* Entre el DANE y las encuestas
* ¿Para cuándo el pleno empleo?
Según las cifras del DANE el índice de desempleo para enero de 2024 mejoró con relación al mismo mes de 2023 en un punto. Sin embargo, frente al último diciembre el dato es a otro precio, pues el porcentaje de desempleados en el país tuvo un incremento considerable en solo 30 días, hasta el 12,7%, después de registrar una estadística del 10% en las festividades de fin de año. Lo cual debería ser motivo de cuidado y preocupación en vez de camuflar, por el prurito de la retórica evasiva, este hecho palmario.
Efectivamente, el último rubro parecería indicar que el cimbronazo de la economía, que como se sabe cayó abrumadoramente hasta un pírrico crecimiento del 0,6% en 2023, comienza a pasar factura dentro de la dinámica cuasi recesiva y el caldeado ambiente político que sufre el país en el que pesa más la polarización que el consenso. Es decir, cuando el diálogo y concertación, en todos los niveles económicos, parlamentarios y entre las fuerzas vivas, son víctima de la pugnacidad e ideologismo políticos con que se busca inflamar el ambiente desde las altas instancias gubernamentales.
Es probable, no obstante, que dos factores hayan contribuido a mejorar, aunque sea levemente, el semblante de la nación, como algunas encuestas han señalado frente a la idea, en todo caso bastante generalizada de que las cosas en Colombia están empeorando (63%, Invamer). Uno de ellos, que probablemente permitió acolchonar en alguna medida el escepticismo reinante, al mejorar unos puntos con relación a la encuesta anterior, quizás obedezca, y en buena parte, a los beneficios de la política adoptada por el Banco de la República para enfrentar la inflación, que viene mostrando una línea de descenso consistente y que, de paso, colabora con una política de empleo, ya que no hay ninguna del gobierno a la vista.
En efecto, la contracción monetaria adoptada, si bien ha significado un impacto inmediato sobre la marcha económica y los medios de pago, ha incidido favorablemente en el reto y deber de dominar el escalamiento de la carestía y reducirla a los márgenes definidos por la junta directiva del Emisor, hasta lograr cifras más manejables. Lo que, desde luego, mejora la confianza en las posibilidades de la economía y la repercusión inmediata en la generación de empleo. Y que ahora, a no dudarlo, tendría un estímulo necesario en la reducción razonable de las tasas de interés para que la economía, en especial el sector privado, pueda cumplir con su decisiva función de satisfacer la demanda laboral.
Por su lado, este resultado de la baja inflacionaria, propio de la independencia y autonomía de la entidad, es hoy por hoy el principal activo fijo que puede avizorarse en un horizonte en que la expectativa cotidiana radica en saber si la economía ya tocó fondo o, por el contrario, las pésimas cifras del año anterior van a repetirse e incluso empeorarse. Esto, por supuesto, es definitivo en los rubros de ocupación y creación de puestos de trabajo (que lamentablemente también bajaron en enero), pues de mantenerse la cifra ascendente de desempleo, confirmada ayer por el DANE en la mensualidad registrada, podría ser ya indicativa de una tendencia desfavorable para nada apetecible.
De hecho, en una situación como la de la economía colombiana que permanece en cuidados intensivos, aunque algunos en el alto gobierno no se den ni por enterados, es más aconsejable los comparativos de empleo, mes a mes, porque los anuales pueden ser distorsivos de las realidades inmediatas, como ya ocurrió con los vaticinios económicos errados del 2023. De allí, naturalmente, la preocupación con el índice de desempleo de este enero frente al diciembre previo. Inclusive, no estaría de sobra añadir que la alta cifra del mismo mes del año anterior (13,7%) estuvo gravemente incidida por la incertidumbre y amenaza que significó entonces la recién aprobada reforma tributaria sobre el mercado laboral y que ha sido paulatinamente puesta en cintura por las autoridades competentes.
El otro de los factores que, en cierta proporción, mejoró en algo el alicaído ánimo de los colombianos posiblemente radique en el cambio surgido de las elecciones locales y la esperanza en las nuevas administraciones, cuyo triunfo significó un viraje integral del espectro político, en particular frente a la concepción de la empresa privada y las alianzas estatales pertinentes. Esto, claro, puede hacer parte sustancial del efecto sobre los menores índices de desempleo en las principales ciudades del país, por debajo de la cota nacional, y que debe afianzarse en toda la línea.
De suyo, un resultado sobresaliente del sondeo en mención radica en la opinión positiva que tiene el país sobre la gestión de los empresarios (59%), pese a la embestida oficial, mientras el gobierno mantiene un número similar, pero en negativo. Esto para señalar que, en vez de esa pugna unilateral, el país está por el consenso, la concertación y volver a prender el switch de la economía. A ver si por fin algún día nos acordamos a lo que en verdad debe aspirar y necesita Colombia: una política de pleno empleo.