Esto habría sido inconcebible en el pasado. Tener acceso en Colombia, a la representación de una ópera, cuyo estreno ocurrió hace apenas año y medio. Es la cara amable de la tecnología que se apoderó del mundo.
Porque el estreno de The Exterminating Angel, del británico Thomas Ades, ocurrió el 28 de julio de 2016, como una de las novedades del bastante conservador Festival de Salzburgo. Ojo, que no hay que escandalizarse con eso, porque si Salzurgo es bastante conservador, lo es porque al fin y al cabo se realiza en la ciudad donde nació Mozart y también Herbert von Karajan, dos genios absolutos, cada uno en lo suyo pero no revolucionarios. Pero, no es el tema de esta reseña.
El punto es que, gracias a la tecnología -y a Cine Colombia: a todo señor todo honor- el público de Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga y sigue la lista, asistió al medio día del pasado sábado 13 de enero a la retransmisión de la ópera del compositor británico desde la Metropolitan neoyorquina.
La obra sigue la costumbre que ha sido consuetudinaria en la historia del melodrama desde 1597: basarse en asuntos que provienen, bien de la literatura o del teatro. Si hemos de aceptar que el cine no es otra cosa que una de las infinitas variantes del teatro, pues la ópera de Ades se inscribe en la tradición, pues proviene de un clásico del cine, la película El ángel exterminador de Luis Buñuel de 1962, pieza indispensable de la estética cinematográfica surrealista que Buñuel rodó en Méjico, aunque luego él mismo confesó que hubiera preferido hacerlo mejor, por ejemplo en París. Tampoco es ese asunto el tema de la reseña.
Si lo es, en cambio, que quienes encargaron la ópera –el Festival de Salzburgo, Covent Garden de Londres, Royal Danish Opera y Metropolitan Opera- corrieron un riesgo, en el sentido de llevar a la escena lírica una propuesta surrealista, vigente en los 50 y 60’s del siglo pasado pero sin la certeza de que pudiera funcionar casi medio siglo después.
Y funciona. Vale la pena intentar indagar el porqué.
El tema
Me atrevo a decir que el tema de un grupo de invitados, burgueses, que regresan de una función de Lucia de Lammermoor en la ópera, que terminan atrapados en una situación sin sentido que les conduce a todo tipo de degradaciones, sí, parece novedoso, pero en realidad se inscribe en la tradición de las óperas fantásticas, particularmente del siglo XIX. El punto a favor está en el buen juicio del atinado libreto de Tom Cairns que entendió que la situación es de por sí de naturaleza fantástica, surrealista para ser exactos. Como se sabe, el reto de un libretista es, justamente, llevar el texto a su mínima expresión sin perder la esencia misma del original.
La música
Es un hecho que el lenguaje musical de Ades es contemporáneo, y que en ningún momento elude esa responsabilidad ética, pero también lo es que musicalmente sí está en el camino de la tradición. Ades la estructuró en dos partes, la primera en la estética de las óperas «de conjunto» como una sucesión de «concertantes» que se suceden uno tras otro, pero, entregándole al auditorio la posibilidad de establecer la personalidad de todos los caracteres. La segunda es de otro talante, porque crea el espacio para la individualidad, con fragmentos que casi podrían equipararse a las «Arias».
Imposible obviar que la conjunción entre texto y música sigue con sumo cuidado la escandación natural lo cual, desde luego, facilita al espectador involucrarse en el drama. De crear la atmósfera fantástica se encarga la música, porque la orquestación es impecable, incluido el inteligente uso de los silencios, la alternancia entre complejas densidades sonoras y pasajes que se aproximan al espíritu camerístico. Qué buen uso de las ondas Martenot.
Finalmente está la técnica como escribe para la voz. Por ejemplo, la particella cuidadosa para el personaje de Francisco de Ávila encomendado a un contratenor, la de Leticia Maynar para soprano lirico spinto y la de Lucia de Nobile para una lirico d’agilità.
La producción
Tomas Airns, el libretista, firma la producción, que es sencilla pero efectiva y eficiente. Sin caer en lo superficial, la tecnología del teatro está utilizada a tope, la escenografía es sencilla, las luces impecables, el vestuario de época exquisito y la atmósfera general sugiere al principio una sofisticación que, a medida que se desarrolla el drama se torna insoportable.
El elenco
Finalmente el elenco. Que si bien es cierto domina la obra porque la interpretado muchas veces, no cae, o al menos en esta trasmisión, no cayó en lo rutinario. Qué gran actuación del bajo John Tomlinson en la parte del doctor, que intensidad en la interpretación de la anfitriona Leticia Maynar la de la soprano Audrey Luna, no sólo vocal sino actoral, deja la sensación de que no actúa su personaje porque lo vive. Gran contratenor Iestyn Davies. Pero, me atrevería a decir que, de todo el numeroso elenco, es la soprano Amanda Echalaz quien sobresale en el rol de Lucia de Nobile la diva de la función de ópera, porque Ades se las ha ingeniado para escribir, en lenguaje contemporáneo, uno de los grandes roles para lirico d’agilità, como una especie de heredera directa de la Zerbinetta de Adraidna aus Naxos de Strauss.
En resumen, una gran ópera. Ya el tiempo se encargará de decir si logra entrar en el cerrado círculo de los títulos que logran ingresar al repertorio. Y qué gran oportunidad ver la representación en una sala de cine en Bogotá.