Tras el congreso fundacional celebrado entre el 28 y el 31 de agosto de 2017, el 1 de septiembre nació oficialmente el partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc), surgido de los acuerdos de La Habana.
¿Cómo han sido estos 15 meses para la naciente organización política? Se puede decir, como se verá, que el balance tiene luces y sombras.
Para no pocos analistas, una de las decisiones más controversiales fue el nombre. Se entiende que la dirigencia quiere mantener en su militancia, es decir entre los desmovilizados, una clara continuidad con su proyecto político. Pero también es hasta cierto punto insensible conservar una sigla que tan malos recuerdos trae a una buena parte de la población, como quedó demostrado con los resultados del plebiscito.
El nombre se definió el 31 de agosto con 628 votos frente a la propuesta de Nueva Colombia que logró 264 sufragios.
Aunque los acuerdos le daban curules en el Congreso (cinco Representantes y cinco senadores), el partido Farc promovió candidatos de cara a las elecciones de marzo y presentó a su presidente Rodrigo Londoño (‘Timochenko’) como aspirante a residir en la Casa de Nariño.
La candidatura de ‘Timo’ se enfrentó a lo que el partido consideró “falta de garantías electorales”, como el continuo saboteo a sus intervenciones públicas. Pero en marzo de este año, cuando debió ser sometido a una cirugía a corazón abierto, por problemas coronarios de vieja data, debió apartarse de la carrera presidencial.
Así, el partido Farc prosiguió su actividad proselitista, en medio de los asesinatos de sus ex combatientes, que según sus propias cifras ya superan 84 víctimas mortales.
En los comicios de marzo, los candidatos del partido Farc obtuvieron poco más de 85.000 votos, entre Senado y Cámara (exactamente 32.636 apoyos en el primer caso y 55.400 en el segundo), lo que no les permitió sumar ningún escaño adicional a los ya mencionados.
Sin embargo, hasta esta semana de los 10 congresistas acordados solo contaban ocho, porque no se posesionaron Luciano Marín, alias ‘Iván Márquez’, ni Seuxis Paucias Hernández, alias ‘Jesús Santrich’. Este porque está en proceso de extradición por conductas punibles posiblemente cometidas luego de firmado el Acuerdo de Paz y aquel porque considera que ese proceso judicial es un montaje, lo que para él configura una inseguridad jurídica en cuanto a lo pactado en La Habana.
Tras una decisión del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, el jueves pasado se posesionó Benedicto de Jesús González en reemplazo de ‘Santrich’. Ya a la bancada no le falta sino un solo integrante.
Tras la importante votación alcanzada por la consulta del 26 de agosto, el partido Farc tuvo asiento en la mesa técnica anticorrupción, cuya primera sesión fue nada menos que en la Casa de Nariño, reunión liderada por el presidente Iván Duque con presencia de ‘Timochenko’ y del senador Julián Gallo, alias ‘Carlos Antonio Lozada’, lo que fue bien recibido por un sector del uribismo.
En la actividad parlamentaria, el partido Farc junto al resto de las bancadas de oposición (Polo Democrático, Lista de la Decencia, Alianza Verde y Movimiento Alternativo Indígena y Social –MAIS–) representan una pequeña porción del Congreso y sin embargo han logrado un par de cosas a favor de la implementación del Acuerdo de Paz.
Uno de esos logros fue el hundimiento del proyecto que establecía una sala especial de la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) para juzgar a los militares, iniciativa que, sin embargo, conllevó a una reunión inédita entre congresistas de varios partidos y en la que estuvieron dialogando entre otros los senadores Gallo y Álvaro Uribe, líder natural del Centro Democrático, aunque no lograron un acuerdo que salvara el mencionado articulado.
Pero no es el único intercambio de palabras que los congresistas del partido Farc han tenido con Uribe. La semana pasada la senadora Griselda Lobo, alias ‘Sandra Ramírez’, con ocasión de la conmemoración que hacía la plenaria del Senado del Día de los Derechos Humanos, le entregó al expresidente una planta como símbolo de la “construcción de una nueva patria”.
Lobo, quien además es la viuda del jefe guerrillero Pedro Antonio Marín (Manuel Marulanda o Tirofijo), le dijo a Uribe que “la paz merece dejar atrás los orgullos” y que, igual que la planta, necesita de todos que “la cuidemos y la construyamos con amor, verdad, justicia y reconciliación”.
Uribe respondió que “no albergo odios, además es inútil” y que “aquí no hay odios, pero sí preocupaciones”; tras precisar que “no me podía negar a recibírsela”, el exmandatario anotó le pidió a Lobo “entender que hay unas diferencias”.
Para ella, según trinó luego, “aunque tengamos diferencias profundas en nuestra ideología, podemos encontrarnos en lo que nos une para sacar adelante a nuestra gente”.
¿Qué significado político podrá tener este incidente? El tiempo lo dirá.