Algunos periodistas andan con el cuento de que el mundo ha sido apropiado por lo que denominan la posverdad. Y para demostrarlo ponen varios ejemplos, entre ellos el triunfo del Brexit, la victoria de Trump y, por supuesto, la derrota del plebiscito colombiano. Pero una cosa son las noticias falsas, puestas de moda en las redes sociales y algunos blogs, como ocurrió con la tenebrosa matanza de Las Vegas y muy otra, desde luego, son los episodios anteriormente citados. De hecho son diferentes las informaciones mentirosas, como en la que cayeron los principales periódicos del mundo sobre una niña atrapada en el terremoto de México, y otra el triunfo verídico de un joven de 31 años en el gobierno de Austria, lo cual tuvo poco seguimiento, por lo menos en Colombia.
El tema del Brexit, que por igual casi nadie había visto en los análisis previos en nuestro país, no se debió en modo alguno a ninguna posverdad. De suyo fue el resultado de la división conservadora dentro del gabinete británico, en donde unos pujaban por la salida de la Unión Europea y los otros por quedarse. Incluso, el propio primer ministro David Cameron había sido de algún modo de la primera tesis hasta que logró un acuerdo con Angela Merkel, sin embargo poco satisfactorio para muchos en el consejo de ministros. Se adoptó, entonces, la vía del referendo para zanjar las diferencias, que por lo demás estaban presentes desde hacía años en el Reino Unido y ahora se buscaban resolver por la ruta de las urnas, de la cual Cameron estaba seguro como el método más adecuado. Decir que un proceso de décadas, como el resultado final del Brexit, hace parte de la posverdad es equivocarse de cabo a rabo en el análisis o la interpretación de la vieja tensión política. Y en ese caso, como todo en el debate público, dentro de una campaña democrática cada bando recurrió a las metáforas propias para convencer a su electorado. Escuchada la voz del pueblo, que antes se comparaba con la voz de Dios, en el refranero conocido, a los conservadores británicos no se les ocurrió, en lo absoluto, desconocer los resultados del referendo, y dentro de la tensión propia de un evento tan importante hoy están completamente cohesionados en torno a la salida del Reino Unido de la Unión Europea. No es ello, por supuesto, posverdad alguna, sino el cauce de la política decidida por la mayoría de la ciudadanía británica.
Caso diferente el del plebiscito colombiano, en el que por igual cada bando recurrió a contrastar sus posiciones de la manera más acertiva que pudo. Los oficialistas, por ejemplo, dijeron que votar no al plebiscito era volver a la guerra, mientras que los opositores compararon a Colombia con Venezuela. Nadie, por descontado, volvió a la guerra sino que ella ha venido reciclándose, como era de suponerse, dentro del fermento delincuencial y bélico de común ocurrencia en el país, incluidas las disidencias en aumento de las Farc. De otra parte, el temor por seguir la ruta venezolana es fehaciente dentro de los sondeos de opinión que a cada tanto se hacen y sin que sean un globo, sino una realidad dentro de la actual sicología del país. El resultado, a diferencia del Reino Unido, fue que se desconoció el plebiscito, una vez lo perdió el Gobierno, y hubo de inventarse tesis extravagantes como la de la posverdad para justificar la herida a la democracia.
Tampoco hay posverdad, ciertamente, en el triunfo de Trump sobre Hillary Clinton, que demostró ser una candidata con poco temple y corteza política, pese a las excusas que da en su libro reciente. El hecho es que, transcurrido más de un semestre del gobierno de Trump, en las encuestas estadounidenses el Mandatario cada vez cobra mayor vigencia dentro de los consultados que se dicen republicanos, reafirmando el proyecto político que prometió liderar. Por su parte, habiendo ganado la presidencia en el colegio electoral pero perdido el voto popular, los sondeos muestran una división política casi idéntica a la existente un año atrás.
Otra cosa son, como se dijo, las noticias falsas que cunden en las redes sociales y a las que los dueños de estas autopistas virtuales han dicho que intentarán ponerle talanquera, bien sea en Facebook o en los demás canales electrónicos. En tanto, el periodismo serio tiene que ahondar en lo mismo que siempre ha realizado en cuanto a análisis, reflexión, enfoque y presentación de los hechos. La lucha por la buena información no puede deberse, pues, a invención de conceptos, como la posverdad, que no necesariamente se corresponden con la realidad para defenderse de las redes sociales. El lector avisado y serio sabe que esto es así y no hay que tratarlo como un ignorante.