Los talibanes y la reina Isabel | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Junio de 2020

Los talibanes de la guerra de Afganistán se destacan al luchar contra los comunistas soviéticos, brutales en destruir milenarios monumentos. El término se extiende para señalar a los nuevos bárbaros que reaparecen con el objetivo de destruir los monumentos que simbolizan los valores de una sociedad. Fueron los mismos que después volvieron las armas contra los Estados Unidos, siendo vinculados al atentado contra las torres gemelas de Nueva York.

Pueblos que se consideran cultos, por contar con tecnologías propias de Occidente, suelen caer en la barbarie de destruir monumentos, como los talibanes no tienen noción de lo que significan. En España, los socialistas atentan contra los símbolos que exaltan el triunfo de los nacionalistas y franquistas, en la guerra civil. Lo que de todas formas no modifica la realidad histórica. Los comunistas rusos no derrumban todos los símbolos del zarismo, pese a que ejecutan a la familia real y persiguen con saña a los nobles. Entendían que no podían borrar la historia, lo que hicieron fue falsificarla en tiempos de Stalin.

Las masas de bárbaros actuales cuando salen de protesta en las grandes urbes, como ha ocurrido por estos días se dedican a destruir monumentos. Desconocen su trascendencia e ignoran la razón por la que lo levantaron quienes le rindieron homenaje al personaje por su aporte a la sociedad y la historia. Niegan que existan hombres superiores a la medianía, elevados por su virtud o sentido de grandeza. Ignoran quién era Winston Churchill, el famoso estadista que enfrenta a Adolfo Hitler en guerra frontal contra Inglaterra. Churchill levanta la moral de Europa, junto con ese otro personaje providencial que ocupada París, vuela a Londres para proseguir la lucha, Charles De Gaulle. Sus hazañas asombran hoy en día, en los cuales la mediocridad consigue el aplauso colectivo y se derrumban los monumentos de los grandes hombres.

Llama la atención los atentados contra las figuras de Cristóbal Colón o Isabel la Católica. Esta reina es una de las mujeres más interesantes de la historia de la humanidad, hizo de Castilla el centro de la guerra de liberación contra los moros que llevaban varios siglos instalados en España, quienes se habían relajado un tanto en sus virtudes guerreras. Su gran acierto sería convertir esa lucha en una gesta sagrada, para así poder combatir la mística mahometana con sus bravos guerreros.

Casada con su pariente Fernando de Aragón, consigue no solamente la liberación y unificación de España, sino forjar el imperio más grande de todos los tiempos, con la incorporación del Nuevo Mundo a su soberanía. Ella tuvo la intuición y quizá, información privilegiada para apoyar a Cristóbal Colón, el marino en búsqueda de la ruta al Asia, para terminar por toparse con un mundo desconocido. El Imperio Español se consolida con Carlos V y Felipe II, siendo de 1500 a 1700, la primera potencia mundial. Hasta que lo carcome la decadencia y cae en manos de Luis XIV, por arreglos matrimoniales entre los monarcas y, luego, por la fuerza en las garras de Napoleón.

Isabel la Católica gobierna parte del mundo, prohíbe la esclavitud, establece la jornada de ocho horas para los indígenas, privilegia el castellano en América y el juicio de residencia a los altos funcionarios. La gloria de la Reina Isabel brilla con luz propia, junto con Cristóbal Colon, cuya hazaña unifica el globo.

Don Julio Arboleda: caudillo, aristócrata, político, orador, poeta, literato de alto vuelo y mártir conservador. Decreta la guerra a muerte contra los radicales y derrota en medio de una pavorosa guerra civil al invasor ecuatoriano. Miguel Antonio Caro decía que si Bolívar no nos hubiese dado la independencia, Arboleda la habría alcanzado.