En una nueva página de la Pandemia desde mi ventana contamos lo que pasó en Francia, desde la euforia por comprar antes de la cuarentena hasta hoy, cuando el sistema de salud colapsó
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En un abrir y cerrar de ojos París, la ciudad de las películas, el romance, el arte y la revolución quedó desolada, en silencio, sin parejas de la mano o ‘chalecos amarillos’. Todos, al igual que otros millones de habitantes de Francia se encuentran en sus casas con jardín o diminutos apartamentos esperando desde la ventana aquel momento en el que el presidente Emmanuel Macron ordene el regreso a las calles.
Sin duda es impactante. Por los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo y la misma Torre Eiffel no pasa ni una sola alma, ni una. No hay fotógrafos, guías de turismo, historiadores andando por las clásicas aceras disfrutando de la exquisita arquitectura francesa.
Todo ocurrió de un día para otro, como si el interruptor se hubiese apagado, sin embargo, horas antes de la media noche la historia era otra, los supermercados y las calles estaban abarrotadas, los compradores estaban cargados de víveres y cerveza antes de que comenzara la cuarentena.
“El primer día de cuarentena todos salieron en París. Había un partido de fútbol a puerta cerrada y todos estaban afuera del estadio (…) El primer día de cuarentena todo el mundo estaba en los supermercados. El último día antes de que nos fueran a encerrar, todo el mundo estaba en los parques”, cuenta Viviana en compañía de su esposo Franck, disfrutando de la belleza del campo del norte de Francia, en unas extrañas vacaciones en las que se vieron obligados a permanecer en casa.
Samuel, un fotógrafo español acostumbrado a retratar los enamorados disfrutando de las lunas de miel, contó a este Diario que en cuanto el Gobierno francés dispuso que el aislamiento obligatorio comenzaba esa noche a las 12, todos salieron a los bares: “nos fuimos todos a acabar con las provisiones de los bares, para que veas como nos lo tomamos allí. Toda la gente salió en masa”.
Y si bien por las fuertes protestas del año pasado, la población ya estaba acostumbrada a ver los estantes de los supermercados vacíos, aun así hubo pánico, sobre todo por no tener los 55 rollos de papel higiénico suficiente para la cuarentena obligatoria.
Quedarse en casa no ha sido fácil para muchos, en especial para aquellos que viven en los microscópicos apartamentos o lofts de París y otras ciudades grandes de Francia, me comenta por su parte Matthew, -quizá por eso es que aumentó de repente el número de deportistas en las últimas semanas-.
No se puede dejar de lado que si bien este tipo de episodios fueron realmente irresponsables, con el paso de los días, el aumento de contagiados y por consigo el de fallecidos, la población ha ido tomando más consciencia, y cómo no tenerla, si el sistema de salud francés lo pedía a gritos, pues aunque tienen un promedio de 6.5 camas por cada mil habitantes, colapsó, como en el resto de Europa.
Más de 30 mil personas se encuentran hospitalizadas, de las cuales algo más de 7.100 se encuentran en una Unidad de Ciudados Intensivos, por lo que algunos pacientes han sido llevados en trenes adaptados a otras partes del país, incluso hasta la frontera alemana para recibir atención.
Un temor generalizado de los habitantes es que no se conoce a profundidad la cantidad de fallecidos. Reportes locales y europeos han puesto la lupa sobre las cifras de los contagios y de los decesos, el primero se debe a que el número de test (como en el resto de mundo) se ha quedado corto, por lo que pasa cierta cantidad de tiempo mientras se confirma la sospecha de que un paciente tiene coronavirus, y por el otro, no es claro qué tantas personas están falleciendo por o con el Covid-19.
“Los médicos no tienen los medios suficientes en una situación normal, menos en una como esta para cuidar la gente”, explica Matthew sobre las reclamaciones del personal médico meses atrás al Gobierno, y que hoy la crisis deja aún más en evidencia que eran legítimas.
Para evitar cualquier comienzo de un nuevo estallido social por cuenta de la emergencia sanitaria, el Gobierno francés activó de inmediato un plan para poner en los bolsillos de los trabajadores algo de dinero, de hecho, independientes como Samuel ya lo han recibido, y eso, en parte, da un respiro, pues aunque una persona sea de clase media también tiene el miedo de un día abrir la nevera y no encontrar ni un queso rancio para comer.
En una situación como esta hasta salir a comprar solo un baguette se volvió un delito e ir a correr una escapatoria, sin embargo Francia espera que más pronto que tarde sus habitantes y visitantes vuelvan a disfrutar aquellas calles de romance e historia.