Cumple hoy el vicepresidente Germán Vargas Lleras seis años de exitoso paso por el Gobierno. Al principio, como Ministro del Interior, se destacó como un reformista y produjo una legislatura de gran contenido. Entre las normas que sacó adelante no solamente sobresale la Ley de Reparación a Víctimas y de Restitución de Tierras, sino el Estatuto Anticorrupción. Este último es la base, a no dudarlo, para seguir adelante con las investigaciones de una malhadada empresa como Odebrecht que prácticamente entró a saco en diferentes sectores de la infraestructura nacional.
Luego Vargas Lleras produjo la revolución de la vivienda. Creó el programa que le dio casa a la gente paupérrima y con ello demostró que es factible hacer política social sin caer en el populismo. Por el contrario, luego de mostrarle el proyecto al presidente de la República, Juan Manuel Santos, este quedó convencido de las virtudes del mismo y dio vía libre a la financiación. Faltaba, por supuesto, alguien con la capacidad de ejecución suficiente, en un Estado paquidérmico y amodorrado, para planear y poner en marcha las propias ideas, pasándolas de la teoría a la práctica, y así lo hizo Vargas Lleras como nuevo Ministro de la Vivienda. Para ello organizó su propio despacho, luego de separarlo del de Ambiente, aunque en los términos de referencia de la nueva infraestructura siempre puso por delante las necesidades ambientales de las construcciones modernas. Por lo demás, tuvo el acierto de coordinar con la empresa privada, de modo que fue un esfuerzo que contó, no sólo con el Estado, sino con la iniciativa de quienes tienen la experiencia y el know how.
Así mismo, el programa estuvo exento, por fortuna, de los escándalos que han rondado otras áreas. Ni uno solo de los proyectos en diferentes partes del país suscitó debate diferente al entusiasmo de la gente. Y así se hizo en un lapso extraordinario, acortando todos los tiempos de las obras y demostrando que en Colombia es posible aplicar una política pública, pronta y adecuada, cuando hay voluntad y determinación para ello.
Ambas condiciones, las de reformista y ejecutor, le valieron a Germán Vargas Lleras ser llamado a la Vicepresidencia de la República. Pudo haber adelantado su propia candidatura presidencial, manteniéndose de primero en las encuestas, pero a la voz de que el Jefe de Estado correría para un segundo período, antepuso su lealtad a sus propias aspiraciones. De tal modo, aceptó el cargo, sobre el que el presidente Santos delegó, completa e integralmente, las ambiciosas obras de infraestructura para construir más viviendas, modificar las carreteras, hacer viaductos y recomponer puertos y aeropuertos, después de décadas de negligencia en la materia. Vargas Lleras logró, al respecto, destrabar consultas previas, adquirir predios y realizar cierres financieros que parecían imposibles.
Como el éxito tiene su precio, sus adversarios políticos se dedicaron a ponerle obstáculos. La tesis consistía en decir que era incomprensible su mutismo sobre el proceso de paz, bandera principalísima del gobierno Santos. Pero, al contrario, con ello el Vicepresidente cumplía el compromiso de dedicarse única y exclusivamente a darle un empujón considerable a la infraestructura nacional y duplicar, al mismo tiempo, los esfuerzos en vivienda. De tal manera que cumplió fehacientemente con los compromisos adquiridos porque de algún modo la alianza gubernamental estuvo diseñada desde el principio, cuando se configuró la unión entre los dos principales líderes de la coalición, sobre la base de que Santos se dedicaría a la paz y Vargas Lleras a la infraestructura.
Sus opositores, particularmente aquellos que buscan fraguar una coalición para las próximas elecciones desde la centroizquierda, se van de bruces para resaltar los lamentables episodios de La Guajira, en políticos avalados por Cambio Radical. Lo que no dicen, sin embargo, es que precisamente la única vez que hubo autoridad y mando en la zona fue a raíz del nombramiento de un funcionario nacional de Cambio Radical, Jorge Enrique Vélez, por lo cual resultó amenazado de muerte. De ninguna manera, por supuesto, debe existir benevolencia alguna con quienes han defraudado la confianza en sus regiones. Así ocurre, claro está, con tantos adscritos a los diferentes partidos que no han hecho honor a la representación ciudadana. De manera que algunos dirigentes prefieren ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.
En la época del plebiscito, Vargas Lleras dio un sí pero condicionándolo a que se ajustaran los términos de la justicia transicional pactada en La Habana. Finalmente tuvo razón hasta el punto de que la Jurisdicción Especial de Paz recibe, en el Congreso, los acoplamientos propuestos desde entonces.
Se retira Vargas Lleras de la Vicepresidencia porque así lo señaló la jurisprudencia nacional, a diferencia de otros países donde no es necesario dar ese paso al costado si se aspira a la Primera Magistratura. Nadie dudaría, tras su larga vida pública, de los méritos que le asisten para acceder al solio presidencial. La Nación necesita, en primera instancia, orden y autoridad. Pero también una persona sensible a la política social efectiva, a las grandes posibilidades del país cuando se aplican con rigor y disciplina las facultades del Estado, y alguien consciente de la reinstitucionalización que se requiere con urgencia.