Perspectiva. Fiebre del oro vuelve a ‘emerger’ en California | El Nuevo Siglo
AFP
Sábado, 20 de Mayo de 2023
Redacción internacional con AFP

Las torrenciales lluvias que recientemente causaron estragos en varias ciudades de Estados Unidos afectando a cientos de familias, paradójica y simultáneamente se convirtieron para otros en la esperanza de un mejor futuro porque de las entrañas de muchos ríos volvieron a flotar esas `piedritas’ tan brillantes como maleables: el oro.

El codiciado metal precioso, con una cotización actualmente en alza por ser el valor refugio preferido por los inversionistas, hacía 174 años que no ‘fluía’ con tanta facilidad del fondo de los afluentes de California, estado que como se sabe se gestó, desarrolló y catapultó económicamente gracias a esas pepitas de amarillo intenso.

Albert Fausel es una de las personas que desde hace años se sumerge en los ríos que hay en Sacramento (norte del Estado) y sus alrededores, como hace más de siglo y medio lo hacían los gambusinos, aquellos otrora famosos buscadores de minerales a pequeña escala.

Fausel ha arado durante décadas el fondo de los ríos que surcan Placerville en busca de oro. Pero la tarea nunca fue tan fácil ni el botín tan grande como este año, gracias a las torrenciales lluvias que han bañado al Estado.

"Este año hay muchos lugares nuevos (para hallar oro)", dice Fausel a la AFP con el agua a las rodillas.

Vestido con traje de neopreno y un esnórquel, comienza a excavar con una pequeña pala en una grieta en el fondo de un río aledaño a esa ciudad del condado de El Dorado, a unos 70kms de la norteña capital estatal, ubicada en la confluencia de los ríos Sacramento y los Americanos.

No pasan ni diez minutos cuando surgen las inconfundibles partículas brillantes mezcladas con la arena arcillosa.

"La madre naturaleza ha hecho un gran trabajo con todas estas inundaciones (...) ha movido nuevos materiales", exalta Fausel, de 42 años.

En sus manos una bandeja plástica en la cual minúsculos puntos dorados encandilan con el reflejo del fuerte sol de mediodía.

"Es una pequeña cantidad de oro, pero está casi en la orilla", sostiene, por lo que estima que en el medio del río debe haber "piezas más grandes".

Fausel recoge su recompensa con una herramienta que asemeja una bomba de succión.

"Este es un buen escondrijo", dice antes de sumergirse de nuevo para seguir excavando.

"Oro de inundación" 

California atravesó un lluvioso invierno, alagado por una inusual docena de ríos atmosféricos -sistemas meteorológicos cargados de humedad provenientes del Pacífico-.

Las precipitaciones récord causaron estragos en varias ciudades, pero también alimentaron los afluentes del oeste de Estados Unidos, deshidratado por dos décadas de sequía.

En el norte de California, además, reavivaron la fiebre del oro que marcó la historia de la región, la cual en los siglos XIX y XX recibió a decenas de miles de mineros y migrantes en busca de fortuna en el legendario territorio denominado  "Eldorado", o "El Dorado".  (Ver recuadro)

"Ahora estamos hablando de oro de inundación", explica Barron Brandon, capataz del rancho Cosumnes, por cuyas tierras pasa este río homónimo.

"Cuando tienes una gran precipitación, vienen las grandes lluvias, lavan las orillas de los ríos y corren hacia abajo, de nuevo a la cuenca del río, y traen el oro. Y así se producen los depósitos en el río", agrega este geólogo de formación, quien se lanza con su bandeja en el verano boreal.

"Pero el verdadero oro es estar aquí", asegura sonriente mientras observa el imponente paisaje de verdes y azules, donde el mayor ruido es el del caudal del agua.

"Hay para todos"

Todo es oro al margen de la autopista El Dorado que atraviesa Placerville: Aseguradora Oro, Galería Nación de Artistas del Oro, y claro, Antiguos Joyeros de Oro. De hecho, es el condado El Dorado.

AFP

En la juguetería, cascos de minería y bandejillas acaparan la mitad de la vitrina.

Uno de los principales hoteles mantiene la estética de los primeros tiempos de la fiebre del oro.

En la tienda de herramientas Placerville, gerenciada por Fausel, hay una infinidad de bateas, herramientas y catálogos de minería.

También botellitas con oro personalizadas y "semillas doradas", souvenirs para quien visita "el corazón de la Nación del Oro (Gold Country)".

La pequeña ciudad se apoya en el turismo, en su mayoría también salpicado por la "fiebre del oro".

Fausel no teme que una marea de foráneos invada la región.

"¡Vengan a California! Dénse la oportunidad de encontrar oro, aquí hay para todos", dice Fausel. "Pero sigan las regulaciones", aclara.

Mark Dayton, un cazador de tesoros profesional con millones de visualizaciones en su canal de YouTube, asegura que muchos de sus seguidores han querido lanzarse a la aventura "porque han escuchado sobre las lluvias y el oro que viene".



"Creo que se remonta a que a todos, de niños, nos fascina el tesoro del pirata (...) Las películas, las historias, todas apelan a la veta del tesoro", dice.

De hecho, una de las principales atracciones de Placerville es el museo, parque y mina Gold Bug, que recibe a decenas de grupos escolares.

"Los niños siempre están interesados en el oro", cuenta Pat Layne, un guía voluntario de 80 años que trabajó en la minería por décadas.

"California se construyó sobre el oro, por lo que es automático para ellos querer saber cómo fue (...) Intentamos enseñarles la verdadera historia, no la versión hollywoodense de la fiebre del oro", subraya.

"En los viejos tiempos había cientos de mineros aquí en este arroyo recogiendo oro", explica frente al afluente que bordea la ahora improductiva mina.

"Era muy rico aquí. El oro llegó a los arroyos drenado por la madre naturaleza durante millones de año. Cuando tenemos una gran inundación como la que tuvimos este invierno, lo vemos.", dice Layne.

 "Cuando el agua se mueve, el oro se mueve", sentencia. 

Pepitas que cambiaron la historia

UNA radiante mañana, despuntado el año 1849, James Marshall, empleado del suizo John Sutter, cavaba el lecho del río Sacramento para llevar agua al molino de su jefe y un brillo extraño lo ‘encegueció’ por segundos. Curioso, tomó varias de pepitas amarillas muy brillantes.

Con un vago conocimiento de los metales, las golpeó entre dos rocas y al ver que no se rompían confirmó sus sospechas: eran de oro. Tras ello se las mostró a Sutter, quien le recomendó guardar silencio, pero ya era tarde porque Marshall había contado su hallazgo a algunos pobladores, que lo regaron como pólvora.

El inmigrante suizo, que llevaba casi diez años construyendo su pequeña suiza en el entonces poblado de Sacramento, temió por su proyecto e intentó en vano acallar ya no el rumor, sino la noticia, de que en las aguas del río había oro, al punto que tanto empleados como obreros de su fundado pueblo, New Helvetia, pagaban sus compras con esas pepitas brillantes.

Semanas después, el dueño de una tienda de San Francisco, que a su vez editaba un diario, Samuel Brannan, decidió viajar a Sacramento para corrobar la noticia. Y tras ello, visualizó el negocio de su vida: abrir un almacén para vender a los buscadores, que comenzaron a llegar por cientos y desde todas las latitudes, desde picos, palas y cernidores hasta la ropa adecuada par las largas jornadas en el lecho del río.

Hizo fortuna en poco tiempo ya que los pagos se los hacían con pepitas de oro, las que en un frasco exhibía con orgullo al retornar a San Francisco, lo que hizo que meses después, el propio presidente James Knox Polk, confirmara el brillante hallazgo en el estado de California.

Y así se desató una fiebre de oro que trajo consigo un cambio radical no solo en Sacramento y sus alrededores, sino inclusive en California. Unos pocos se hicieron ricos, decenas mejoraron sus ingresos, pero fueron miles los que terminaron quebrados y endeudados ya que invirtieron grandes sumas, confiados en recuperarlas prontamente, lo que se frustró por la exigua cosecha para tanta gente.

La locura del oro permitió, inicialmente, que un buscador de cernidor (gambusino) ganará en un día hasta quince veces el salario que se pagaba a un obrero en cualquier otra ciudad del país. Se cuenta que unos pocos de ellos que trabajaron cuatro meses en el Río de las Plumas embolsaron más de un millón y medio de dólares en oro.

Pero como todo lo bueno acaba, entre ellos la riqueza rápida, la fiebre llegó a su fin menos de seis años después. Tras ello, la Inspección Geológica del país, confirmó que "en los primeros cinco años se extrajeron 370 toneladas de oro".

Esa fiebre del oro en California tuvo su réplica casi medio siglo después -1896- en Alaska, cuando Jim Mason que buscaba río Yukón abajo a su hermana Felisa y a su marido, George, que pescaban salmones en la desembocadura del Klondike, descubrió oro en el arroyo Bonanza