En pocas semanas y gracias a las redes sociales, se han convertido en un movimiento en boca de todos en Francia: "los chalecos amarillos", automovilistas exasperados por el alza de los precios de los carburantes, amenazan con bloquear el país este sábado.
La envergadura de su movimiento es difícil de calibrar: surgido al margen de los sindicatos y los partidos políticos, los "chalecos amarillos" -en referencia a las prendas reflectantes que debe utilizar todo automovilista en caso de incidente en Francia-, pillaron por sorpresa al gobierno, que trató en vano de apaciguarlo.
"Hay que respetar y escuchar a nuestros conciudadanos que consideran que no son escuchados y así lo expresan", dijo el miércoles el presidente Emmanuel Macron, advirtiendo a sus adversarios contra una recuperación política del descontento popular.
El primer ministro, Edouard Philippe, anunció medidas "de acompañamiento" para paliar el alza de los precios de la energía mientras que el titular de Interior, Christophe Castaner, jugó la baza de la firmeza asegurando que no se tolerará ningún "bloqueo total" el sábado.
Pero los intentos de calmar las aguas no parecen surtir efecto: el jueves, se contabilizaron más de 700 acciones para perturbar o bloquear el sábado el acceso a las ciudades, grandes ejes viales, aeropuertos, depósitos y refinerías de carburantes.
Concretamente, el ejecutivo se dispone a aplicar a partir de 2019 un impuesto sobre las emisiones de carbono, que supondrá un aumento de 6,5 céntimos de euro por litro de gasóleo y de 2,9 céntimos por litro de gasolina.
"La ley se aplicará"
Con el paso de los días, al alza de los precios de los carburantes se empezaron a sumar otras reivindicaciones, de manera que los "chalecos amarillos" representan ya un movimiento más amplio de protesta contra la política del gobierno y en particular sobre las medidas fiscales que pesan sobre el poder adquisitivo.
"No se tiene en cuenta a la gente de la periferia, las provincias, las zonas rurales (...) Se les dice que tienen que desplazarse de otra forma pero la realidad (...) es que no tienen otra elección que pagar", explica Priscillia Ludosky, promotora de una petición para que se rebajen los precios del carburante, que el jueves había reunido 850.000 firmas.
"Habrá que salir a luchar el 17 de noviembre, para que nosotros, ciudadanos, podamos expresar también nuestra opinión en el futuro sobre lo que va a pasar en Francia: impuestos, leyes, gestión del gobierno", afirmaba esta semana en Facebook Eric Drouet, camionero, y uno de los impulsores de la movilización.
El llamamiento a un "bloqueo nacional contra el alza del carburante" que lanzó en octubre en Facebook se declinó en tantos grupos locales que los chalecos amarillos proliferan en todo el país, colocados bajo los parabrisas de los autos, en señal de apoyo.
¿Los "me gusta" de Facebook se traducirán en una participación masiva en las carreteras el sábado?
En algunas regiones, los encuentros deportivos locales fueron aplazados como medida de precaución.
El gobierno por su parte defendió la "libertad de manifestar" pero también multiplicó las advertencias: "La ley se aplicará", dijo Philippe, precisando que se sancionarán los impedimentos a la circulación.
La oposición se ejercitó en el equilibrismo mostrando su apoyo a los "chalecos amarillos" y a la vez mostrándose prudente para no ser acusada de recuperar un movimiento que se reivindica "apolítico" y "ciudadano".
Así, el líder de extrema izquierda, Jean-Luc Mélenchon, no llamó a tomar parte en los bloqueos, pero deseó el "éxito" al movimiento.