* Catastrofismo o realismo
* Menos bullicio y más ciencia
Existe la noción en algunos de que las cumbres ambientales posteriores al Acuerdo Climático de París, como la actual de Dubai, deben producir resultados radicales. Por ejemplo, prohibir a rajatabla el uso de combustibles fósiles.
En ese caso, y si al mismo tiempo hubiera un activismo coherente, debería, por igual, suscribirse el pacto de impedir, verbi gracia, los productos que generan emisión de gases de efecto invernadero que actúan con similar o mayor rigor sobre la alteración del clima. Entre estos, metanos, carbonos, nitratos, aerosoles y fluores. Y que derivan de la producción de cereales, carnes, lácteos, tala de árboles, infinidad de materiales de construcción, elementos de higiene y componentes de la refrigeración. Para solo tomar algunos paradigmáticos.
En principio, pues, y bajo esa perspectiva, podría sonar insuficiente anotar que la cumbre asiática COP28 avanzó en el objetivo de acelerar la transición energética y afianzar la financiación mundial correspondiente. Puede agregarse, ciertamente, que fue un resultado intermedio, si se quiere, ajeno al expediente apocalíptico. Pero al menos tiene las condiciones de remover el statu quo y señalar una ruta más apremiante que la de eventos anteriores.
Por otra parte, este tipo de cumbres, generalmente capturadas por un propagandismo extenuante y que en ocasiones operan de simple vitrina turística, deberían mejorar la información en una síntesis apropiada, escueta y precisa, sobre los avances y retrocesos al respecto. Inclusive, como conclusión, darse a la tarea de expedir un cuadro elaborado con base en los países que generan mayor afectación. Y que deberían adquirir la responsabilidad mínima de llevar sus resultados para evaluación y escrutinio. Ello, aunque parezca menor, significaría un gran adelanto en la misión de hacer un seguimiento eficaz a la lucha contra el cambio climático, lograr contrastes y aproximar las metas.
Porque, en general, se escucha o se lee de los países asistentes, un grande compromiso. En efecto, participan en un sinnúmero de conversatorios y hacen gala de delegaciones en no pocos casos, excesivas. Sin embargo, a la hora de nona, rescatar las cifras de tan enmarañada facundia, casi siempre repleta de alusiones pedagógicas requeté sabidas y estereotipadas, pero que tan solo sirven de excusa a los principales agentes gubernamentales para llenar parrafadas, resulta una metodología confusa e impráctica. Por no decir, endiablada.
Frente a lo anterior, se dirá que es dable repetir cuantas veces sea necesario. Sin embargo, la pedagogía sin aplicación es un método de antemano fracasado. Y que a la larga da curso a un sistema que, en vez de avances, produce neurosis y parálisis. Salvo que, al parecer, esa sea la verdadera intención y no la acción sopesada, conjunta y eficiente contra el fenómeno. Y la consideración de las diferentes variables a tener en cuenta.
Por supuesto, quizás a todos cabría el sueño y tal vez la íntima aspiración de que pudiera existir una autoridad ambiental internacional que determinara qué hacer en cada país. Pero, claro, en ninguna situación esto aparece, ni por asomo, en el orden del día universal. Al contrario, es soportados en el realismo como se ha de adelantar la solución. Y darle espacio a la ciencia para descontaminar el ambiente.
De hecho, en la esfera real actual, debería exaltarse el decidido avance mundial en materia de energías renovables. Un resultado para subrayar y seguir avanzando. También exponer, incluso con ostentación, el impacto a la baja de Estados Unidos en el porcentaje global de gases de efecto invernadero, en 2023, pese a los reproches del catastrófico John Kerry y las contradicciones del gobierno Biden. A lo demás, un dato, por desgracia, desbordado por el doble de incremento en China.
Desde luego, para llegar al umbral de temperatura adoptado en el Acuerdo de París faltaría reducir un 9% de las emisiones planetarias anuales. En ese sentido, ningún resultado es en absoluto aceptable. Y entonces bien se haría en eliminar las tan cacareadas cumbres. Porque visto así, los resultados de Dubai son ínfimos y despreciables.