Es evidente que la actual crisis generada por la pandemia del Covid-19 está poniendo a prueba el entramado institucional de los países. De esa cuenta, es posible advertir que, en general, se tendrían tres grupos de naciones -dejando con ello, para otros escrutinios, la situación de África y los países de Europa Oriental.
Por una parte están los emergentes, incluyendo a América Latina y el Caribe que venían desmantelando sus instituciones en nombre de políticas neoclásicas y por ello deben enfrentar ahora, sólo con las manos, al tiburón de la pandemia. Un segundo grupo, estaría conformado por países desarrollados que, como mínimo, erosionan sus instituciones, sin retractarse de sus intentos suicidas. Es desafortunado, allí está el caso de Estados Unidos.
Finalmente, una tercera agrupación estaría constituida por países que consolidan entidades en medio de la actual pandemia. Situación de países asiáticos incluyendo China. En estas naciones ayuda la cultura que se observa, muy poco propicia a consentir negligencias en el cumplimiento de los acuerdos.
El actual caso europeo es llamativo. Se trata de una propuesta bastante civilizada, en la cual tiene un papel muy importante el Estado y la sociedad civil. Aunque tiene ribetes discutibles, la situación europea se ubicaría en la tercera agrupación ya descrita y a partir de allí se pueden inferir valiosas lecciones sobre manejo de la pandemia.
En todo caso, esta crisis implica un notable estímulo para las organizaciones productivas y se encaminan a no bajar las cotas de bienestar social que se habían alcanzado. Europa lo está promoviendo y con ello demuestra uno de los preceptos clave de la corriente del neoinstitucionalismo: el mercado no lo resuelve todo, y en particular en épocas de crisis, de “cisnes negros”, como lo es la actual pandemia, se requiere del Estado, de las instituciones, para poder impulsar más efectivamente, asignación de recursos y promoción del bienestar.
De manera específica, Europa ha aprobado un paquete de 750,000 millones de euros a fin de promover la reactivación económica. De ese total, 500,000 millones constituyen fondos de subvención -principio de la subsidiaridad del Estado- es decir, fondos no reembolsables. Por otro lado, 250,000 millones serían destinados a préstamos. De nuevo, con esto, se pone de manifiesto una vez más, que los países desarrollados en general, desde siempre, poco o nada se creyeron la fantasía tipo “hello Kitty planet” según la cual los mercados no necesitaban de Estado. En todo esto, por supuesto, la situación no es ajena, ni mucho menos, a matices y diferentes perspectivas.
Se trata de ópticas que, con base en la reflexión, puedan ser creativas. Uno de los aspectos a resaltar, como lo puntualiza Marisa Matías, eurodiputada de Portugal, es que se trata de una resolución histórica. Es la primera vez que se otorgan fondos de “apalancamiento social” de naturaleza subsidiaria, a fin de amortiguar, como mínimo, la crisis actual.
Con ello, Europa está tratando de que los esfuerzos de integración puedan tener mayor efectividad, que puedan ser sentidos por los ciudadanos de a pie en los diferentes países. Con esto, desde luego, se le sale al paso a los catastrofistas y a lo más recalcitrante de la extrema derecha y sus posiciones tan cortoplacistas como populistas.
Con esto, Europa trata de concretar coyunturalmente, a la vez que de rescatar en lo estructural, los rasgos esenciales del proyecto comunitario, con todos los esfuerzos que históricamente, esto ha implicado. Se retoma aquí la Declaración Schuman, contenida en el memorable discurso del Ministro de Exteriores francés Robert Schuman (1886-1963) el 9 de mayo de 1950. De allí la observancia de los 9 de mayo como Día de Europa.
En esa declaración se puntualizan las bases para que esencialmente, Europa pueda: (i) contribuir efectivamente a la paz mundial -principio también inspirador de la Organización de Naciones Unidas y su inicio oficial operativo el 24 de octubre de 1945; (ii) coadyuvar al desarrollo económico y social del mundo; (iii) promover y fortalecer procesos políticos de integración entre las diferentes naciones; y (iv) consolidar la secuencia de la integración mediante resultados económicos y sociales para la población europea.
Por otra parte y regresando a las medidas europeas para la presente crisis, es cierto que hay un monto importante para préstamos. Lo que se busca es que los estímulos en los diferentes países -en unos más golpeados que otros- permitan dar liquidez financiera de forma inmediata. Como se sabe, un estímulo a la demanda debe consolidar la capacidad productiva. De no hacerlo se generarían presiones inflacionarias.
La reactivación económica y el fortalecimiento de sistemas de salud, como producto de la presente pandemia, debe gravitar en torno a la realidad de los diferentes mercados: la actividad empresarial depende de la capacidad productiva y de la demanda, la demanda de los ingresos, éstos de los empleos y los puestos de trabajo, los que a su vez -cerrando el círculo- están articulados con el propio desempeño de las empresas o unidades de producción.
Bien para Europa. Es posible, a pesar de contradicciones y problemas, que se trata de proyectos civilizados. Herederos de las grandes conquistas científicas, sociales y políticas de la Ilustración, del Siglo de las Luces, del Siglo XVIII. Bien que el liderazgo de la alemana Úrsula von der Leyen (1958 - ) -primera mujer que ocupa la Presidencia de la Comisión Europea- pueda concretarse en esos logros y decisiones, de la mano de la canciller, la también alemana Ángela Merkel, que acaba de asumir la presidencia de la Unión Europea.
Es de reiterarlo: en medio de todo esto, las lecciones desde Europa son alentadoras. A pesar de todo hay esperanzas, perspectivas que contrastan con los estrafalarios y trágicos manejos que de la pandemia hacen los populistas de diferentes coloraturas. Aunque desafortunadamente no es caso único, allí está de la dirigencia desde Washington y sus seguidores. El saldo en vidas humanas es trágico: al momento de redactar esta nota, Estados Unidos está teniendo 57,000 contagios nuevos por día. Hay más de 135,000 muertos y 3.17 millones de infectados en ese país. ¿Será que se puede aprender algo de todo esto?