Los alaridos de los aficionados a la hípica apostando por las carreras de caballo en el Café Pasaje, donde degustando un café veían las carreras en uno de los pocos televisores que en esa época había en la capital, volvieron emblemático ese lugar. Allí se encontraban no sólo los aficionados a dicha carreras, sino también compañeros y permitían ampliar las relaciones en la comunidad. Allí se les servía el carajillo a políticos como Eduardo Santos, Belisario Betancourt y a un tal joven Andrés Pastrana, como lo cuenta el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural en su libro El impúdico brebaje. Los cafés de Bogotá 1866-2015, donde las conversaciones se encendían de algarabía y arrebato
El Café Pasaje sigue siendo un sitio acogedor donde ya no ponen carreras de caballo en sus televisores, sino partidos de fútbol. Se observa a través de sus grandes ventanas cómo se reúnen jóvenes a discutir proyectos o encontrarse con amigos, y personas mayores que siempre vuelven al lugar de costumbre desde tiempos inmemorables.
A unas cuadras más bajo, acercándose a la Avenida Jiménez, en el Café San Moritz se sentaban, en sus sillas rojas anticuadas, José Asunción silva mientras recitaba un poema a sus acompañantes, o revolucionarios liberales como Jorge Eliecer Gaitán conmocionado por la situación política de aquella época, también abogados a tertuliar bajo la luz tenue del café. Un lugar que logra captar esa ciudad que alguna vez existió con sus tranvías y colonialismo, donde se siguen reuniendo los abogados del centro a concretar negocios y recordar a sus abuelos y tatarabuelos que también pasaban por el Moritz a conversar asuntos importantes en aquel recóndito lugar lleno de memoria.
El café abarca para la identidad colombiana algo esencial, desde una obra de arquitectura, hasta las relaciones culturales y sociales que se desenvuelven alrededor de estos lugares. Los cafés como “base de operaciones” de políticos, jóvenes, estudiantes, poetas, universitarios e intelectuales de toda índole.
“El café desde tiempos prehistóricos ha sido una bebida que permite reunir personas para socializar, es una bebida que genera amistad”
En Bogotá las conversaciones siguen vivas a través de los cafés. Tras los vestigios que dejó el bogotazo, y el tiempo que fue pasando, quedaron vigentes muchos de estos lugares y se crearon nuevos, con dinámicas parecidas, estilos alternativos, pero con el fin de rescatar este concepto del café no solamente como ícono de nuestra gastronomía, sino como el segundo hogar de colegas y jóvenes universitarios, o simplemente un sitio para sentarse con un amigo y entablar una conversación amena.
La capital nos brinda estos espacios. Desde cafés que siguen intactos del siglo XX como Café Pasaje y el San Moritz, con su historia y patrimonio, con su estilo colonial y tradicional, donde puedes ir a tomarte una taza de café y sentarte a conversar en las mismas sillas y mesas antiguas donde estuvieron presentes personajes peculiares y hechos encantadores, y tal vez encontrarte con otros individuos con la mirada cargada de memorias y anécdotas del pasado, hasta espacios nuevos e innovadores que logran preservar esa memoria del café como lugar de conversación y congregación.
El Café Casa Galería es uno de estos lugares. Está ubicado en el centro patrimonial, el Chorro de Quevedo, donde su camino empedrado y recóndito hacia este lugar lo envuelve a uno inmediatamente en un ambiente bohemio. Mantiene sus puertas abiertas con una decoración al mejor estilo vintage y es inspirado en la historia bogotana. Al tomar el primer paso, distinguimos su piso ornamental con figuras geométricas que hacen la llegada al sitio más agradable. Tiene un valor agregado dando la oportunidad a artistas emergentes de exponer sus obras en un sitio diferente a un museo, y abriendo el sitio para que lleguen personas y puedan dialogar acerca de temas de interés. Un café favorecido por el tema institucional que hay alrededor e incita encuentros universitarios, de docentes y ejecutivos del área.
Magola Buendía
Un lugar que acoge a cualquiera con sus refinados muebles logrando un entorno alternativo y estiloso. Un homenaje a las abuelas que siempre nos hacen sentir en casa, rescatando particularidades colombianas como la cancha de tejo que tienen para el que desee divertirse un rato y su café huilense y platos típicos colombianos. Este lugar, situado en el eje de la vida universitaria, da lugar a encuentros constantes de jóvenes que desean pasar el rato conversando mientras se mecen en una hamaca o se recuestan en un sofá. El café propone grupos de poetas una vez al mes, reuniones de lectura y narraciones en diferentes idiomas y un espacio para la música todos los jueves cuando alguien se para a cantar. Pero el espacio de conversación más atractivo se encuentra en su carta donde los clientes pueden sentarse pedir un café y comenzar una conversación con este cuadernillo donde el que quiera puede dejar un mensaje, un dibujo o comenzar una historia para que la siguiente persona que se siente en aquel lugar la continúe convirtiéndose en una conversación interminable de voces enigmáticas.
Arte y pasión café: Escuela de baristas
“El café desde tiempos prehistóricos ha sido una bebida que permite reunir personas para socializar, es una bebida que genera amistad”, le cuenta el barista Andrés Hernández a El Nuevo Siglo. Arte y pasión café encuadra su negocio en torno a este concepto. Se percibe un atmosfera muy familiar y fraternal donde además hacen énfasis en generar especialidad en la cultura del café con su escuela de baristas en el segundo piso. Allí cuentan con un equipo de expertos en este tema formando aprendices para entregarnos una excelente calidad dentro de una taza de café para una conversación agradable. Se convirtió en un lugar donde la reunión es algo habitual, donde consumir una taza de café permite saber qué está haciendo la persona al frente mío con su vida personal, laboral, amorosa entre otras. Asimismo, es un café donde se agrupan varios fiscales del sector a deliberar procesos que llevan a cabo en sus juzgados mientras se toman el café en el patio amplío y luminoso con el que cuenta el lugar.
Bogotá no es vida sin sus cafés que la llenan de vigor con espacios afables y acogedores donde se encienden conversaciones vitales y se crean lazos comunitarios. Un segundo hogar para muchos, un despacho de negocios para otros, un sitio que creó y sigue creando memoria en la mente y el corazón de los colombianos.
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