Un día de invierno de 2015, un arquitecto vio una fila kilométrica delante de un centro social para solicitantes de asilo en Berlín. Fue el origen de un proyecto de "minicasas" para albergar a refugiados o pobres.
"Fui en busca de mi taladradora y recogí madera encontrada por casualidad en la calle que llevé al lugar donde esperaba la gente" y, junto con algunos refugiados, "empezamos a construir", cuenta Van Bo Le-Mentzel, un arquitecto berlinés de 40 años.
En poco tiempo, una casa piloto de dimensiones diminutas cobró forma. Sirvió para alojar a los niños cuando hacía mal tiempo y para matar el tiempo durante las esperas interminables frente a este centro desbordado en 2015, año en el que Alemania acogió a 890.000 refugiados.
Esta vivienda improvisada fue el cimiento de un proyecto denominado "Tiny House University" ("la universidad de la minicasa"), que agrupa a arquitectos, diseñadores y migrantes, para experimentar nuevos modos de alojamiento para los refugiados, trabajadores pobres o la gente necesitada en general.
La tendencia surgió hace unos años, principalmente en Estados Unidos, como elección política para preservar el medio ambiente o como necesidad financiera. Actualmente se extiende.
"Intentamos crear nuevos tipos de alojamiento" para aquellos que no tienen terreno ni dinero, explica Le-Mentzel, creador en 2010 de una serie de muebles baratos fabricados con materiales reciclados.
El equipo de la "Tiny House University", que cuenta con seis refugiados, trabaja actualmente con el museo Bauhaus de Berlín en la construcción de veinte "minicasas" de 10 m2 cada una.
Algunas servirán de alojamiento, otras de librería, de cafetería o de taller y formarán una aldea temporal. El museo Bauhaus las expone progresivamente en un terreno hasta marzo de 2018.
Las viviendas se montarán sobre ruedas y permanecerán en un aparcamiento. "En Berlín hay 1,5 millones de coches aparcados por la noche sin ser usados" y cada uno de estos emplazamientos "mide unos 10 m2", o sea la superficie de una minicasa, afirma Le-Mentzel.
"¿Qué pasaría si sustituyéramos estos 1,5 millones de coches por minicasas" en las que podrían vivir los refugiados?, se pregunta el arquitecto.
Como en muchas ciudades del mundo, Berlín sufrió en los últimos años un alza de los precios del sector inmobiliario que complica el acceso a la vivienda de la gente con pocos recursos. Según Van Bo Le-Mentzel, su Tiny100 - nombre de la primera versión- constituye el principio de solución frente a esta crisis de la vivienda: se fabrica en parte con materiales reciclados y se alquilaría por 100 euros al mes.
Al arquitecto también le gustaría ver viviendas diminutas dentro de edificios más clásicos, como su Tiny100, para que todos, "ricos y pobres, estudiantes y empresarios" puedan vivir juntos.
En un almacén del sur de Berlín, otro miembro del equipo, Noam Goldstein, trabaja en su microvivienda: aparte del equipamiento normal de una casa, tendrá paneles solares, un inodoro seco (el que no usa agua) y un jardín fuera. Costará entre 12.000 y 15.000 euros y la mayor parte de los componentes serán reciclados, estima.