* El ajedrez de intereses geopolíticos
* China no condena ni apoya a Rusia
El líder chino Xi Jinping inició ayer su primer viaje al extranjero desde el año 2020, con una visita de estado a Kazajstán, uno de sus vecinos difíciles. Pero la noticia de alcance mundial es la de hoy, con su llegada a la legendaria ciudad de Samarcanda, en Uzbekistán, donde se reunirá con el presidente ruso Vladimir Putin en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS).
Es el encuentro número treinta y nueve entre los dos líderes, pero sin duda el más importante por el contenido principal de la agenda, las relaciones con Estados Unidos, el trasfondo de la guerra de Ucrania, el conflicto en Taiwán y la crisis económica mundial.
Hasta ahora China adelanta un juego a varias bandas en su política internacional. Es la única potencia que no ha condenado la invasión Rusia a Ucrania, ni las gravísimas violaciones de los derechos humanos que se han registrado en la misma, como tampoco los cuantiosos daños ocasionados al mundo por la osada aventura de Putin. Pero al mismo tiempo, en salvaguarda de sus intereses y relaciones con Occidente, se ha negado a suministrar a Putin la tecnología y armas que necesita para fortalecer su capacidad militar en un conflicto en el cual las fuerzas ucranianas le han infringido daños de mucha consideración.
Lo que sí han podido hacer es negocios de mutua conveniencia. Con el cierre de sus mercados europeos de energía Rusia orienta ahora sus exportaciones a Asia y, en particular, a China. Durante los primeros siete meses de este año el comercio entre los dos países ha crecido cerca de 30%, una bonanza para la potencia asiática que compra petróleo y gas ruso con grandes descuentos. Putin anunció recientemente un acuerdo con Beijing para exportar gas a China a través de un nuevo gasoducto a través de Mongolia con capacidad para transportar la tercera parte del total de lo que eran sus ventas de este combustible a Europa.
El encuentro de hoy abre el primer escenario público para calibrar la dimensión y alcance de esa asociación China-Rusia, en contraste y contrapeso a la hegemonía de Estados Unidos en la región. No hay que olvidar la “asociación sin límites” que se prometieron ambos líderes en su última reunión en febrero, durante la apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno.
La escala de Xi ayer en Kazajstán, país con el cual comparte 1.533 kilómetros de frontera, tiene valor estratégico porque es proveedor de energía y recursos así como por las tensiones desatadas por la persecución china a más de un millón de kazajos, uigures y otras minorías de musulmanes en Xinjiang. Con la delicada situación en Taiwán y el dominio de las rutas marítimas por Estados Unidos, Pekín necesita corredores terrestres para enfrentar un posible conflicto.
Además del encuentro con Putin, la Cumbre de la OCS -constituida en Shanghái en 2001 e integrada por India, Kazajstán, Kirguistán, Pakistán, Rusia Tayikistán y Uzbekistán- también es vital en lo económico y político. Representan 40% de la población y la cuarta parte del PIB mundial. El objetivo es fortalecer la cooperación tecnológica y comercio, en tanto que para Rusia y China representa otra ocasión para marcar distancias con Occidente. De hecho, un punto clave de la agenda es la incorporación de Irán a la citada organización.
En ambientes políticos y académicos de China se interpreta la gira de Xi Jinping como una demostración de su poder y también de la seguridad de que nadie en casa conspirará en su contra de cara a que el Congreso del Partido Comunista, que comenzará el próximo 16 de octubre, lo reelija para su tercer período de cinco años, lo cual lo convertirá en el más poderoso dirigente de la dinastía roja desde Mao Zedong.
Habrá diálogo y quizás nuevos apoyos de China a Rusia, pero se da por descontado que Putin no recibirá toda la ayuda financiera y militar que desea y necesita, por el imperativo para Xi Jinping de evitar conflictos con Occidente que agraven la crisis económica que vive China. Aún con los astros alineados para impulsar una alianza que haga contrapeso a Estados Unidos, en esa relación Moscú-Pekín, como en tantas otras de la política internacional, terminan por primar los intereses sobre la amistad.