Ópticas sobre las dos emergencias por contaminación del aire en el último mes
Dos emergencias por la alta contaminación del aire en menos de 15 días en la capital del país pueden ser leídas de maneras distintas. De un lado, que se trata de fenómenos muy particulares y sui generis, derivados de una particular situación meteorológica asociada a olas de vientos imprevistos que traen al cielo capitalino masas de aire impactadas por incendios en las inmediaciones de la urbe o incluso en regiones más alejadas.
Si este fuera el caso, entonces, las alarmas no se deben disparar, sobre todo porque ya las autoridades distritales han aplicado en ambas ocasiones sendos planes de contingencia que permiten reducir de manera sustancial, hasta llevarlos a los márgenes tolerables, los niveles de polución.
Una prueba de lo anterior es que si bien el jueves el Distrito declaró en horas de la tarde la alerta amarilla en toda la ciudad y la naranja en el suroccidente, debido a los altos niveles de contaminación del aire detectados, ya el viernes, tras la aplicación del pico y placa vehicular extendido, las mediciones demostraron una reducción del material particulado que respiran los capitalinos.
“Desde la aplicación de las medidas voluntarias y restrictivas adoptadas a partir de la declaratoria de alerta amarilla en la ciudad y naranja en el polígono del sur occidente, se ha evidenciado un mejoramiento de la calidad del aire de Bogotá, con una reducción del 9% en las concentraciones de Material Partículado Contaminante - PM2.5 respecto al valor más alto del día”, indicó la Alcaldía el viernes en la tarde.
Esto implica, entonces, que ya hay una serie de lecciones aprendidas respecto a cómo enfrentar estas emergencias ambientales y si bien es claro que existe una alta afectación en la rutina diaria de casi todos los bogotanos por las medidas de contingencia aplicadas, la ciudad no se detiene y la ciudadanía demuestra un alto grado de adecuación a estas circunstancias excepcionales.
Incluso llamó la atención que en el reporte del viernes en la tarde se indicara que durante la labor de socialización de la restricción a la operación de fábricas que utilizan combustibles sólidos y líquidos, no solo se encontró receptividad y acatamiento por parte de estas, sino que se observó que dos casos de reciente conversión a gas natural del sistema productivo de esas compañías. Incluso los 226 comparendos a vehículos particulares y motocicletas y los 56 a camiones y furgones por no acatar las medidas de restricción de circulación, resultan ser un bajo número frente a una decisión que se adoptó el jueves en la tarde.
Así las cosas, es muy posible que en las revisiones que se hagan hoy y, sobre todo, mañana en torno a la calidad del aire, la cantidad de material particulado en el mismo así como las condiciones meteorológicas locales y la influencia de incendios forestales, se puedan levantar las medidas de emergencia y todo retorne a la normalidad.
Un tema clave dentro de la campaña electoral que arranca
La otra lectura
Sin embargo, una segunda lectura tiende a ser más preocupante, ya que se enfoca en el hecho mismo de que dos emergencias por alta polución en un lapso de tiempo tan corto no pueden ser consideradas excepcionales ni aisladas.
Para algunos expertos hay que ir más allá de las condiciones meteorológicas sui generis registradas esta semana por el principio de declive del fenómeno del Niño y la entrada de la primera temporada invernal del año, así como por la extensión e intensidad de los incendios forestales en la Sabana, Cundinamarca y otras regiones más lejanas.
Ese ir más allá implica aceptar que los niveles de polución en la ciudad han ido aumentando de forma progresiva en los últimos años y que en algunas de las mediciones sobre los niveles de material particulado en el aire ya la ciudad está en la parte alta de los límites tolerables.
Por ejemplo, no deja de ser paradójico que el miércoles, un día antes de que se declarara la emergencia, dos estudios de universidades capitalinas coincidieran en los altos niveles de contaminación de la flota vieja del sistema Transmilenio, e incluso los riesgos a que se están exponiendo las decenas de miles y miles de personas que a diario se desplazan en los articulados. Una de las investigaciones concluyó que la cantidad de “hollín” que cada pasajero soporta en un trayecto es alarmante.
Desde el sistema se respondió que Transmilenio aporta un porcentaje muy bajo de emisiones contaminantes en la ciudad, al tiempo que se reiteró que a partir de la mitad de este año se empezará a renovar toda la flota vieja de articulados y los nuevos buses vienen dotados de una tecnología moderna que reduce de forma significativa las emisiones de material particulado.
¿Entonces?
Visto todo lo anterior parece claro que más allá de si se opta por privilegiar la primera lectura sobre las emergencias de los últimos 15 días -que se enfoca en que se trata de circunstancias excepcionales- o si se prefiera aplicar la segunda lectura -que advierte que la frecuencia de los eventos confirmaría que la contaminación del aire va en aumento-, lo cierto es que llegó la hora de que la ciudad, en su conjunto, analice si es necesario aplicar medidas de control de emisiones más drásticas.
Es claro que nada de ello se puede hacer de la noche a la mañana y que hay múltiples flancos que analizar, sobre todo en cuanto a impactos multidisciplinarios en la dinámica citadina. Sin embargo, dado lo ocurrido este año lo más aconsejable sería empezar a realizar tales análisis desde ya y que en poco tiempo se empiecen a adoptar, de forma lenta pero progresiva, esas medidas a corto, mediano y largo plazos. Y qué mejor escenario para empezar a involucrar a la ciudadanía en el debate, que el hecho de convertir este tema en prioridad dentro de la campaña para la Alcaldía que toma ritmo definitivo ya.