Los sentimientos defensivos del entorno local en Cataluña, que en diversos aspectos son legales, influyen, según el grado, en distintas direcciones, moderadas unas, centristas otras y también de extrema, sobre los políticos inmersos en el localismo enfermizo que proclama que nada es mejor que Cataluña y que nada debe estar por encima de Cataluña, en lo económico ni en lo político, y por lo mismo deben avanzar al abismo del separatismo. Pero lo cierto es que la unidad nacional es consecuencia del encuadre de las partes con el todo y se pone por encima de la soberanía aldeana para constituir y fortalecer la soberanía nacional.
La postura ilegal y contra la unidad de España se sustenta en el credo de Juan Jacobo Rousseau, que dice que de las urnas debe salir la verdad revelada, y si las urnas deciden que los catalanes deben atentar contra la unidad de España, pues por la vía electoral se debe adelantar ese proceso. Las urnas tienen su propia sabiduría y son la voz del pueblo que se diviniza al constituir una mayoría de votantes. Ese es el mito de los catalanes que muy poco conocen de la doctrina disolvente de Rousseau, lo mismo que la generalidad de las gentes, han heredado y en el que centran su política segregacionista.
Pues resulta que la convocatoria de Artur Mas a votar por la separación de Cataluña es ilegal y tan peligrosa como la postura del soldado que resuelve apelar a la pistola de dotación (que le ha dado el Estado para defender la sociedad) y la apunta a la cabeza del gobernante por discrepar de su política.
Tras considerar delictuosas las anteriores apelaciones al voto popular por parte de Mas y tratar de montar una mascarada en las urnas para justificar el secesionismo, está siendo investigado por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que considera que violó la ley en la mencionada consulta. El Tribunal no obró antes por cuanto, al parecer, debía esperar para proceder a que se configurase el delito. Algo así como investigar sobre el cadáver de la víctima, cuando se pudo evitar el mal. Ahora viene un duelo entre la tortuga procesal y el impulso político que Mas pretende darle a una nueva consulta separatista que tiene la unidad de España en vilo.