Todo sucedió cuando el superintendente de Notariado y Registro Jorge Enrique Vélez era aún adolescente. Tenía 16 años y un accidente de tránsito por poco le quita la vida. “Fui al túnel. Me salí del cuerpo y me vi desde afuera”. Aunque para cualquiera podría ser una experiencia angustiosa ver su cuerpo sin vida, Vélez asegura que esos segundos fueron de extrema paz. “Uno siente una tranquilidad inexplicable y una luz blanca que lo rodea”, cuenta este hombre que estuvo muy cerca de la muerte, la que prácticamente es su pan de cada día, porque las amenazas contra su vida no han cesado desde que empezó a trabajar en cargos públicos.
Vélez es de esos hombres que no les tiembla la mano para destapar “ollas podridas”. De los que, como él mismo dice, “no le tienen miedo a nada”. Pero sí tiene la convicción de que las cosas que no funcionan con transparencia hay que sacarlas a la luz pública. Posición que le ha costado innumerables amenazas contra su vida. “No me acuerdo una fecha en la vida que no haya estado amenazado”. La primera llegó con su primer cargo público como Jefe de Personal del Municipio de Medellín: “A los 8 días ya estaba amenazado porque ya había descubierto irregularidades”.
Pero la cosa se complicó cuando fue Secretario de Tránsito de su natal Medellín. “Habíamos hecho unos operativos contra la ‘Oficina de Envigado’ y me salvé de un atentado”. Vélez tuvo que abandonar el cargo y la ciudad. Se fue por tres meses a vivir a Estados Unidos, donde recordó aquellos años de juventud en los que por una temporada estudió en ese país, mientras a la vez trabajaba en hoteles recogiendo hojas con un chuzo para pagarse la estadía.
Una vez regresó al país, su destino fue Bogotá, porque era mejor que ni asomara las narices por Medellín. “Enrique Peñalosa era alcalde y me había ofrecido la Secretaría de Tránsito de Bogotá, pero me parecía irresponsable aceptar el cargo sin conocer la ciudad. Por eso dije que no”. Volvió entonces para asesorar a varias entidades y alcaldías en materia de transporte, tema en el que es experto. Pero llegó la gran oportunidad de volver a su Medellín. El alcalde Luis Pérez le ofreció ser el Secretario de Gobierno de la ‘Ciudad de las flores”. “La única forma de volver a Medellín era en ese cargo, porque yo mismo iba a controlar el tema de los que me mandaron a matar”. Y así fue como regresó con la meta de recuperar las Comunas, cosa que lo convirtió nuevamente en blanco de amenazas.
Cuando dejó el cargo, se lanzó a la Alcaldía de Medellín aprovechando el apodo que desde niño le decían en el colegio… “Yo mismo decía ‘vote por el Cachetón’. El único cachetón que va a ver en la foto soy yo”, cuenta entre risas, porque, aunque tiene fama de gruñón, tiene también un buen sentido del humor. Como el que tuvo cuando perdió las elecciones a la Alcaldía y decidió regresar al sector privado.
El vago más pilo
Al Superintendente de Notariado y Registro lo echaron de cuatro colegios por indisciplinado. “Era muy inteligente pero no estudiaba. Era vago y me dedicaba a pasar bueno”. Aun así, terminó el bachillerato y se inscribió en la Universidad Bolivariana para estudiar Derecho, donde no era el número uno del curso pero sí el líder para armar las parrandas. Como muchos jóvenes de clase media, trabajaba para ayudarse con el estudio. “Era camarógrafo de Cosmovisión. Hacía un programa que se llamaba Por los caminos de Antioquia y terminé siendo Gerente Comercial del canal”, recuerda.
Años después, cuando dejó la política para regresar al sector privado, Cosmovisión lo recibió con las puertas abiertas, esta vez como Gerente General y presentador de noticias y programas. “Presentaba un programa de debate que se llamaba Sin Corbata. Hablábamos del tema de la semana y ahí se daba mucho palo”. Adicionalmente conducía un programa radial en el que durante siete años habló de política sin pelos en la lengua.
Luego de un buen tiempo haciendo periodismo, volvió al ruedo político. Se lanzó al Senado y con 12.000 votos de opinión llegó al Congreso. “Rodrigo Lara, Alfonso Valdivieso y yo llegamos a llenar el vacío que dejaron los investigados por parapolítica”, dice Vélez, quien duerme tan solo 4 horas y que ama las noches de bohemia en casa con música de Serrat, Silvio Rodríguez y Milanés, porque con tanta amenaza a bordo prefiere armar plan casero con su esposa Nora.
Los viajes sagrados
“Mi negro de Buga”, así invoca al Señor de Los Milagros de Buga, de quien guarda una pequeña réplica a sus espaldas en el despacho y por quien profesa una fe ciega. “Todo lo que le he pedido me lo ha dado”. Por eso cada dos meses se pega el viajecito hasta la ‘Ciudad Señora’ para visitarlo.
Otro de sus viajes infaltables es al Festival Vallenato. “El Festival es parte de mi vida. Me encanta visitar esa tierra, porque si los paisas tenemos fama de queridos, los vallenatos sí que lo son”, afirma con su acento cantao. Cuenta que el amor por ese género musical lo adquirió muy niño, cuando a las cuatro de la mañana la empleada doméstica de su casa encendía la radio a son de vallenato.
Lo cierto es que si de viajes hablamos, su viaje político aún no tiene una meta. “En política no me pongo retos, porque pueden terminar en frustración. Las cosas políticas se hacen día tras día”. Eso sí, con la idea muy clara de no cometer los errores más comunes de los políticos, “decir que todo lo anterior es malo y querer desde un puesto aspirar a otro”, porque Vélez sabe que en cuestión de política en la mañana puede ser Superintendente de Notariado y Registro y en la noche terminar en otro cargo. Por eso trabaja cada día como si fuera el último y no se preocupa por su futuro político, porque seguramente estará donde Dios y su “Negro” lo quieran poner.