* Conclusiones de Davos
* Defensa de la libertad de mercado
Pocas dudas quedan de que el personaje internacional en la última reunión de Davos fue el presidente argentino, Javier Milei. Esto a raíz de su discurso enfático, pero sencillo, en torno de las bondades del sistema de libertades democráticas, el capitalismo y el libre mercado. Todavía con mayor razón cuando los millones de practicantes alrededor del mundo se han mantenido sumergidos, en los años recientes, en una especie de defensiva o anestesia ideológica.
El punto de Milei, no solo en su carácter de primer mandatario, sino de economista, académico y analista de la historia, se concentró en que el único procedimiento que en términos reales ha servido al planeta para superar la pobreza y lograr una sociedad más homogénea ha sido, precisamente, el capitalismo. Con ese fundamento no dudó en llamar “héroes” a los empresarios.
Para ello trajo a cuento como el PIB per cápita mundial, hasta 1800 (cuando eso del empresariado no existía), prosperaba en una especie de estancamiento a raíz de exiguos crecimientos del 0,02 por ciento y una población prácticamente condenada a la inmovilidad y a una desigualdad abrumadora. Es decir, sin posibilidad alguna de progresar, educarse, aplicar la creatividad y la innovación, crear empresas, ensanchar el empleo y mejorar las condiciones sociales a través de las generaciones.
No obstante, por cuenta del primer período de la llamada revolución industrial, en el siglo XIX, la cifra de crecimiento per cápita subió al 0,66 por ciento anual y a partir de 1900 se incrementó al 1,66 por ciento anual hasta 1950. Desde entonces este rubro se desdobló hacia el dos por ciento, en aras de los avances tecnológicos después de la Segunda Guerra Mundial, y en los últimos años se aceleró al tres por ciento. Lo cual demuestra, según Milei, las posibilidades que el mundo tiene a la mano para que se pueda duplicar el rubro anterior en el corto plazo y se superen los registros de pobreza, que en particular agobian a lugares específicos del orbe desprovistos de la cultura atinente.
En realidad, no existe mayor sorpresa en los índices consignados por Milei. Pero bien vale la pena recordarlos, puesto que de lo que se trata, en verdad, es de hacer una defensa política frente a quienes han dedicado sus vidas a denigrar del capitalismo, buscando réditos deleznables en la conquista del poder y que ahora han tomado la perversa consigna de denostar del progreso. Justamente el mandatario austral demostró como su país fue víctima fatal de esas maniobras.
Por supuesto, el ámbito para que se puedan conseguir excedentes de capital con miras a un ingreso per cápita planetario de mayor envergadura es la libertad. Es esta condición la que permite, ciertamente, que las personas puedan asociarse en propósitos comunes con base en los aportes, el trabajo, la productividad y la tecnología. Por el contrario, los intentos de ingeniería social, en los que se ha buscado y se busca la prevalencia e intromisión del Estado, han fracasado estruendosamente. Tal vez sea este el hecho político más apreciable de los últimos tiempos, desde Hitler y Stalin, hasta los neoestatistas de cualquier índole falsaria que hoy intentan mantenerse en su propósito de distraer incautos.
La voz de Milei en Suiza fue, a no dudarlo, una advertencia que hacía falta en foros económicos mundiales como estos. Y no deja de llamar la atención que sea de América Latina de donde provengan esas alertas, aunque ya en Europa, ciertamente, los fenómenos políticos socializantes vienen en franca retirada. Basta verlo en naciones que se consideraban esencia del socialismo, como Holanda o los países nórdicos. Y tampoco es secreto que en Estados Unidos se comienza a dar una ola contra el intervencionismo estatal y el denominado identitarismo social, temas que serán epicentro de las próximas elecciones. En China, inclusive, el reto es cómo retornar a los rubros de crecimiento previos a la pandemia.
Que sea Milei quien hizo una defensa del capitalismo seguramente es causa de escozor político para los socializantes. Lo cual no quiere decir, desde luego, que no tenga razón. Al fin y al cabo, para discusiones como estas deben servir los foros de Davos, en vez de tanta palabrería circundante.