El duelo conservador inglés | El Nuevo Siglo
Sábado, 22 de Junio de 2019
  • La frustración de y por May
  • Boris Johnson y el cambio

Cuando a la dirigente conservadora Theresa May le dio por confrontar a su entonces ministro de Asuntos Exteriores, Boris Johnson, debido a las diferencias de criterio que tenían en torno a cómo darle vía libre al Brexit y concretar la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el curtido político conservador se sintió traicionado y sin más, renunció y salió del gobierno. Pero a la Primera Ministra las cosas se le fueron complicando más, ya que la negociación con Bruselas para los términos del divorcio la fue dejando entre la espada y la pared.

Paradójicamente, una parte de la opinión pública entendía que May tenía un audaz doble juego mediante el cual presionaba al Parlamento para acoger sus avances en las tratativas con Europa y, al tiempo, también hacía lo propio con los negociadores de la Unión Europea para que aceptaran darle concesiones y así viabilizar un Brexit gradual y ordenado. Incluso algunos sectores llegaron a considerar que, en realidad, la Primera Ministra pensaba en flexibilizar el divorcio, como se lo solicitaban ciertas instancias arrepentidas de la decisión de las urnas, principalmente en Londres.

Pero a medida que fueron pasando los meses y no avanzaban las discusiones con Bruselas, lo que se evidenció es que lo que quería May era quedarse en el poder a cualquier precio, sin importar qué pasara con el Brexit. A partir de ese momento, varios ministros conservadores, más cercanos a la postura de Johnson en torno a cumplir el dictamen popular, también se dijeron engañados y renunciaron. En tanto, ella formaba un grupo de parlamentarios moderados que respaldaban las negociaciones, pero sin saber a ciencia cierta el rumbo que estas tomarían, en especial desde que las autoridades de la Unión Europea manifestaron que no habría más concesiones para Londres.

Evidenciada la sin salida, la imagen de la Primera Ministra comenzó a desdibujarse y caer en las encuestas, más aún cuando los laboristas, buscando pescar en río revuelto, pretendieron darle un empujón para que cayera del poder, pues era claro que vacilaba y no tenía ningún plan B eficiente a la mano. Ya para entonces se sabía que se le reducía día tras día el apoyo conservador, que presentía que los yerros de May podrían salirles muy caros a la colectividad, tanto política como electoralmente. Al final, sin mayor margen de acción y -como tituló la prensa- sin ningún as bajo la manga, se refugió en el número 10 de Downing Street a la espera de un milagro que la salvara de la estrepitosa caída, lo que no ocurrió.

En medio de las complicadas tratativas con la Unión Europea, May descuidó asuntos de política interna y el Parlamento le hizo serias advertencias y recriminaciones. Entre tanto, la pugna entre China y los Estados Unidos dejó entrever que los ingleses, con su poderoso sistema bancario y de seguros así como por su capacidad de mediación diplomática, podían sacar ventajas de la lucha entre esas dos potencias. Lo mismo que se puso sobre la mesa una posible negociación de Washington con Londres, que antes se resistía por los compromisos británicos con la Unión Europea. Pero ni aun así May logró ganar oxígeno suficiente y su gobernabilidad empezó a extinguirse más rápido. Incluso el propio Donald Trump llegó a declarar que esperaría a negociar futuros acuerdos con un hombre como Johnson, del que tenía la mejor impresión por su carácter firme y definido.

Así las cosas, su anuncio semanas atrás en torno a que daría un paso al costado, no sorprendió. Ya desde entonces las encuestas mostraban que Johnson tenía el respaldo mayoritario del partido. Más allá de algunas particularidades de su personalidad e imagen, se le reconoce como un dirigente de palabra, con el pragmatismo y capacidad para sacar el país adelante y finiquitar la salida de la Unión Europea prontamente, con acuerdo o sin él.

Por ahora, la relación de fuerzas en el Parlamento entre conservadores y laboristas no varía. La primacía es de los primeros. Para los tories resulta conveniente un liderazgo decidido dispuesto a conseguir resultados y defender los intereses del Reino Unido. Ese gallo de pelea es, según muchos, Johnson, incluso por encima del actual canciller Jeremy Hunt, con quien ahora se disputa la sucesión de May en las votaciones internas de los conservadores. Para muchos ingleses en estos momentos no caben las indefiniciones ni las maniobras de equilibrismo político.

Aunque hay que esperar que termine el pulso con Hunt, ya muchos dan por ganador, y de largo, a Johnson e incluso se dice que se prepara para formar un gabinete y recuperar la iniciativa política, dado que los conservadores ingleses tienen la filosofía de movilizar el cambio como fuete de poder y estabilidad nacional. Habrá que esperar el humo blanco definitivo.