Una de cada nueve personas no tienen qué comer o están desnutridas (821,6 millones). Índices empeoraron en América Latina por situación venezolana
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DOS grandes males y que crecen con el paso de los días padece el mundo: el hambre y la obesidad.
Así lo coinciden en señalar informes de diferentes instituciones globales como la OCDE, la FAO y varias organizaciones aupadas en Naciones Unidas que investigan sobre la situación alimentaria, y que reiteran que esta junto a la mala nutrición son las principales causas del sobrepeso y la obesidad (que afecta a un cuarto de la población), mientras en el otro extremo, está la falta de comida o tenerla con ausencia de micronutrientes, que registró en 2018 una escandalosa cifra de 821,6 millones de personas, 10,6 millones de personas más que el año anterior.
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El informe El estado de seguridad alimentaria y nutrición en el mundo presentado por la ONU reseña que tras décadas de declive, la desnutrición ha ido en alza desde 2015, lo que hace casi que una utopía poder cumplir con uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, que es precisamente acabar con el hambre global.
De esta forma, en los últimos tres años, el número de personas que padecen hambre se ha incrementado lentamente, con más de 821 millones de personas, una de cada nueve en el mundo, que siguen padeciendo hambre en la actualidad.
El hambre está aumentando en casi todas las subregiones africanas, lo que hace a África la región con la prevalencia de la subalimentación más elevada, situada en casi el 20% de la población; mientras en Asia alcanza al 11%. La progresión de este flagelo también afecta a América Latina, aunque su prevalencia todavía se sitúa por debajo del 7%.
En informe resalta que en países donde ha habido crecimiento económico, ese crecimiento no le llega a los más pobres. “El ritmo desigual de la recuperación económica socava los esfuerzos por terminar con el hambre y la malnutrición, con un aumento del hambre en muchos países donde la economía se ha ralentizado o contraído, sobre todo en países de ingresos medianos”.
“Los nuevos datos confirman que el hambre ha ido en aumento en muchos de los países cuya economía ha entrado en una fase de desaceleración o de contracción. La mayoría de las naciones (65 de 77) que experimentó un aumento de la subalimentación entre 2011 y 2017 padeció de forma simultánea episodios de desaceleración o de debilitamiento de la economía. Sorprendentemente, en la mayoría de los casos, no se trataba de países de ingresos bajos, sino de naciones de ingresos medios”, se lee en el documento.
Por su parte el experto en temas alimenticios de la FAO, Marco Sánchez Castillo, indicó que “la desaceleración de la economía tiene efectos bastante nocivos, porque se ve reflejada en problemas de desempleo, en problemas de salarios, etc. Y eso llega a aminorar el poder adquisitivo de los hogares. Son los más pobres y los más vulnerables los que se ven menos preparados ante la eventualidad de los eventos económicos adversos”.
Sánchez destaca, además, que otro aspecto del sistema económico actual que está causando el hambre, son las desigualdades: “Las desigualdades en el ingreso y las desigualdades en el acceso a los activos productivos, como la tierra, el capital, los créditos, etc…y el acceso a los servicios básicos, como la salud. En países donde ha habido crecimiento económico, ese crecimiento no le llega a los más pobres para que puedan disminuir sus problemas de hambre e inseguridad alimentaria”.
Además, los conflictos y la violencia en muchas partes del mundo, la variabilidad del clima y la exposición a eventos climáticos extremos más complejos, frecuentes e intensos están mermando los logros alcanzados en la eliminación del hambre y la malnutrición
Sin comida asegurada
Este año, el informe va un paso más allá de la observación de las personas que pasan hambre e indica, por primera vez, acerca de otro de los indicadores insertados en el seguimiento mundial de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: la prevalencia de la inseguridad alimentaria.
Alrededor del 17,2% de la población mundial, unos 1.300 millones de personas han experimentado niveles moderados de inseguridad alimentaria. Esto significa que no tienen acceso regular a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes: aun cuando no necesariamente padezcan hambre, se encuentran en mayor riesgo de padecer varias formas de malnutrición y mala salud.
“Si se combinan los niveles moderado y grave de inseguridad alimentaria, la estimación asciende al 26,4% de la población mundial o a un total de alrededor de 2000 millones de personas”, señalan los expertos de la Organización.
Obesidad y anemia al alza
La inseguridad alimentaria además de contribuir a la desnutrición, también contribuye al sobrepeso y la obesidad, lo que explica en parte la coexistencia de estas formas de malnutrición en muchos países.
En 2018, alrededor de 40 millones de niños menores de cinco años tenían exceso de peso. En 2016, las cifras ascendían a 131 millones de niños de cinco a nueve años, 207 millones de adolescentes y 2.000 millones de adultos con sobrepeso.
La anemia en las mujeres y la obesidad en adultos también están aumentando a nivel mundial: una de cada tres mujeres en edad reproductiva padece anemia y más de uno de cada ocho adultos, o más de 672 millones, son obesos.
El problema de la obesidad es más significativo en América Septentrional, pero resulta preocupante que incluso África y Asia, que siguen presentando las tasas de obesidad más bajas, también estén mostrando una tendencia ascendente. Además, el sobrepeso y la obesidad están aumentando el riesgo de enfermedades no transmisibles, tales como diabetes de tipo 2, hipertensión, ataques cardíacos y algunas formas de cáncer.
Preocupa A. Latina
El deterioro de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe provocó que el año pasado que 42,5 millones de personas fueran afectadas por el hambre, flagelo que golpea con fuerza a Venezuela.
“En América Latina y el Caribe, las tasas de subalimentación han aumentado en los últimos años, en gran parte como consecuencia de la situación en América del Sur, donde el porcentaje de personas con hambre aumentó del 4,6% en 2013 al 5,5% en 2018”, señala Naciones Unidas.
Suramérica es afectada por la extensa y profunda crisis económica que vive Venezuela. En los últimos años, la prevalencia de la subalimentación en el país caribeño se multiplicó casi cuatro veces pasando de 6,4% en 2012-2014 a 21,2% en 2016-2018.
“Durante los primeros 15 años de este siglo, América Latina y el Caribe redujo la subalimentación a la mitad. Pero desde 2014 el hambre ha ido aumentando”, alertó Julio Berdegué, representante regional de la FAO.
En América Central y el Caribe los porcentajes de personas afectadas por hambre siguen en retroceso, con 6,1% y 18,4%, respectivamente, pero aún por encima del dato de América del Sur (5,5%).
Con estos números, "tenemos que rescatar, en promedio, a más de 3,5 millones de personas del hambre cada año desde ahora hasta 2030 si queremos alcanzar la meta de hambre cero del Objetivo de Desarrollo Sostenible", aseguró Berdegué.
El informe concluye haciendo un llamado a una "transformación estructural" que incluya a los más pobres y pide "integrar las preocupaciones de seguridad alimentaria y nutrición en los esfuerzos de reducción de la pobreza", mientras se combaten las desigualdades de género y la exclusión de grupos sociales.