- ¡Bienvenidos al futuro!
- Talante de la juventud colombiana
Por anticipado celebramos en el editorial de ayer la histórica victoria de Egan Bernal, en el Tour de Francia, por cuanto se sabía que solo quedaba una etapa de trámite, en la cual simplemente se daría curso al paseo cordial entre los participantes hasta el Arco del Triunfo, en París. Sin embargo, una vez culminado el evento y levantado los brazos en la Ciudad Luz, es tan significativo el desempeño de Egan para Colombia que vale retomar, con toda la alegría, la irrupción de ese joven “maravilla”, no solo en el ciclismo mundial, sino igualmente en su carácter ejemplificante para la juventud colombiana y en general para todo el país.
Decíamos en la columna dominical alusiva que el triunfo de Egan permitía, en primera instancia y en cuanto a la política, hacer un somero comparativo entre lo popular y el populismo. Dos facetas, ciertamente, del actual acontecer del país. En efecto, el ciclismo y el deporte en Colombia traducen todo lo que hoy es verdaderamente genuino y raizal en el espíritu unitario de la nación, mientras que la política populista practicada en la actualidad es un fermento a todas luces tóxico, cuya proclividad a la polarización, la división y la hostilidad social, además de sustentarse en la fragilidad del inmediatismo, impide la sinergia hacia propósitos colectivos y se desarrolla en medio del fatalismo y el estruendo.
Por el contrario, la vida de Egan Bernal demuestra, a sus escasos 22 años, que Colombia tiene razones para el optimismo cuando gente de su edad se lo propone. Hace no más de 24 meses el “monstruo” apenas si se dedicaba al ciclo-montañismo y adelantaba estudios de periodismo en la universidad de la Sabana, gracias a una matrícula pagada por la Gobernación de Cundinamarca entre sus programas estatales. Al mismo tiempo, Egan mantenía una disciplina rigurosa en sus entrenamientos personales, entre Chía y Zipaquirá, hasta que a través de un amigo se inscribió en una carrera, que ganó, con lo cual accedió a una beca en una escuela deportiva. Acto seguido, comenzó a despuntar y a escalar posiciones, mientras que usaba la bicicleta en Bogotá como medio de transporte por toda la ciudad. Entonces logró inscribirse en justas internacionales, luego de retirarse de la universidad, y con su rosario de victorias obtuvo la atención de los grandes entrenadores mundiales, hasta ser contratado en los equipos de mayor renombre. De tal modo, llegó a la élite orbital. Una carrera profesional, no solo vertiginosa, sino verdaderamente fenomenal que lo ha puesto, en muy poco tiempo, en boca de los especialistas para permanecer en la cúpula de ese deporte de alto rendimiento durante los próximos lustros.
En ese sentido interesa, particularmente, señalar cómo a partir del ejemplo de Egan es claro que la juventud colombiana tiene todas las posibilidades de salir adelante cuando se persiguen las metas con enjundia, concentración y rigor. Es claro en esa dirección que más que privilegiar aspectos como el consumo de drogas en la juventud, según ha ocurrido con ciertos fallos de las altas Cortes y ciertas políticas públicas, lo que el país requiere es fomentar todo aquello para lo que ha demostrado capacidades y disciplina en vez de aceptar una trayectoria indefectiblemente melancólica para los jóvenes. El caso de Bernal es, asimismo, demostrativo de que es posible conseguir los propósitos establecidos si hay un entorno sano. Desde luego, la historia de Egan es de fábula, donde también cuenta el respaldo familiar y de su entorno íntimo, pero es a su vez una historia que permite hacer el contraste con tantas vidas que se pierden cuando se fomentan paradigmas lesivos.
También vale decir que no todo depende del Estado. Por el contrario, Egan Bernal tuvo de apoyo inicial una fundación dedicada al ciclo-montañismo. Y fue allí donde se encontró a gusto para desarrollar sus facultades. No fue pues una entidad estatal en particular o el Ministerio del Deporte, hasta ahora creado, ni ningún organismo de este tipo a la mano el que hubiera podido servirle de aliciente. Tampoco los grandes nombres de la empresa privada, hasta que no consiguió pertenecer a equipos patrocinados. Esto quiere decir que apenas vio la más mínima oportunidad, supo aprovecharla, con todo el vigor y la seriedad del caso, hasta convertirse, nada más y nada menos, en el fenómeno deportivo que hoy reconoce el mundo entero.
La felicidad de ver a un joven, de tan solo 22 años y con su humildad característica, remover los cimientos orbitales en su profesión es, ante todo, motivo de gigantesca esperanza. No solo por lo que el desempeño de Egan Bernal puede significar en adelante, en este deporte tan querido por todos los colombianos, sino porque con sus triunfos también se confirma un arquetipo que denota y perfila el verdadero talante a seguir de la juventud colombiana, desde ya y en el futuro.