En medio de los escándalos de corrupción que se han destapado en las últimas semanas, en especial el de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres, es evidente que el número de congresistas que están resultando salpicados es cada día más grande. Cuando comenzaron a revelarse los detalles del entramado de presuntos sobornos, ‘carrusel’ de contratación y actuaciones irregulares de altos funcionarios del gobierno y particulares, se hablaba de no menos de cinco senadores y representantes que estarían en la mira de los entes de control.
Con el pasar de los días ese número comenzó a crecer y se pasó a señalar que serían, de acuerdo a lo adelantado por dos de los principales implicados que buscan acuerdos de principios de oportunidad con la Fiscalía, no menos de quince parlamentarios. Luego otros dirigentes políticos señalaron que serían de veinte a treinta los senadores y representantes a la Cámara que tendrían relación con los ilícitos en la mencionada entidad.
Aunque, oficialmente la Corte Suprema de Justicia solo ha abierto dos indagaciones preliminares, y habría una tercera en camino, lo cierto es que ya se han mencionado otros nombres de congresistas. De hecho, frente a esos rumores que han venido circulando ya las propias colectividades a las que pertenecen los investigados oficialmente y los demás posibles involucrados anunciaron que remitían sus casos a los respectivos comités de ética partidista para analizar la situación y establecer el camino a seguir.
Sin embargo, hasta el momento no se tiene mayor noticia sobre lo que han podido adelantar esas instancias partidistas. Incluso, ya se han escuchado voces de parlamentarios que advierten que estos comités no tienen mayor utilidad ni peso decisorio, pese a que están autorizados dentro de los respectivos estatutos y, en el papel, pueden incluso recomendar sanciones de distinto tipo a los infractores de los reglamentos de las colectividades, la ley de Bancadas y, obviamente, por hechos que impliquen violaciones de orden penal, disciplinario o contra las buenas maneras y costumbres políticas.
Sería interesante que se evalúe de forma objetiva el papel que cumplen los comités de ética dentro de los partidos. No pueden ser instancias ineficaces y sin peso específico alguno. Es notorio, que cuando los electores o los afiliados a determinada colectividad no ven que estas disciplinan de forma ejemplarizante a sus dirigentes, la credibilidad y capacidad de convocatoria de la misma se debilitan sustancialmente.