Más de 95.000 árboles, alrededor de dos mil por hectárea, serán sembrados por la CAR de Cundinamarca en una extensión de 47 hectáreas del Parque Forestal Embalse Neusa, una zona donde actualmente está establecido un bosque senescente (que comienza a envejecer) conformado por plántulas de pino, una especie exótica que con el paso de los años causa afectaciones tanto al suelo como al desarrollo de la fauna.
Con base en el resultado de un convenio firmado con la Universidad Javeriana, la Corporación, junto con la Fundación Yarumo, identificó 18 especies aptas para plantar en esta zona, entre ellas Aliso, Arrayán, Cedro, Cerezo, Ciro, Cucharo y Duraznillo, entre otras que son propicias para procesos de restauración ecológica en bosque alto andino y zonas de páramo.
La especie Aliso, por ejemplo, se adapta en suelos mal drenados, es de rápido crecimiento, fijadora de nitrógeno e inductora de procesos de restauración en bosques secundarios; mientras que el Ciro es una especie apta para la recuperación de los suelos, para el control de la erosión y la restauración de bosques; además, soporta sequías, suelos poco profundos y erosionados.
Es así como la CAR busca la restauración de este parque forestal, donde las hojas características de los pinos, denominadas acículas, al quedar depositadas formaron un colchón de hasta 40 centímetros sobre el suelo, lo que perdura a lo largo de los años sin descomponerse, impidiendo la actividad biológica.
Además, el pino presenta características alelopáticas, es decir que produce uno o más compuestos bioquímicos que influyen en el crecimiento, supervivencia o reproducción de otros organismos. Asimismo, tiene grandes requerimientos de agua y no permite el establecimiento de especies autóctonas, limitando la regeneración natural del bosque nativo, restringiendo la biodiversidad.
De acuerdo con Miguel Ángel Lizarazo, ingeniero forestal de la Dirección de Gestión de Ordenamiento Ambiental y Territorial de la CAR Cundinamarca, “la mayoría de estos árboles presentan raíces superficiales y mal desarrolladas”. Además, “la presencia de fuertes vientos con velocidades de hasta 30 metros por segundo en los periodos lluviosos causan el volcamiento de un alto número de individuos, que al tener alturas que superan los 20 metros generan un efecto dominó, lo que representa un riesgo para los visitantes de esta zona”, puntualizó el profesional.
Se estima que en los próximos 12 meses este ecosistema de la Sabana de Bogotá ya haya iniciado su proceso de rehabilitación con el establecimiento de estas nuevas especies.