El premier conservador Boris Johnson, con su terquedad y estrategia política, cumplirá lo prometido: salir del colectivo este viernes. Negociaciones posBrexit serán a finales de febrero
APOSTÓ, arriesgó y ganó. Esas tres palabras evidencian la sagacidad política del líder conservador británico, Boris Johnson, quién está a escasos cinco días de cumplir su promesa de campaña y de gobierno: retirar al Reino Unido de la Unión Europea.
Este 31 de enero se oficializará la ley que lleva al anunciado Brexit, que fue aprobado en referendo el 23 de junio de 2016, y que desde entonces sumió al país en un sube y baja político por el persistente bloqueo de la oposición laborista, que cobró el cargo de primera ministra a Theresa May.
Al sucederla, Johnson heredó la misma situación pero tuvo una estrategia diferente. Primero decidió renegociar varios puntos del acuerdo que había logrado May y, segundo, la más arriesgada, se decidió a romper el bloqueo político parlamentario anticipando las elecciones.
Su inesperada apuesta se dio sobre la base de un solo y serio compromiso: poner fin de una vez por todas a los aplazamientos del Brexit y se fijó como meta oficializarlo el 31 de enero del 2020.
El mandato de las urnas fue más que contundente: los ‘tories’ lograron 365 diputados, 47 más de los que tenían y los laboristas perdieron 59 curules, quedándose con 203.
La victoria del exalcalde de Londres y defensor a ultranza del Brexit en el referendo de 2016 fue histórica y con un logro adicional: la mayoría parlamentaria para cumplir con su reiterada promesa.
Así, a menos de dos meses de la arrasadora victoria, está cumpliendo el cronograma y tras la aprobación de la ley Brexit, que también establece que no habrá una nueva prórroga en las negociaciones con la Unión Europea, recibió el asentamiento real, mientras al otro lado del mar del Norte, hizo lo propio el Parlamento Europeo.
"He firmado el Acuerdo de Retirada para que el Reino Unido abandone la UE el 31 de enero, honrando así el mandato democrático del pueblo británico", tuiteó Johnson el pasado viernes, horas después de que hicieran lo propio la titular de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el jefe del Consejo Europeo, Charles Michel, lo firmaran a primera hora del viernes durante una ceremonia, a la que no se le permitió acceder a la prensa.
Así, inicia la cuenta regresiva para poner fin a 47 años de membresía, protagonizando el primer divorcio de un país en más de seis décadas de proyecto europeo, aunque seguirá cumpliendo con las reglas hasta finales de año sin participar en las decisiones.
Nuevo capítulo
Tras su marcha el 31 de enero, los británicos ingresarán en un período de transición hasta el 31 de diciembre de 2020, durante el que seguirán aplicando las reglas europeas.
Este periodo, que busca evitar una ruptura abrupta y que puede prorrogarse, Londres y Bruselas deberán alcanzar un acuerdo sobre la futura relación a ambos lados del Canal de la Mancha, sobre todo en el aspecto comercial.
La Comisión Europea presentará tras el divorcio con los británicos un mandato de negociación a los 27 países del bloque que deberán aprobarlo en una reunión ministerial el 25 de febrero. La negociación podrá comenzar oficialmente entonces.
El 1 de julio será la primera fecha clave. La UE y el Reino Unido deberán decidir para entonces si prolongan la transición y por tanto la negociación uno o dos años. El 'premier' británico, Boris Johnson, rechaza esa opción.
Si se tiene en cuenta el tiempo necesario para la ratificación de un acuerdo, Londres y Bruselas dispondrían solo de ocho meses -de marzo a octubre- para alcanzarlo. "Es una misión imposible", resume un diplomático europeo.
Con estas limitaciones, la UE no podrá alcanzar su objetivo inicial de un "acuerdo global" que cubra todos los aspectos de la futura relación (comercio de bienes y servicios, migración o incluso política exterior).
Según una fuente diplomática, Bruselas tiene como prioridad lograr en 2020 acuerdos sobre la pesca, la seguridad interior y exterior y sobre todo el comercio de bienes. El resto se negociará más tarde.
En materia comercial, Londres sólo ambiciona un simple acuerdo de libre comercio.
Bruselas debe detallar próximamente a los países del bloque su visión sobre la futura relación: ¿Un marco formal con instituciones comunes? ¿Un acuerdo más flexible, estructurado en varios pactos como en el caso de Suiza?
Varias capitales europeas rechazan en bloque esta última solución, al considerar demasiado confusa la actual relación con Suiza.
Las rondas de negociación, en principio entre Londres y Bruselas, contarán, por el lado europeo, con el negociador Michel Barnier al frente. Su homólogo debería ser David Frost.
Según una fuente europea, sólo "entre 8 y 10 rondas de negociación de una semana" podrán organizarse, "es decir unos cuarenta días de negociación pura".
Esto parece poco, máxime cuando se necesitaron años para alcanzar el acuerdo entre la UE y Canadá, un socio menos importante que el Reino Unido.
"Reservaremos dos o tres semanas para cada asunto y veremos qué se puede. Si el bloqueo es muy importante, pasaremos a otra cosa. Habrá algunos temas que estarán muy avanzados, otros no irán a ninguna parte", aseguró un diplomático.
Reglas del juego
Principal preocupación de Bruselas: Garantizar que Londres no desregule su economía en materia ambiental, social, fiscal o de ayudas de Estado y mantenga reglas del juego justas ("level playing field").
Algunos países querrían que los británicos sigan las reglas de la UE en estos cuatro aspectos y se adapten de manera automática a los cambios de legislación, una petición que ven indispensable por la cercanía económica y geográfica del Reino Unido.
Pero Johnson "indicó claramente que quiere un acuerdo de libre comercio como el canadiense, sin alineamiento", recuerda un responsable británico.
"El punto de partida son normas excepcionalmente altas (...) No tenemos la intención de rebajarlas", agregó.
"Será difícil mantener la unidad europea", estima un diplomático europeo, en referencia a que las prioridades de las capitales no son las mismas.
Los países del este del bloque conceden una gran importancia a los bienes industriales. Otros, como Luxemburgo, a los servicios financieros.
Francia, Dinamarca, Irlanda, Bélgica y Países Bajos quieren mantener su acceso a las aguas británicas por la pesca, un asunto muy simbólico que otros países vigilarán de cerca, inquietos por eventuales concesiones a Londres.
La pesca debería ser tanto más importante cuando Bruselas parece condicionar el inicio de las negociaciones puramente comerciales a un acuerdo en este campo.
Ambas partes han prometido llegar a un acuerdo sobre la pesca antes del 1 de julio.