El abandono de perros es una problemática que se ha evidenciado desde tiempos inmemoriales alrededor del mundo. No es extraño ver caninos deambulando por las calles en condiciones precarias en búsqueda de alimento, refugio y el cariño que ya no reciben.
Lo que resulta poco común en la ciudad es evidenciar a individuos de esta especie, de tamaños que superan las medidas convencionales, con pelajes oscuros y conductas similares a las de un lobo.
Estas son algunas de las características de los perros semiferales y ferales, que probablemente pertenecieron a una familia y luego fueron abandonados, dejándoles como única opción de supervivencia adaptarse a un entorno salvaje.
“Hay un concepto base de feralidad, que es el cambio de comportamiento que se da cuando los animales pasan de un estado doméstico a un estado salvaje. En ese sentido, los perros ferales son esos que llegan a sobrevivir sin el cuidado humano. Logran establecerse en zonas apartadas, conforman una manada o jauría, protegen el territorio y se alimentan básicamente por sus propios medios a través de la caza. Huyen totalmente cuando sienten la presencia del ser humano, pueden tener conductas agresivas, nerviosas o incluso fobias. Logran adaptar su fisonomía a un tamaño más grande en comparación de un canino tradicional y a las condiciones ambientales en las que están, así como un pelaje oscuro, normalmente de una melena larga. Si hablamos de comportamiento, pueden tener miedo o actuar con agresividad en ciertos momentos con los humanos o demás especies. Permanecen completamente aislados”, explicó a EL NUEVO SIGLO la doctora Laura Gallego, médica veterinaria zootecnista, experta en comportamiento animal e integrante del equipo CES.
Estas siglas hacen referencia a Capturar, Esterilizar y Soltar, la estrategia conformada por técnicos y médicos veterinarios, creada por el Instituto de Protección y Bienestar Animal (Idpyba) con el fin de esterilizar a los animales que habitan en calle sin un cuidador responsable.
Diariamente, el grupo CES se desplaza a las diferentes localidades de la ciudad (en especial a las zonas periféricas), atendiendo el llamado de los ciudadanos o de las distintas entidades distritales.
Los animales son capturados, posteriormente esterilizados y luego de su recuperación, son dispuestos en el mismo sitio en que fueron encontrados para continuar con su vida normal.
“El trabajo que realiza la estrategia CES es bastante importante. Nos encargamos de hacer el diagnóstico en las zonas donde nos reportan posible presencia de animales ferales o semiferales. Se establecen unas visitas, se hace una revisión de la zona; obviamente no es tan fácil poder observarlos o identificarlos, pero por ataques a animales de granja como ovinos, bovinos y aves de corral, la comunidad determina que puede haberlos en una zona. Se colocan jaulas o corrales trampas y tratamos de hacer la captura de esos animales para posteriormente hacer la esterilización y un control poblacional, evitando que haya sobrepoblación y que se generen más conflictos con las comunidades aledañas”, relató la doctoa. Gallego.
Más de 50 individuos
Según el último estudio, realizado en el año 2022 por la Secretaría de Salud en compañía del Instituto de Protección y Bienestar Animal, se identificaron aproximadamente 47 individuos ferales en Bogotá.
“Hay que tener en cuenta que también existen los perros semiferales, que son aquellos que tienen una conducta de miedo hacia el ser humano pero de alguna forma dependen de él para su supervivencia, por ejemplo, con resguardo cerca de donde hayan personas, porque de alguna forma saben que tienen protección o son alimentados por personas de la comunidad, pero de alguna forma permanecen aislados. En ese sentido, con base en ese estudio, se estima que hay 47 perros ferales y 940 semiferales. Se contaron 19 localidades, exceptuando Sumapaz, puesto que por el tema del territorio no se ha podido establecer muy bien esa cifra”, señaló la experta.
El proceso de acercamiento con un perro feral no es nada sencillo. Incluso, en ocasiones el equipo no logra siquiera verlos, solo se guían por los rastros que estos individuos dejan en el camino.
“Cuando se logra una interacción más cercana en centros de albergues con estos animales, los acercamientos deben ser muy respetuosos, siempre en positivo. Es decir, ofreciéndoles el alimento que más les gusta, de una manera muy lenta, respetando espacios, puesto que cuidan mucho su territorio, sus espacios y sus recursos. Ellos buscan zonas amplias, boscosas, donde hay vegetación, donde puedan camuflarse más fácilmente, donde pueden encontrar otras especies para alimentarse. Normalmente se ubican en zonas rurales, pero también pueden encontrarse en humedales, que son espacios perfectos para poder esconderse y también tienen la posibilidad de alimentarse de diferentes especies que allí encuentran”, explicó.
Las consecuencias del abandono
Laura trabaja en el Idpyba desde hace tres años y hace un año se vinculó al equipo CES, luego de adquirir la suficiente experiencia en la Unidad de Cuidado Animal. Hoy por hoy enfatiza que su objetivo continúa siendo el mismo: hacerle entender a la gente la importancia de la esterilización y del cuidado de los animales.
“Lo más difícil es poder hacer ese acercamiento con las comunidades para sensibilizarlas respecto a la tenencia responsable, que es la base para evitar que haya animales ferales o semiferales. Lo más gratificante son esos momentos en que logramos las capturas, esterilizar, hacer control poblacional e incluso atender a aquellos animales en estado de vulnerabilidad, que necesitan un manejo específico médico”, indicó.
Otro reto que enfrenta día a día el equipo CES corresponde a los señalamientos por parte de diversas personas que critican y cuestionan que estos animales sean devueltos a su hábitat natural y no se den en adopción o se lleven a albergues.
Al respecto, la doctora puntualizó que en la mayoría de casos estos animales llevan mucho tiempo aislados, tienen un grupo social conformado, y unos comportamientos muy propios de lo que eran sus ancestros, es decir, animales abandonados.
“Pasan de ser perros callejeros a ser perros semiferales y posteriormente se reproducen y tienen crías que terminan siendo completamente ferales. Es decir, tienen cero contacto con los seres humanos, obtienen sus costumbres y comportamientos netamente de lo aprendido con su grupo social y eventualmente la socialización no se ha dado con el ser humano. Eso impide que pueda haber una convivencia sana entre esos caninos y la comunidad. Hay casos en los que perros semiferales se han podido rehabilitar, pero pueden tardar meses o incluso años para que esa rehabilitación se dé con éxito. Nosotros estamos acostumbrados a animales de compañía que generan interacción continua, juegan, manipulan y todo este tipo de conductas que resultan agresivas para un canino semiferal o feral. Son perros ferales que nacieron ferales y mueren ferales por su condición genética, entonces definitivamente no tendrían la posibilidad de resocializar o socializarse con el ser humano”, explicó.
Tenencia responsable
La doctora fue enfática en invitar a los lectores de EL NUEVO SIGLO a informarse muy bien si quieren tener animales de compañía o si ya los tienen.
“Deben saber cuáles son las condiciones para una buena tenencia, qué se necesita para tener un animal de compañía, informarse respecto a si son animales de raza, sus características y, ante todo, la invitación es a la esterilización. Todo esto es importante para evitar casos de abandono o de maltrato”, concluyó.