Napoleón y Colombia | El Nuevo Siglo
Domingo, 26 de Febrero de 2012

 

* Los vasos comunicantes de la Independencia

* Bonaparte, mucho más que un emblema militar

 

Ha llegado a Bogotá una exposición con más de 300 elementos que pertenecieron a Napoleón Bonaparte. Es esto síntoma, ciertamente, de los avances culturales que ha tenido la ciudad y que van desde las retrospectivas de Picasso hasta la interpretación de todas las sonatas de Beethoven en el Teatro de Colsubsidio y las actividades de altísima calidad que se presentan en el Teatro Julio Mario Santo Domingo, pasando desde luego por las múltiples obras de teatro y los eventos literarios comunes a la urbe. Mucho de ello, desde luego, patrocinado por la empresa privada, lo que demuestra indudables progresos en la oferta cultural bogotana que, como se dijo, ya no es sólo por la cantidad sino especialmente por la calidad.

El caso de la exposición sobre Napoleón resulta interesante para los bogotanos por todo lo que tiene de pedagógico. Pareciera, en principio, Bonaparte una figura lejanísima para los colombianos y sólo un emblema de los designios europeos, sin aparentes incidencias sobre el devenir nacional. Pero aun si ello pudiera pensarse así, está lejos de las realidades. Napoleón, básicamente comprendido como un militar que se desenvolvió dentro de las vicisitudes de la Revolución Francesa y que podría decirse fue el artífice de la cuarta etapa de aquellos sucesos cismáticos que configuraron, al lado de la Revolución Industrial inglesa, los Tiempos Modernos durante al menos quince años, fue quien más claramente proclamó las necesidades de liberar a América del Sur. Y así lo hizo justamente después de que decretara el embargo continental contra Inglaterra y destronara a los reyes Carlos IV y Fernando VII a fin de instaurar la República española bajo la monarquía de los Bonaparte, sustituta de los Borbones franceses e ibéricos. Fue aquello, precisamente, lo que determinó que en América del Sur, y para el caso en la Nueva Granada (Colombia), se configuraran Juntas de Gobierno independientes (en principio atadas a Fernando VII), en espera de si Napoleón se sostenía en España o si las guerrillas monárquicas, que por primera vez aparecieron bajo esta palabra tan reconocida después en Latinoamérica, lograban el triunfo, como en efecto lo hicieron con la ayuda principalísima de los británicos a través de  Wellington.

En el interregno de lo que sucedía en España, donde la Guerra Civil dividió al país, la América hispánica comenzó su independencia, especialmente en su Zona Meridional, hasta deshacerse de la monarquía. Incluso hubo virreyes españoles pro napoleónicos, pero Bonaparte era tildado de Anticristo, por lo cual el recibo entre los americanos era bastante reservado. Finalmente Fernando VII fue reinstaurado, luego de la debacle bonapartista en Rusia, y lo que Napoleón llamaba la úlcera española terminó por producir su exilio de París a Elba.

Ya en Caracas, Cartagena y Bogotá, Simón Bolívar había proclamado la Primera República. Pero Fernando VII despachó a Pablo Morillo para recuperar la zona, especialmente la granadina, puesto que Venezuela ya había caído en las manos sangrientas de los regimientos españoles americanos, y ello produjo el fusilamiento de los cartageneros y particularmente de la elite granadina que se encontraba en Bogotá, habiendo Morillo de algún modo evadido las órdenes de clemencia de Fernando VII. Inclusive libros recientes sostienen que Morillo fusiló a los bogotanos porque la villa de alguna manera le recordaba a los madrileños, que no soportaba.

Luego de su fuga de Elba, Napoleón volvió a caer en Bélgica y fue deportado a Santa Elena, entre el Congo y Brasil. Cuando se dijo que los ingleses podrían tomar un territorio venezolano o colombiano a los efectos, Bolívar se opuso rotundamente. Pese a que muchos lo reputan del Napoleón americano, Bolívar fue, en sus estadías en Europa, un antibonapartista empedernido, además de pro británico en muchas de sus ideas. En 1819, con las batallas de Vargas y Boyacá, Bolívar pudo por fin proclamar la Segunda República. Y mas adelante, lo que nos salvó en 1820 fue que los generales ibéricos Riego y Quiroga, que debían comandar 20.000 soldados hacia estas zonas, se rebelaron en Cádiz y Fernando VII no pudo completar la reconquista.

En 1821 Napoleón murió en Santa Elena cuando, según recientes libros, pensaba fugarse hacia América del Sur para reiniciar su lucha. No sólo fue él, sin duda, un estratega militar, sino en igual o mayor proporción, un promotor de la cultura, las Matemáticas y el Derecho. Por todo ello bien vale la pena ir a la exposición que acaba de abrir sus puertas en Bogotá.