¿En qué quedó la Ley de Educación? | El Nuevo Siglo
Martes, 13 de Septiembre de 2011

 

La otra noche, en una de las tradicionales tertulias organizadas por un amigo en el restaurante Salinas de Bogotá, se armó un debate sorpresivo en torno de cuál, entre las universidades de los Andes y Antioquia, era la mejor. El invitante, el empresario antioqueño Manuel Santiago Mejía, que tiene razón de estar orgulloso de su labor en su comité directivo, defendía el claustro paisa a capa y espada y yo hacía lo propio con los Andes.
La discusión se había suscitado por cuanto en mi opinión lo que había sacado a Medellín de la crisis de Pablo Escobar había sido el grupo envidiable de empresarios que había empujado, mano a mano, con autoridades, académicos y organizaciones sociales, fueran ellos laudables o deficientes, para hacer una ciudad mejor. A mi juicio, era lo que faltaba en Bogotá, donde siempre han ido por un lado tecnócratas y políticos y por otro, empresarios, académicos y redes alternativas, impidiendo esa concertación cívica ejemplificante. Mejía aseguraba, por el contrario, que el éxito había estado en las instituciones, su fortaleza y desarrollo, donde la Universidad de Antioquia, aún por encima de Empresas Públicas de Medellín y similares, sobresalía y que no importaban embates terroristas, alcaldes buenos o malos, eran ellas las que debían aplaudirse y seguir consolidándose.
El hecho, entre ambas opiniones no necesariamente discordantes, es que por esa vía se llegó a la otra discusión, la de las universidades, no sin referencias previas de algún participante a la revista Arcadia que en una de sus últimas ediciones publicó un especial, criticando el estancamiento de la cultura en Medellín. Luego de la discusión apasionada y apasionante sobre las universidades, donde obviamente la gran diferencia era su carácter público o privado, el mecanismo de los recursos, el número de estudiantes, profesores doctorados y las diferencias administrativas, finalmente se llegó a la conclusión civilizada de que lo grave era que Colombia, aparte de ellas, la Nacional y algún par de ejemplos más, no tuviera varias del mismo espectro en los rankings latinoamericanos y mundiales.
Anteayer, por pura coincidencia, vino a saberse por los medios que la universidad de Los Andes, en el prestigioso escalafón de organismos mundiales 2011 (QS World University Rankings), con sede en Londres, ascendió al puesto aproximado de 423 (rubro de 401-450), subiendo cien niveles, situándose como la única colombiana entre las mejores 450 del mundo y entre las diez primeras latinoamericanas. Pero el hecho no es ese. En todo caso las universidades Nacional y de Antioquia aseguran buenos rangos en los siguientes rubros.
Hoy, cuando se está en pleno debate de la Ley de Educación, lo fundamental es dar educación pública o privada de calidad. Derrotadas las pretensiones iniciales por el temor gubernamental a lo que sucede en Chile con las protestas, hay que esperar que ello no termine en la contemporización nociva que ya se vislumbra, donde todos han entrado a pescar en el baúl de anzuelos. No se trata de graduar por graduar, sino de estudiantes éticos y competentes.