Las relaciones de Colombia con Estados Unidos suelen ser sólidas, dada la alianza geopolítica de largo aliento entre ambos países. Sin embargo, hay coyunturas gubernamentales que inciden en que haya puntos altos y bajos.
En la pasada administración de la Casa Blanca, por ejemplo, la interacción entre los gobiernos Duque y Trump fue muy activa, dada su afinidad ideológica. Por ejemplo, la Casa de Nariño fue la primera en apoyar a Mauricio Claver-Carone como candidato a presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la carta de Washington, en contra de una regla tácita en la región de apoyar un aspirante latinoamericano.
Si bien Trump llegó a criticar la eficiencia de Colombia en materia antidroga y en algún momento se habló del riesgo de una descertificación, ello nunca ocurrió y se mantuvo el apoyo político y presupuestal a nuestro país, así como una fuerte llave contra la dictadura en Venezuela.
Ya en campaña en Estados Unidos a finales de 2020, el ambiente se enrareció por cuenta de las versiones de que parlamentarios y dirigentes uribistas estarían apoyando en algunos estados la reelección de Trump, en detrimento del aspirante demócrata Joe Biden.
Esta supuesta injerencia tuvo que ser negada hasta por el presidente Duque, quien reafirmó su compromiso de trabajar con cualquiera de las dos fuerzas políticas estadounidenses.
Tras el triunfo de Biden se temió un mal ambiente para Colombia en el nuevo gobierno, que se posesionó el 20 de enero de este año. Sin embargo, los hechos han evidenciado que la relación bilateral se mantiene a buen ritmo.
Se recuerda que no habían pasado 10 días del nuevo mandato de Biden y la canciller colombiana de ese momento, Claudia Blum, tuvo la primera conversación con el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken. “Con Estados Unidos fortaleceremos el trabajo para la reactivación poscovid, la defensa de la democracia en la región, la lucha contra el cambio climático, y las estrategias integrales contra el crimen transnacional y el narcotráfico”, dijo Blum.
Luego, el 17 de febrero, Biden envió a Duque una misiva en la que se comprometió con la agenda bilateral. “Asumí la Presidencia con los ojos claros sobre los abrumadores desafíos globales y regionales que se avecinan, pero también ansioso por revitalizar relaciones importantes y duraderas con socios como Colombia”, dijo el nuevo titular de la Casa Blanca.
Por último, señaló que estaba “comprometido con una agenda bipartidista que promueva nuestra prosperidad compartida, que contribuya a una paz duradera para todos los colombianos, y que avance nuestra visión compartida para un hemisferio seguro, medio y democrático”.
Vendría luego un primer filtro antidroga, en el que el Departamento de Estado resaltó los resultados en erradicación e incautación de narcóticos en Colombia, aunque alertó sobre el aumento de narcocultivos.
De forma paralela, Estados Unidos incrementó la donación prioritaria de insumos, equipos y luego de vacunas para hacer frente a la crisis por el covid-19 en nuestro país, al tiempo que su voto ha sido clave para que la banca multilateral amplíe las líneas de crédito a Colombia.
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Otra llamada
Pasaron cuatro meses para que los dos mandatarios sostuvieran otra comunicación, esta vez por vía telefónica, el 28 de junio. Durante la llamada, hablaron de reactivación económica y empleo tras el impacto de la pandemia, de la agenda global por el cambio climático, de los valores compartidos en materia de democracia y derechos humanos, así como de la importancia de enfrentar con efectividad las amenazas comunes en materia de seguridad regional y crimen transnacional.
Adicionalmente, Biden expresó su preocupación por la situación en Venezuela y su impacto regional, y subrayó la importancia de buscar un consenso internacional para unas elecciones libres y justas en esa nación. También, reconoció el esfuerzo de Colombia al ofrecer el Estatus de Protección Temporal para los migrantes venezolanos.
Por su parte, Duque agradeció la solidaridad expresada por su homólogo estadounidense, así como el apoyo para enfrentar las acciones terroristas tras el ataque que él sufrió cuando se desplazaba con su comitiva en un helicóptero que aterrizaba en Cúcuta. De igual forma, Duque le extendió la invitación a Biden para que, junto a su esposa Jill, visitaran nuestro país.
Todo ello en medio de un hecho que cayó como baldado de agua fría. Pese a que el informe de la ONU señalaba que hubo una reducción de narcocultivos en Colombia, el de la Casa Blanca encontró todo lo contrario.
Sin embargo, en septiembre, en un memorando publicado por la Casa Blanca dirigido al Departamento de Estado, el presidente Biden mantuvo la certificación a Colombia en la lucha contra las drogas. Allí se destacó que el Gobierno colombiano superó la meta de erradicar en 2020 unas 130 mil hectáreas de cultivos de coca, a pesar de las dificultades que se presentaron por el confinamiento derivado de la pandemia.
Igualmente, el memorando resaltó que Colombia “continuó aplicando una agresiva política antinarcóticos en 2020 y 2021, en consonancia con los cinco pilares articulados en su estrategia nacional antinarcóticos”.
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Frente común
Como se dijo, el tema Venezuela es central dentro de la relación de los gobiernos Duque y Biden. Ambos países mantienen una postura inflexible contra la dictadura chavista, exigiendo no solo el regreso de la democracia sino que la cúpula chavista sea juzgada por múltiples delitos.
Es claro que con Perú y Bolivia ahora en manos de gobierno de izquierda, Bogotá y Washington han estrechado su alianza geopolítica, no solo contra Caracas, sino contra regímenes como el cubano o el de Nicaragua.
En el tema migratorio también hay una colaboración, aunque no en la dimensión que reclama Bogotá a toda la comunidad internacional. En agosto, momento cuando el jefe de Estado colombiano anunció la creación de un Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos, el secretario de Estado, Antony Blinken, aplaudió la medida.
Luego en septiembre y durante la primera visita de Duque a Estados Unidos este año, el representante de la Misión Política de ese país ante Naciones Unidas, Jeffrey DeLaurentis, en desarrollo del evento sobre la crisis humanitaria de los migrantes y refugiados, denominado
“El compromiso y las medidas de Colombia”, anunció más de 336 millones de dólares en nueva ayuda humanitaria para responder a la crisis migratoria venezolana.
Precisamente, el mandatario colombiano, en el último mes, ha hecho dos giras a Washington y Nueva York. Aparte de la mencionada ayuda a los migrantes, avanzó en concretar compromisos de inversión extranjera directa y la ampliación del portafolio de créditos con entidades multilaterales, al tiempo que atendió el interés manifestado por los dos más grandes bancos de inversión para ampliar sus intereses en infraestructura. También logró aportes de importantes empresarios y fundaciones para la conservación del medio ambiente en el país.
Blinken en Bogotá
En su primera visita a Suramérica, el secretario de Estado estadounidense hizo escala esta semana solo en Ecuador y Colombia. En Bogotá analizó con Duque temas de alto interés binacional como la migración, la lucha contra las drogas y la reactivación económica.
Blinken aseguró que fue el mismo Biden quien le pidió venir a Colombia en su primer viaje a Sudamérica porque ven en Duque un “amigo muy importante para Estados Unidos”.
Obviamente entre ambos gobiernos hay diferencias en algunos temas. Sin embargo, es claro que en apenas nueve meses ya se tiene una dinámica sólida en la alianza. Las distancias de espectro político entre la administración uribista de Duque y la demócrata de Biden poco se han sentido, ya que la agenda de largo aliento se impone.
Si bien todavía no ha habido un encuentro presencial entre Duque y Biden, nadie duda del buen momento de las relaciones, en vísperas de que Colombia y Estados Unidos cumplan 200 años de relaciones diplomáticas. De pronto esa sea la oportunidad de la esperada foto del apretón de manos, que en todo caso debe darse antes del 7 de agosto, cuando habrá relevo en la Casa de Nariño.