En el parlamento británico permanece a esta hora el cuerpo de Margaret Thatcher donde se llevará a cabo una ceremonia religiosa privada en la víspera del funeral ceremonial en la catedral londinense de San Pablo.
Esta fue una de las últimas voluntades de la ex primera ministra, fallecida el 8 de abril a los 87 años, que ocupó un escaño en la Cámara de los Comunes entre 1959 y 1992 antes de ser nombrada miembro vitalicio de la de los Lores.
El féretro con los restos mortales de esta figura tan ineludible como controvertida de la política británica, llegó en un coche fúnebre al palacio de Westminster poco antes de las 15H00 locales.
Cuatro hombres vestidos de negro introdujeron el ataúd de madera clara, que estaba cubierto con una bandera británica sobre la que reposaba una corona de flores blancas, en el imponente edificio.
Una vez en la capilla medieval de Santa María de la Cripta, el deán de Westminster, John Hall, oficiará una misa ante un centenar de personas, incluidos los familiares de Margaret Thatcher encabezados por su hijos, los gemelos Carol y Mark, figuras destacadas de ambas cámaras y miembros o empleados que trabajaron con ella.
Tras la ceremonia religiosa, las puertas permanecerán abiertas para que los diputados y lores que lo deseen puedan rendir honores a Thatcher, que dejó instrucciones para que su cuerpo no fuera expuesto públicamente.
Tras pasar la noche en esta capilla construida a partir del siglo XVIII y que antes de su reforma fue también bodega y establo, el féretro será sacado el miércoles del céntrico palacio para su último trayecto hasta la catedral de San Pablo, envuelto en una Union Jack.
La única mujer primera ministra que ha tenido el Reino Unido, que con sus 11 años al frente del gobierno, entre 1979 y 1990, ostenta también el récord de supervivencia en el cargo en más de 150 años, tendrá un funeral ceremonial con honores militares, justo por debajo del funeral de Estado y prácticamente con la misma pompa.
Más de 700 militares, en su mayoría representantes de los regimientos que combatieron en la guerra de las Malvinas contra Argentina en 1982, participarán en la procesión del féretro entre el parlamento y la catedral, que durará unos 19 minutos.
Un cañón será disparado cada minuto mientras dure la procesión, que hará una parada en la iglesia de San Clemente Danes, la capilla de la Fuerza Aérea británica, donde el féretro será colocado sobre una cureña tirada por caballos.
Ocho militares se encargarán de introducir el ataúd en la catedral, donde estarán esperando los más de 2.000 invitados, encabezados por la reina Isabel II y el gobierno británico en pleno.
Junto a ellos, algunos dignatarios extranjeros como los primeros ministros de Israel, Benjamin Netanyahu, y Canadá, Stephen Harper.
Sin embargo, varios ilustres invitados, como el último mandatario soviético, Mijaíl Gorbachov, el excanciller alemán Helmut Kohl y todos los expresidentes de Estados Unidos renunciaron al viaje por diversos motivos.
Argentina, que mantiene tensas relaciones con el Reino Unidos por la cuestión de la soberanía de las Malvinas, no tendrá representación, después de que la embajadora en el Reino Unido, Alicia Castro, declinara la invitación.
Más de 4.000 policías velarán por la seguridad del funeral de Thatcher, que incluso después de muerta sigue suscitando tanta admiración como odios, para evitar sobre todo alteraciones del orden público, aunque los atentados del lunes en Boston también obligaron a revisar los planes.
La policía recomendó a los establecimientos situados a lo largo del recorrido que retiren cualquier objeto que pueda utilizarse como arma arrojadiza durante la procesión.
Varios grupos llamaron a mostrar su repulsa contra el alto coste del funeral, que según estimaciones de prensa podría alcanzar los 10 millones de libras, y las radicales políticas económicas de Thatcher, identificadas con el desmantelamiento del estado del bienestar y la preeminencia que cobró la finanza sobre la actividad productiva, que cimentaron la crisis actual.
Mientras unos "darán la espalda" al cortejo, que como la ceremonia será retransmitida en directo por televisión, otros planean tirar leche en el recorrido, un acto simbólico para protestar por la decisión de Thatcher de poner fin a su distribución en las escuelas.
Durante el funeral, las campanas del emblemático Big Ben dejarán de sonar, una decisión inhabitual saludada por su familia como un "inmenso honor", pero criticada por algunos diputados de la oposición.
Uno de ellos, el laborista George Galloway, presentó una moción en el parlamento para protestar por la cancelación de la sesión semanal de preguntas al primer ministro debido al funeral, que debe ser debatida el martes.
"La gente cree que la canonización de Margaret Thatcher ya ha durado demasiado, afirmó.