En la XXV Cumbre Iberoamericana que tendrá lugar entre el jueves y el viernes en Cartagena, pueden pasar dos situaciones. La primera, que el evento intercontinental al que asistirán presidentes, vicepresidentes, cancilleres y otros altos funcionarios de 22 países de América y Europa de lengua española y portuguesa se quede en las fotos, el protocolo improductivo y las declaraciones de buenas intenciones que no pasan del papel a la realidad. O que, por el contrario, el cónclave sirva de punto de partida para que esos 22 gobiernos se comprometan con unas metas claras y medibles, sobre todo en lo relativo al tema central: “Juventud, Emprendimiento y Educación”.
No se puede negar que una de las falencias hoy en el mundo tiene que ver, precisamente, con el hecho de que los modelos de desarrollo político, económico, educativo, laboral, social e institucional no dan a las juventudes las suficientes oportunidades para ejercer con toda plenitud sus capacidades. La pobreza estructural, deficientes sistemas de instrucción primaria, secundaria y superior, así como mercados laborales que subvaloran las capacidades de los jóvenes, los condenan al desempleo, no los ocupan en sus propias profesiones, les pagan sueldos bajos o les impiden generar nuevos conocimientos a través de la investigación, la innovación o la creación de su propia empresa, hacen parte de la radiografía preocupante en muchos países para las personas menores de 25 o 30 años de edad. Por lo mismo, año tras año decenas de miles de hombres y mujeres jóvenes se ven empujados a salir de sus lugares de origen y emigrar hacia Estados Unidos, Europa y otras naciones del llamado “primer mundo”. Un fenómeno que no sólo conlleva que los niveles porcentuales de población joven que se queda en sus sitios natales sea cada día menor, sino que, consecuencialmente, los rangos poblacionales adultos empiecen a preponderar entre la totalidad de la población, en lo que los estudios han llamado un progresivo envejecimiento generacional.
En ese orden de ideas, el Pacto Iberoamericano de Juventud que debe adoptarse en la cumbre de esta semana en La Heroica tiene que permitir sentar las bases de una política sectorial realista y medible en sus resultados a corto, mediano y largo plazos. Las delegaciones de los dieciocho países que han confirmado su participación en la XXV Cumbre Iberoamericana, catorce de ellos con sus jefes de Estado y de gobierno, han venido trabajando durante dos años en la confección de dicho pacto, con instancias y objetivos muy precisos, para lo que se necesitó de múltiples reuniones sectoriales a nivel ministerial.
Según la Cancillería colombiana, el enfoque trascendental será el aporte real, desde el punto de vista gubernativo, a los jóvenes de los 22 países, lo que debe redundar en más y mejor empleo para ellos. La región es hoy por hoy el segundo lugar en el mundo con mayor emprendimiento, y lo que busca el Pacto es que los presidentes y los jefes de Estado se comprometan a ayudar realmente a la gente joven para tener mejores empleos y mayores oportunidades. Un compromiso que adquiere mayor relevancia si se tiene en cuenta que uno de los participantes de la cumbre en Cartagena será nada menos que el nuevo Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, quien debuta a nivel americano tras haber sido elegido por la Asamblea General apenas días atrás. Es claro que el nuevo timonel del ente multilateral más grande del mundo puede leer y entender mejor la realidad iberoamericana, toda vez que fue Primer Ministro de Portugal y Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados.
Como se ve, es evidente que la cumbre internacional de esta semana en Cartagena si quiere ser exitosa y productiva, debe ir más allá de las formalidades y los protocolos. Para ello, la formulación de las políticas para impulsar y apoyar el emprendimiento y la innovación en la población joven debe pasar de lo teórico a lo práctico. Ese es el gran reto de la cumbre y el viernes se sabrá qué tan viable será cumplirlo.