Crónicas de Mabel Kremer
Eran los plenos años 60 cuando el hoy alcalde de Cali Rodrigo Guerrero, recién graduado de Médico Cirujano, dirigía el Puesto de Salud del barrio Poblado en Cali.
“Estaba en una campaña para enseñarle a las mujeres a planificar con el método del ritmo”. Sin embargo, muchas de ellas tenían los periodos irregulares y allí no aplicaban su enseñanza. Pero el doctor Guerrero encontró una mejor solución: la hipnosis.
Una noche de esas, en las que curiosamente no hubo tantas urgencias, su también colega de turno, experto en hipnosis, le echó el cuento. “Me explicó cómo la hipnosis es la fuerza más poderosa de la mente”. Y aunque el Alcalde no creía en nada de esas cosas, un auxiliar de enfermería fue escogido como conejillo de indias para demostrarle cuán efectiva era.
“Le dijo ‘le voy a quemar el brazo con un cigarrillo’, poniendo tan solo el dedo y el muchacho hizo expresión de dolor. A los pocos días tenía la cicatriz como si efectivamente lo hubiera quemado con un cigarrillo”.
La escena impactó tanto a Guerrero que se puso a la tarea de estudiar profundamente el tema. Unos meses después, a punta de hipnosis arreglaba el ciclo menstrual a sus pacientes. “Yo hacía ovular a las mujeres de ciclos irregulares en el momento que tenía que ser”, asegura en medio de risas sonrojadas este médico que una vez se graduó en Salud Pública abandonó la profesión y la hipnosis también.
Su sueño hecho realidad
Muchos lo criticaban porque quería estudiar Salud Pública. “Me decían que iba a dejar de ser un médico de verdad. Pero el día que mi padre, que era uno de los médicos internistas más prestigiosos de la ciudad, me dijo ‘si yo fuera usted haría lo mismo’, no lo pensé dos veces”.
Y es que la oportunidad le cayó del cielo. Había aplicado para la Universidad del Valle, en la que se había graduado de Médico, y lo rechazaron por revoltoso.
“Durante mi carrera defendí los derechos de los estudiantes y formé parte de los consejos estudiantiles. De hecho, allí fue que descubrí el verdadero valor de la política”, asegura.
Pero ese “no” rotundo del Alma Mater no le robó el sueño. La idea seguía intacta. Hasta que un día, en medio de su año rural en el municipio de Candelaria, Valle, un gringo le puso el ojo. “Él era de la Fundación Rockefeller y me preguntó por qué estudiaba Medicina. Le dije: para ayudar a la humanidad”. Pues unos días después le estaba anunciando que contaba con una beca para estudiar Salud Pública, nada más y nada menos que en la Universidad de Harvard.
Beca que también le fue otorgada a Antonio Navarro Wolf, con quien compartía una de sus grandes pasiones: la academia y la investigación. Ambos habían hecho sus carreras profesionales en la Universidad del Valle. Llegaron a ser docentes de la misma y Guerrero hasta Rector. Ambos becados tomaron rumbos diferentes. “Yo me fui a Boston y Navarro se fue a estudiar Ingeniería Sanitaria a Londres. Él es el ejemplo vivo de que la gente se puede desmovilizar y convertirse en personas completamente productivas” dice el alcalde Guerrero, quien aún admira y conserva una fuerte amistad con Navarro Wolf.
Hombre de familia
El alcalde Guerrero tiene cuatro hermanos y cuatro hijos. Desde muy pequeño, sus padres lo sensibilizaron hacia el trabajo con los menos favorecidos.
“Mi madre era dedicada a todas las causas sociales. Siempre viví en un ambiente social de preocupación”. Y era tan serio el tema para sus padres, que las fechas importantes las celebraban con niños de escasos recursos y no en el mejor club social. “Mi fiesta de primera comunión fue con un grupo de niños del Hospital Infantil Club Noel, en Cali”, cuenta con alegría, porque, eso sí, “la pasaban bien bueno”.
Como médico en ejercicio, que sólo duró dos años, atendió cientos de partos. “Los conté hasta el número 100. De ahí para adelante perdí la cuenta”.
Pero sin duda el parto que no olvida es el de su primer hijo, que nació mientras hacía su especialización. “Ese parto fue especial porque era la primera vez en Boston que se hacía parto natural sin anestesia y eso fue el gran boom”.
Hazaña que logró su esposa luego de un trabajo mental tan fuerte, que hasta el mismo pediatra que atendió a sus dos primeros hijos en Estados Unidos llegó hasta Colombia para hacer una petición. “Vino con su esposa embarazada y le pidió a María Eugenia que por favor le enseñara a su mujer a dar a luz sin anestesia”, recuerda este hombre que, entre otras, nació un 8 de septiembre y que de haber sido niña, fijo le habrían puesto María, “porque es el día de la Virgen de los Remedios y la Virgen María de Cali”.
Alcalde por doble partida
La primera vez que fue Alcalde fue en 1992, cuando los periodos eran de tres años. “Me decían -entre risas- que me apoyaba la coalición del vodka y el agua bendita, porque apostaron por mí los guerrilleros del M-19 reinsertados, los sindicatos de izquierda, la Cámara de Comercio… y hasta monseñor Rubiano”.
Y ahora, 20 años después, cuando su Partido Conservador decidió apoyar a otro candidato, se lanzó a recoger firmas y con “un amplio espectro de ideologías” llegó nuevamente a la Alcaldía de la “Sucursal del Cielo” para el periodo 2012-2015.
De aquella época a acá ha encontrado algunas diferencias. En especial una, que más que una disimilitud, se ha convertido en su gran dolor de cabeza. “En aquella época cuando llegué me habían dejado la olla raspada. Pero hoy en día la olla no está raspada, sino con huecos”. Razón por la cual se siente “con los brazos amarrados”. Aunque como sufre de lo que él llama “optimismo patológico”, está seguro de que de alguna forma brillara el Sol en la “Capital Mundial de la Salsa”.