Una reciente encuesta del Centro Nacional de Consultoría, en la cual se señalan las preferencias políticas a partir del credo religioso, demuestra que no solo el país es ampliamente católico, seguido bastante atrás por otras expresiones cristianas que en todo caso han tomado vigor, sino que alrededor del 85 por ciento de los colombianos considera fundamental la religión en la vida cotidiana. Dentro de ese espectro, la percepción del proceso de paz, es de lejos, mayoritariamente negativa.
Pero lo que más sorprende, en paralelo a otras respuestas, consiste en las predilecciones en torno a las candidaturas presidenciales. En efecto, los candidatos de origen conservador, por lo general cercanos a la doctrina católica, aparecen bastante abajo en el listado de preferencias cuando, en ese caso, se supone que deberían estar a la vanguardia. Un dato al menos curioso y desde luego para tener en cuenta. Porque el liderato lo ocupan, tanto por el lado católico como de las derivaciones protestantes, Sergio Fajardo, Gustavo Petro y Germán Vargas Lleras. Luego vienen Roy Barreras, Juan Manuel Galán y Clara López.
El partido conservador se fundó, básica y taxativamente, en favor del orden constitucional contra la dictadura; la legalidad contra las vías de hecho; la libertad contra la opresión; la igualdad legal contra el privilegio; la propiedad contra la usurpación; la seguridad contra la arbitrariedad, en resumen, la “civilización contra la barbarie”. En esa dirección se exaltan textualmente las doctrinas civilizadas del cristianismo y se propone “la tolerancia real y efectiva contra el exclusivismo y la persecución, sea del católico contra el protestante y el deísta, o del ateísta contra el jesuita y el fraile”. Esto, entre otras cosas, porque en las épocas de la fundación conservadora, en 1849, el gobierno de José Hilario López había expulsado esa orden, de Colombia, aquella que hoy tiene papa en la figura carismática de Su Santidad Francisco. Y por igual se trataba de crear una colectividad contra el materialismo marxista que se expandía por Europa bajo la consigna de la “religión como el opio del pueblo” en el conocido Manifiesto comunista.
Aun así el conservatismo nunca se fundó como un partido católico, entendido de antemano que bebía y bebe de esa doctrina de modo natural. No hizo, pues, énfasis de ello en su nombre por considerar la política de órbita diferente a la espiritual, aunque su decálogo fue claro en adoptar el cristianismo como eje gravitante de su pensamiento y acción. De hecho, en el programa de 1878 se sostiene que “si todos los miembros del partido conservador somos creyentes, sincera y decididamente católicos…, no por eso, como partido político, tenemos ni levantamos bandera religiosa”. Sobre esa base se propuso, en el siguiente programa, el concordato para diferenciar ambas facetas pero mantener sanas relaciones, exentas de la persecución religiosa de los tiempos entonces en curso. Por la misma época, el partido conservador acogió las encíclicas como parte esencial de su corriente, en particular las de León XIII que sentaron las bases de la doctrina social del catolicismo, renovada con Paulo VI y Juan Pablo II, hasta hoy, con Francisco, que defiende la política como origen del bien común.
A la caída del radicalismo liberal, que había sumido al país en postulados anarquizantes, y afianzada la coalición con Rafael Núñez, se le propuso a Miguel Antonio Caro convertir el conservatismo en un partido expresamente católico. El presidente y letrado no vio necesidad en ello, puesto que bastaba la ideología ya por décadas consolidada. Más tarde, cerca de la mitad del siglo XX y bajo el liderazgo de Laureano Gómez, en una de las plataformas se estableció que “la misión del partido conservador es la realización de la democracia social cristiana”. No se dio paso, sin embargo, a la creación de las colectividades que aparecieron posteriormente, en la posguerra, en Italia y Alemania, y que en el último país hoy gobiernan bajo la expresa enseña cristiana y el firme liderazgo de Ángela Merkel. En todo caso el actual estatuto del partido conservador colombiano, de 2012, así lo determina en sus principios.
Aparte de la votación por el Sí o el No, en el plebiscito, lo que se ha venido demostrando, a partir de entonces, es una nueva dinámica política que tiende a aglutinar sectores específicos de la sociedad cuyo propósito es abrirse un espacio de representación. La erosión de los partidos políticos, como cauce a las diferentes ideas y concepciones sociales, está llevando a ello. No obstante, sería una anomalía histórica si el partido conservador, en lugar de afianzar, abandona los motivos esenciales de la colectividad, como centro ideológico afín a la civilización cristiana. Algo está pasando, porque, a decir de las encuestas, eso no se escucha o no llega.
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