En aumento continúan las presiones sobre la Casa Blanca tras conocerse que Jared Kushner, el influyente yerno del presidente Donald Trump, es también objeto de la investigación del FBI sobre la alegada injerencia rusa en la elección del año pasado.
Casado con Ivanka, la hija más próxima de Trump, Kushner es observado por los investigadores del FBI, aunque de acuerdo con la prensa estadounidense el influyente consultor presidencial aún no es en sí mismo un blanco de sospechas.
Una fuente anónima dijo al diario Washington Post que las investigaciones "se concentran en una serie de reuniones" mantenidas por Kushner el año pasado.
En tanto, la red de televisión NBC mencionó investigadores para quienes Kushner "posee información importante", aunque no pesen sobre el asesor sospechas por eventuales actos delictivos en materia de seguridad.
Empresario de 36 años que se convirtió en uno de los más próximos asesores de Trump en materia de política externa, Kushner habría mantenido reuniones en 2016 con el embajador ruso en Washington, Sergei Kisliak y con el banquero ruso Sergei Gorkov.
Gorkov es presidente del banco público ruso Vnesheconombank, entidad que es objeto de sanciones estadounidenses desde 2014, a raíz del conflicto en Ucrania.
La abogada de Kushner, Jamie Gorelik, anunció que el asesor del presidente estaba listo "voluntariamente a compartir sus informaciones con el Congreso sobre esas reuniones, y hará lo mismo con cualquier otra investigación".
El Washington Post afirmó el viernes que Jared Kushner habría pedido, durante un encuentro con el embajador ruso en Washington en la Torre Trump, en Nueva York, a comienzos de diciembre, que se estableciera un canal secreto de comunicación con el Kremlín.
“Coordinación”
Las sospechas sobre la injerencia rusa estallaron en plena campaña electoral del año pasado cuando piratas informáticos invadieron la base de datos del Partido Demócrata. Investigadores dijeron que se trató de piratas rusos.
Sin embargo, el caso se tornó un escándalo de alcance nacional cuando se divulgaron en el sitio web WikiLeaks miles de correos electrónicos reservados del comité de campaña de la aspirante presidencial demócrata Hillary Clinton.
Finalmente, a inicios de enero de este año altos funcionarios de inteligencia estadounidense expresaron en un informe un elevado grado de seguridad de que Rusia había ayudado a Trump a ganar las elecciones.
Ya durante la campaña el comité de Trump había tenido que deshacerse de su jefe de estrategia, Paul Manafort, precisamente por sus lazos comerciales con Rusia.
El nudo de la polémica es saber si el comité de Trump fue cómplice de esos esfuerzos rusos o si solo se benefició inadvertidamente.
Después de que Trmp asumiera el poder, el caso motivó el despido del asesor de seguridad nacional, Michael Flynn, por haber ocultado a la Casa Blanca sus contactos con el embajador Kisliak antes de asumir sus funciones.
También motivó el despido del director del FBI, James Comey, quien aseguró en un memorando interno que Trump trató de disuadirlo para "dejar en paz a Flynn".
Comey en el Senado
Comey, sin embargo, aceptó una invitación del Senado para una audiencia la próxima semana para discutir su despido. La única condición que puso es que la reunión no sea a puertas cerradas sino de carácter público.
A raíz de sus numerosos contactos con funcionarios rusos durante la campaña, hasta el Fiscal General estadounidense, el ultra conservador Jeff Sessions, se declaró públicamente impedido de participar de la investigación.
El espectacular escándalo llevó al Departamento de Justicia a nombrar un Investigador Especial, un recurso que se utiliza en Estados Unidos únicamente en casos de extrema sensibilidad que puede afectar la institucionalidad.
En este caso, la responsabilidad recayó sobre Robert Mueller, quien fue director del FBI durante más de una década y es una figura que goza del intachable respeto tanto de republicanos como demócratas.
De su lado, Trump insiste en que toda la teoría de la colusión de su comité de campaña con Rusia para ganar las elecciones presidenciales no pasa de ser "una cacería de brujas" y un ejemplo clásico de "noticia falsa".
En tanto, la cancillería rusa apuntó que todo el caso "carece de sentido", al punto que "no merece que nos expresemos sobre ello".