"Dios me libre de verlo tras las rejas", reza Zélia, la bahiana que deleitaba con su cocina nordestina al expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, condenado recientemente a nueve años y medio de cárcel.
Intensos aromas emanan de la cocina del modesto restaurante en el barrio Vila Planalto, cerca del centro político de Brasilia.
Allí, "Tía Zélia", como todos llaman a María de Jesús Oliveira, supervisa a un enjambre de mujeres que preparan platos a base de carne de vaca, bacalao, legumbres y el clásico "arroz con frijoles", infaltable en la mesa de los brasileños.
Ataviada con una toca blanca y un delantal con su nombre bordado en el pecho, Zélia, de 64 años y 1,5 metros de altura, rememora con lujo de detalles las vicisitudes de su vida.
Llegó a Brasilia hace más de cuatro décadas con lo puesto, dos hijos a cuestas y la esperanza de superar las penurias que viven los pobres en el árido noreste.
Trabajó como empleada doméstica y empezó a vender comida casera para los amigos, que la animaron a abrir su propio negocio en 1997.
Cuando apareció en una fotografía, en 2008, abrazada cariñosamente por Lula, el presidente más popular de Brasil, su restaurante se llenó de comensales que llegaban en autos oficiales, ansiosos por probar "las delicias bahianas" comentadas en la prensa local.
Amiga de Lula
Llegó a Lula gracias a la recomendación de un chef para el que había trabajado. Éste le escribió una carta al líder de la izquierda sugiriéndole probar la cocina de esta mujer de voz firme, carácter fuerte y buen humor.
Fue hace años, pero Zélia se emociona al relatar el primer encuentro, en 2008. Al llegar al Palacio Presidencial del Planalto, "él mismo abrió la puerta y me dijo 'Entra, compañera'. Y cuando entré, ¡la emoción fue muy grande! Aquella oficina era tan linda, parecía un pedacito de cielo!", cuenta.
Lula acudió a Zélia cuando quiso llevar para un fin de semana de pesca una "rabada" casera -un guiso con carne de res condimentada con cebolla, ajo, berro y otras verduras- "sin demasiada grasa" y con el debido condimento.
Especialista en este plato tradicional, Zélia superó las expectativas del entonces presidente y su cocina se volvió habitual del carismático líder.
"Estoy muy, muy triste de que Lula haya sido condenado. Es un buen ser humano, es humilde", lamenta Zélia.
El máximo dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) podrá recurrir en libertad el fallo del juez anticorrupción Sérgio Moro, que de ser ratificado en segunda instancia marcaría el fin de su carrera política.
"¡A tantos presidentes yo llegaba a verles la cara sólo por la televisión! Y con Lula estuve cuerpo a cuerpo, lo abracé, me vino a visitar hace poco más de un mes", cuenta.
A sus espaldas, una pared roja tapizada de fotografías enmarcadas exhibe sus numerosos encuentros con él, así como las entrevistas que dio para grandes periódicos de Brasil.
Cocinar para "la nata"
Otro de los retratos autografiados que tiene en su pared es el de Dilma Rousseff (2011-2016), sucesora de Lula y primera presidenta mujer de Brasil, destituida el año pasado por el Congreso, que la halló culpable de manipular las cuentas públicas.
Zélia asegura que con la salida abrupta del PT del poder, sus ventas menguaron al menos 30%. Pero de a poco y "gracias a Dios", la actividad se está recuperando.
"Aquí sólo viene la nata. Diputados, senadores, ministros, jueces... ", se jacta Zélia.
"Hay días que tengo mesas de 25 personas", celebra.
Independientemente de su bandera política, sus clientes llegan en busca de los sabores intensos de la comida nordestina, condensados en un menú semanal fijo. Cada plato cuesta alrededor de 35 reales (12 dólares) y puede volver a llenarse cuantas veces uno quiera.
"Yo no soy política, soy comerciante. No puedo tratar a nadie con indiferencia", explica Zélia, cuya cercanía con Lula no le impide atender paladares con ideas contrarias a las del expresidente.
Aunque su negocio depende en gran parte de atender a hombres y mujeres en el poder, no esconde su profunda decepción con los políticos de su país, que a diario aparecen en el noticiero involucrados en escándalos de corrupción.
"Es una vergüenza. La política de hoy sólo sirve para lavar dinero. ¿Y quién sufre? Nosotros, que somos pobres".
Por eso, en las presidenciales de 2018, ni siquiera Lula -en caso de que pueda presentarse- tiene el voto de Zélia asegurado.
"En época de elecciones vienen, nos prometen el mundo, nos abrazan, nos besan...", se queja. Y asegura: "El año que viene nadie va a venir a abrazarme ni a besarme. No voy a votar. ¿Para qué? ¿Para llevarme la misma decepción?".