Viernes, 17 de Junio de 2016
Por Catherine Nieto Morantes
Periodista EL NUEVO SIGLO
“Un vaquero se ubica frente al espejo mientras 10 hombres detrás de él lo desafían a un duelo de pistolas. De repente, el pistolero, mirando fijamente el cristal, comienza a disparar hacia atrás, ganando el duelo y tumbando a los 10 que lo habían retado”. Este es tan sólo un extracto de la infinidad de historietas fantasiosas que Juan de Jesús Páez tiene en su mente, gracias a la pasión que heredó de su padre como coleccionista de cómics.
Terapia de regresión
De domingo a domingo, de 8:00 a. m., a 8:00 p. m., Juan de Jesús se adentra en su local de 1,50 metros de fondo por 2 metros de frente, ubicado en la Carrera 8ª N° 21-86, en el centro de Bogotá para hacerles vivir a sus clientes una especie de regresión a la niñez con una colección de más de 200 mil cómics que su papá comenzó a reunir desde el año 1950 y que él hoy a sus 60 años de edad no quiere dejar acabar.
“Mi papá fue el creador de los primeros locales de comics que hubo en Bogotá, él puso un negocio en la Cra. 9ª con 11, en 1950 que fue la primera tienda que también existió en Colombia y después de muerto ya seguí yo con el legado. Mi papá adquiría la mayor cantidad de comics que pudiera y guardaba mucha mercancía y yo cada vez que veía cómics compraba o cambiaba y seguí con su legado”, recuerda Juan, quien se vinculó a este gusto desde sus 9 años.
Kaliman, Espía 15, Batman, Superman, Spiderman, Arsenio Lupin, Martín el Valiente, Porky, El Enmascarado de Plata, La Pequeña Lulú, Tarzán, El Llanero Solitario, El Siniestro Doctor Mortis, Condorito, Conan, Intocable o Memin, son algunos de los títulos de la variedad de 200 mil que afirma tener y con los que anhela abrir un museo.
“Las personas que vienen a cambiar son más que todo las de mi época, de los años 60 o 70 y también hoy en día están cambiando cómics los universitarios que se han interesado por esta clase de cultura porque con esto se aprendió a leer, fueron los primeros profesores que existieron en Colombia, que le enseñaban a uno a dibujar y a leer porque uno aprendía rápido con las imágenes. Veía uno cómo el jinete, el caballo y la velocidad que hablaba la historieta, hacía que uno aprendiera muchas palabras”, cuenta el bogotano.
Según Juan, antiguamente en cada barrio de Bogotá existían cuenterías, pero a raíz de la incursión de la TV en el país, estas fueron dejando de existir, siendo su local de los últimos que quedan: “Los clientes aficionados a este tema me buscan mucho y me afirman que no han conseguido en ninguna otra parte lo que aquí sí. Ellos piden a gritos que salvemos el cómics en Colombia porque por ejemplo Venezuela, España y México tienen sus museos de cómics, pero nosotros somos pioneros y pues ellos son los que me han animado a que piense en hacer el museo”, señala.
“He venido pensando en los encuentros ciudadanos que el Estado está ofreciendo, el Alcalde de la localidad de Santa Fe me dijo que estaba muy interesante la vaina del cómics y vamos a ver si en estos encuentros me apoyan para hacer el museo porque hay 200 mil cómics, la casa la tengo repleta desde los 9 años que todo lo que conseguía era para metérselo al cómics y esta alcaldía se ve que está más interesada en apoyar a los habitantes del sector”, dice esperanzado mientras acomoda sus reliquias en el stand.
¿Cómo se imagina el museo?
Ante la pregunta idealista, Juan eleva su mirada y a modo de inspiración afirma: “El museo yo me lo imagino como eran anteriormente. Uno iba a las cuenterías y se sentaba en unas butacas o tablones de madera para sentarse a leer. Dentro de esas cuenterías existía la cooperativa, que era donde se vendían chitos, papas, gaseosa, café, etc., entonces yo quiero hacer un museo al estilo antiguo y mucho más mejorado porque tengo la experiencia, no tengo competencia y quiero echar para adelante para que esto no muera”, destaca Juan, quien además invita a las personas a que no boten los cómics, ya que para él son muy valiosos y está dispuesto a recibirlos o comprarlos.
“Quiero que sea aquí mismo en el centro porque aquí viene mucho turista y soy muy visitado por gente de EU, de México, de España y de muchas otras partes”, afirma el hombre que curiosamente no vende sus colecciones que pueden llegar a costar hasta $10 millones, sino que las cambia en caso que estén repetidas, “Yo sólo vendo lo que tengo repetido, si no los tengo repetidos no los vendo. Lo que tengo en la casa no lo vendo porque son colecciones para hacer el futuro museo”, asegura.
Cómics, su enfermedad crónica
“Esto se me volvió como una enfermedad crónica porque no tenía otra visón. Cómics que yo veía, cómics que quería tener, así lo tuviera 20 veces repetido, me metí de lleno en esto y toda mi vida he estado enterrado con ello”, evidente relato de un material que cuida más que a nada, al embolsar cada texto para protegerlo de la humedad, incluso en algunos casos plastificando hoja por hoja para evitar los hongos, conservándolo como “en una lata de sardinas”, contrasta.
Juan se adentra de tal manera en las historias, que incluso de niño, trabajando como vendedor de dulces en los desaparecidos teatros San Jorge y Real, veía películas de Superman o Batman, donde se creía el súper héroe, “Lo bueno del cómic es que los súper héroes luchan por la justicia y a uno se le llena la mente de honestidad que llega a sentirse Batman o Superman”, cuenta.
Consecuencias del Bronx
Juan asegura que lo ocurrido recientemente en el Bronx, acecha su negocio, pues los habitantes de calle que fueron desalojados de allí, se refugian detrás de su local, “ahora eso nos está asustando un poco porque uno los ve frecuentando por aquí, anteriormente había celaduría, pero ya fue retirada, entonces ellos aprovechan y se quedan por ahí”, señala.
Aunque actualmente, su interés está en las historias de vaqueros, como la relatada al principio de Marcial la Fuente, su objetivo es preservar cada una de las reliquias que allí posee, “es como tener 5 hijos, a todos los quiere por igual, yo me enamoré de ellos y a todos los quiero”, concluyó.