismas. Incluso, el propio expresidente indicó que recalcó ante el mandatario de izquierda cuáles serían los cambios y ajustes con los que el uribismo no está de acuerdo.
Al final quedó claro que el Centro Democrático se irá a la oposición (prácticamente solo en Senado y Cámara) y que espera del gobierno electo una relación respetuosa en las diferencias visibles entre ambas orillas políticas.
- Le puede interesar: Presentan informe de la Comisión de la Verdad ante la UE
Línea intermedia
No menos sorprendente fue la reunión del mandatario entrante con el ex vicepresidente Germán Vargas Lleras, de la que no trascendió mayor información, salvo que se habló de la agenda legislativa, el “acuerdo nacional” y cuál podría ser la postura de Cambio Radical frente al gobierno de Petro. Por ahora toda apunta a que esta colectividad estará en la franja de los independientes y no en la oposición.
A lo anterior debe sumarse que el jueves pasado se reunió el Directorio Nacional Conservador y allí quedaron claras tres circunstancias. Primera, que el partido no le hará oposición al gobierno Petro. Segunda, que se situará en la franja de los independientes pero apoyará aquellas reformas que considere positivas para el país. Y, tercera, que los sectores que pedían que la colectividad se lanzara a la oposición no solo quedaron en minoría, sino que por esa causa dio un paso al costado el exsenador Omar Yepes Alzate y asumió como presidente del directorio el senador Carlos Andrés Trujillo, quien precisamente se había reunido días atrás con el presidente electo.
“Hemos aceptado la invitación del presidente electo de hacer parte de ese gran acuerdo nacional, que permita establecer un dialogo de cara al país, un diálogo que interprete el momento de la historia, un diálogo que permita sacar adelante las grandes reformas que necesita la nación”, explicó Trujillo, dejando en claro que las bases del acuerdo, las “líneas rojas” que no cruzará el partido y cuál posición se tomará en el marco del Estatuto de la Oposición las definirá el nuevo directorio, a elegirse en próximas semanas.
Agregó que todo acuerdo debe enrutarse en la defensa del orden, la propiedad privada, la libre empresa y el crecimiento económico con equidad social.
Ya con anterioridad partidos como Verde Oxígeno (de Ingrid Betancourt y con dos parlamentarios), y el Movimiento de Salvación Nacional (sin congresistas), indicaron que harán oposición, en tanto el Nuevo Liberalismo (una representante a la Cámara) se declaró en independencia.
Como se ve, este nuevo mapa político era impensable hace dos semanas y si bien las posturas de los partidos han generado divisiones, polémicas e incluso renuncias, al final las mayorías y las cúpulas mandan. Allí, en ese escenario, el presidente electo va ganando, no solo porque tiene una coalición mayoritaria en el Congreso, sino porque los partidos independientes (Cambio y conservadores) podrían unirse al “acuerdo nacional” y la oposición uribista no será, por ahora, radical.
¿Cuánto durará ese clima de consenso? Nadie lo sabe, pero es claro que nadie esperaba este cambio en el país político.