El frente económico y la polarización política serán los dos objetivos más importantes de su Gobierno. La recesión y el déficit tienen al país estancado, al tanto que la oposición, cada vez más grande, está menos dispuesta a ceder ante el Ejecutivo.
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LENÍN Moreno se posesionó como Presidente, dejando atrás diez años de Rafael Correa, aclamado por la mitad del Ecuador y odiado por la otra, pero sin duda, un hombre que marcó la historia de un país acostumbrado a la inestabilidad política.
Con el desafío de reactivar la economía y gobernar frente a una oposición más fortalecida, el Presidente entrante llega a Quito como el predecesor de Correa y su mano derecha, lo que según los opositores, vicia su independencia, pues se cree que el expresidente seguirá, de momento, marcando la agenda política del país.
En diálogo con EL NUEVO SIGLO, Rafael Oyarte, analista político y profesor de Derecho en la Universidad San Francisco de Quito, estima que es complejo predecir cómo será el gobierno de Moreno. “Lo que tenemos con Lenin Moreno más que certezas, son dudas, porque tampoco en la campaña nos dijo que iba hacer”, dice, enfatizando que durante la campaña presidencial el entonces candidato evitó el debate y las entrevista y no dio a conocer su programa, salvo en escasos discursos.
Hermético hasta el último día, Moreno ayer presentó su gabinete ministerial, luego de un mes de especulaciones. Entre los escogidos, hay 14 funcionarios del gobierno Correa. Esto, para algunos, significa que Correa, por un lado, estuvo detrás de los nombramientos, mostrando poca independencia del expresidente; y, por el otro, que los escogidos, posiblemente, no le serán fieles a él, sino al saliente mandatario.
La distancia que el Presidente adopte desde hoy con su padrino político puede determinar el rumbo de su gobierno. Al ser un hombre más cercano al diálogo y menos dado a la confrontación puede, en alguna medida, mejorar su relación con la oposición, tan distante de Correa, por su carácter “autoritario”.
“La primera parte de la gobernabilidad de Lenin Moreno es que Rafael Correa no se convierta en su contradictor”, explica el analista Oyarte, señalando que al principio de su gobierno debe guardar cierta cercanía con el exmandatario, un hombre que marcó la última década en Ecuador.
Hoy, con profundo compromiso con el Ecuador, he recibido las credenciales como Presidente de la República ¡Mi corazón por mi Patria! pic.twitter.com/8PLj2ZKDYR
— Lenín Moreno (@Lenin) 17 de mayo de 2017
El Congreso
A diferencia de su predecesor, Moreno no cuenta de entrada con una mayoría calificada en el Congreso. De los 74 parlamentarios que constituyen la coalición gobiernista, cerca de veinte hacen parte de grupos que se mantienen aliados con Alianza País (partido de Moreno), pero no comparten la misma línea ideológica.
La oposición además ha ganado terreno en el legislativo. Por primera vez en 10 años, el partido de Guillermo Lasso, la coalición CREO, obtuvo 34 diputados que se sumaron a los 15 del Partido Social Cristiano, constituyendo una alianza de centro-derecha de casi de 50 parlamentarios.
Esta alianza puede significar un obstáculo para los intereses de Moreno, quien asume la presidencia con un país estancado económicamente. Muchos de sus proyectos en el legislativo tratarán de reactivar la economía del país y para ser aprobados tendrán que tener el visto bueno de la oposición, a diferencia de Correa que mantuvo distancia con ella durante sus diez años en Quito.
Una buena relación, sin embargo, parece imposible por el momento. Tras las elecciones presidenciales, Ecuador está partido por la mitad. Incluso Lasso, candidato perdedor, no reconoció el triunfo de su rival hasta casi después de un mes, alegando un fraude electoral.
Moreno tiene que buscar una suerte de reconciliación nacional para gobernar sin la permanente oposición de sus contradictores, que, de momento, se niegan a cualquier acercamiento con el Gobierno.
El papel de Lasso, su mayor opositor, será determinante para ello. Por el momento, él representa la mitad del país, aunque algunos sectores critican su falta de liderazgo desde que perdió las elecciones. “El papel de Lasso ha venido descendiendo desde las elecciones. No es que sea el gran líder de la oposición. Tal vez todavía tiene tiempo para tomar ese papel. Pero por ahora esta bacante esta jefatura”, cuenta Rafael Oyarte.
Economía, la prioridad
La economía ecuatoriana está estancada, pero el oficialismo escasamente ha reconocido que esto se debe a la baja de los precios del petróleo y las pérdidas que dejó el terremoto en abril de 2016.
De logar un crecimiento sostenible que llegó a su mejor momento en 2011, 7,9%, Ecuador hoy tiene un PIB del 1,5%, con tendencia a la baja. A esto se suma que la deuda externa subió a 25.680 millones de dólares (26,3% del PIB) y el barril de petróleo se contrajo a 35 dólares, según el Banco Central.
“El problema es que el oficialismo no han dicho que la economía ecuatoriana está estancada”, dice Oyarte, demostrando que una de las primeras tareas de Moreno será reconocer que el país enfrenta una crisis económica que Rafael Correa maquilló los últimos dos años.
Al final de su mandato, el presidente saliente dijo: “hemos superado la recesión en tiempo récord, sin paquetazos (medidas fiscales) y sin incremento de pobreza ni desigualdad”, pero lo cierto es que Ecuador de momento no recupera la semblanza económica que lo llevó a convertirse en un ejemplo en el continente.
Parte importante del crecimiento del país se debió a altas tasas de inversión del Gobierno. La infraestructura y la vivienda social fueron algunos de los sectores que se beneficiaron de esa inversión. Pero para Moreno parece imposible mantener ese nivel de gasto.
En 2016, el déficit fiscal fue de 7,5% del PIB, el más alto registrado en las últimas décadas. Es, incluso, más alto que el que heredó Jamil Mahuad antes de la crisis de dolarización (7%). Ecuador, sin embargo, cuenta con una banca más fortalecida que en aquel entonces, pero no quiere decir que el país enfrente problemas de orden fiscal.
Lenín Moreno tendrá que hacerle frente a una economía estancada y a un país dividido. Tiene una ventaja: su estilo. Más conciliador que Correa, puede lograr acuerdos mínimos con la oposición, teniendo un gobierno más democrático. Ahí está la clave de su éxito.
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