- EU, Irán, Norcorea, Israel, Siria, China, Rusia…
- La Casa Blanca mueve los hilos internacionales
Algunos tratadistas en materia de derecho público internacional suelen comparar la geopolítica con golpear una bola en el juego de billar. Ese primer movimiento no es, en modo alguno, un hecho aislado. Todo lo contrario, se busca calcular la consecuencia primaria, secundaria y más allá en materia de trayectoria de las tres bolas, los efectos, la correlación de fuerzas y si esto permite cumplir el objetivo final: la carambola. En la geopolítica es igual: rara vez una decisión se toma pensando únicamente en la primera reacción o consecuencia, pues se estudian todos los escenarios circunstanciales de primer, segundo y tercer planos, así como los daños o logros colaterales.
En ese orden de ideas, la línea de acción de los últimos meses del gobierno del presidente estadounidense Donald Trump evidencia una estrategia geopolítica que, más allá de las reacciones encontradas que genera, tiene una hoja de ruta preestablecida. Se equivocan, entonces, los críticos de la Casa Blanca, en especial la ofensiva opositora de los Demócratas, al hablar todos los días de improvisación y manejo caprichoso de las relaciones internacionales, producto de un presunto carácter voluble del Primer Mandatario, movidas sorpresivas para crear ‘cortinas de humo’ que distraigan escándalos internos o por la misma inestabilidad en el gabinete…
Los analistas que tienen una mayor capacidad de perspectiva y se ponen por encima de los debates del día en la prensa estadounidense, más centrados en la personalidad y los asuntos íntimos de Trump, que en sopesar fría y objetivamente sus acciones internas y externas de gobierno, consideran que hay una cadena de acciones geopolíticas y geoeconómicas de la Casa Blanca que no se pueden catalogar de inconexas o producto única y exclusivamente de la coyuntura. Para esos analistas por más que correspondan a escenarios distintos, no se pueden separar hechos como la imposición de millonarios aranceles a los productos chinos, dando lugar al riesgo de una ‘guerra comercial’; las nuevas sanciones a Rusia por la presunta infiltración electoral en Estados Unidos; los bombardeos semanas atrás a Siria luego de acusar al régimen de Bashar Al Asad de usar armas químicas; la decisión estadounidense de retirarse del pacto de desnuclearización con Irán; el traslado la próxima semana de la embajada norteamericana de Tel Aviv a Jerusalén, con todas las implicaciones que ello tiene para Medio Oriente; y ahora la anunciada reunión histórica en Singapur, el próximo 12 de junio, entre Trump y el líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, en donde el tema central será el desmonte del programa nuclear del régimen comunista.
Como en una mesa de billar, cada una de esas movidas tiene un efecto a corto, mediano y largo plazos en materia geopolítica. Rusia juega papel clave en la crisis siria y también es determinante en cuanto a Irán y Corea del Norte. China, a su turno, es jugador de primer orden en lo que tiene que ver con la tensión entre las Coreas, y prueba de ello son las constantes reuniones y diálogos entre Pekín y Pyongyang en las últimas semanas. Incluso, la Unión Europea no es ajena a todo cruce de jugadas geopolíticas, no sólo porque varias de sus potencias son firmantes del pacto con Irán y tienen muchos intereses económicos en este país, sino porque igualmente hacen parte de la coalición internacional contra el yihadismo en Siria y de presión al régimen de Al Asad… Todo ello unido a los altibajos en las relaciones de la Casa Blanca con Francia o Alemania, al tiempo que el bloque comunitario del viejo continente también es actor principal en la posibilidad de una ‘guerra comercial’ por la política arancelaria proteccionista que impulsa ahora Washington… Sí, la capital de una de las principales potencias petroleras del planeta, un mercado que hoy registra una disparada en el precio del barril por las tensiones en Irán, los bombardeos de Israel en Siria y el papel de Arabia Saudita, otro gran productor, en ambos flancos.
Como se ve, todos estos hechos no se pueden analizar ni considerar de forma aislada. En realidad, asuntos políticos, económicos o militares, todos tienen un fondo geopolítico interconectado en donde Estados Unidos es, consciente y calculadamente, jugador principal y espera que sus competidores más fuertes, experimentados también, hagan sus movidas. Como en el billar, cada golpe a la bola tendrá distintos efectos y consecuencias.