*Alteraron el dogma romano
*La fórmula de Núñez
En las jornadas electorales se pone a prueba la vigencia de lo político, la creatividad de los candidatos, la imaginación, los conocimientos teóricos y realistas del medio en el que se compite con las ideas y propuestas. En el sistema democrático se da la oportunidad para que todos lancen sus anzuelos para pescar votos y que usen diversas carnadas, los candidatos partidistas y los independientes agrupados en distintos movimientos y alianzas, se baten en una competencia darwiniana por vencer a los contrarios, en la que no siempre gana el más fuerte, dado que a diferencia de los animales los hombres se unen y planifican una estrategia común, que les permite a los más hábiles que no siempre son los más fuertes sobrevivir y ganar. El zoom pollitikon de Aristóteles, que se agrupa en sociedades para mejorar su condición y avanzar en la civilidad, por lo que en la medida que se sale del primer día de la creación termina por formar un Estado. Unos pueblos tarden siglos en llegar a la etapa en la cual alcanzan la madurez para forjar ese Estado, derrotar la instintiva y salvaje vida de naturaleza, para pactar un orden determinado, unas reglas de juego, esenciales para vivir en sociedad y progresar. Los pueblos primitivos que no se organizan o las naciones que involucionan a situaciones de anarquía, suelen ser dominados por terceros o por sistemas despóticos que se apoyan en la fuerza.
El populismo moderno es de corte retardatario en cuanto en países como Venezuela alteró el viejo dogma de los romanos de “pan y circo”, por una fórmula que conduce a los demagogos que la practican a la ruina. Se trata de convertir la política en un circo, gastar miles de millones en el divertimento demagógico, para arruinar la sociedad y derivar en un proyecto circense sin pan. En ese proyecto se eleva al poder a un demagogo que se mantiene en vigencia al distraer a la opinión promoviendo la lucha de clases, la hostilidad de unos y otros, al tiempo que malgasta los dineros del Tesoro y arruina al sector privado. Esa fórmula es demencial, puesto que incluso con las mayores reservas de petróleo del mundo, llega un momento en el cual por cuenta de la mala administración y el despilfarro baja la producción petrolera, aumentan la deudas, en tanto faltan divisas para importar los bienes esenciales que no se producen en casa y alimentos. Lo que ha derivado en una situación social desastrosa que torna el sistema inviable, cuyo fin es cuestión de tiempo.
Mas no basta con ver la paja en el ojo ajeno, es preciso observar que en Colombia se han despilfarrado miles y miles de millones de pesos de las regalías. Unas regalías que deben beneficiar, desde luego, a las zonas donde están los pozos productivos, sin olvidar que los recursos de las mismas son de todos los colombianos. Mucho más cuando las reservas probadas de Colombia son de lejos inferiores a las venezolanas y en los últimos tiempos no se ha encontrado un nuevo pozo equivalente al de Cuasina, lo que es preocupante. El Gobierno, atendiendo esa realidad y la gravedad de algunos casos en los que se despilfarraban los recursos de las regalías, debió intervenir con la finalidad de racionalizar la distribución de esos fondos. Se les reconoce un monto a las localidades y el dinero sobrante se destina para obras de trascendencia nacional, lo que debiera operar según un verdadero plan de la Nación, esto no es un centralismo egoísta, se trata de una medida esencial para contribuir al desarrollo nacional.
Por el contrario, estamos volviendo a la antigua fórmula de la alta política de Rafael Núñez de: “centralización política y descentralización administrativa”. La unidad nacional es esencial, la orientación de los recursos para el beneficio de todos es un compromiso de justicia social. Y los resultados son positivos, puesto que con ese manejo creativo de los recursos de las regalías y otros fondos, tenemos que han salido de la pobreza más de dos millones de colombianos. El gran reto con la paz será invertir gran parte de esos recursos para desarrollar las zonas de la periferia que siendo de las más pobres del país en sus entrañas guardan grandes riquezas sin explotar.